Esposa sustituta

• Elisa la irritante •

Emily estaba observando fijamente el celular, hace un par de segundos había dado por terminada la «agradable» conversación con la exnovia de su esposo.

Ella estaba bastante convencida de que, en cualquier momento, les regresaría la llamada; así eran ese tipo de personas cuando no se salían con la suya, o, cuando no tenían la última palabra.

—Debo idear un plan, ha de haber una manera para alejar a esa horrible mujer de mi querido Max. Ella lo abandonó, y no lo merece — se decía con seguridad.

Una sonrisa ladina se posó en su rostro. Tenía la respuesta a su interrogante, de manera veloz se abalanzó sobre su bloc de notas, en el cual, se encargaría de escribir una lista de citas.

—¿Podría llamarla: «Siete citas»? — frunció el ceño. —No, esto no ha de funcionar. Necesito un nombre diferente, uno más especial y curioso, uno que despierte la envidia del que lo sepa.

Los dedos de Emily se movían con gran agilidad sobre el teclado, estaba decidida a encontrar la palabra perfecta para emplear.

Antes de que la encontrara, fue interrumpida por una llamada, estaba casi segura de que se trataba de Elisa.

—¡¿No te has cansado de molestar?! Te he dicho que no soy como tú, no me llames, no me busques ¿Entendido? Del caso contrario, sabrás qué soy capaz de hacerte — sentenció ella de manera amenazante.

«¿Emily?» la voz del receptor, no era nada parecida a la de Elisa. «¿Hice algo otra vez sin saberlo?» Preguntó Maxwell bastante confundido.

Él había aprendido que, en ocasiones, su actitud no era de ayuda; por el contrario, provocaba que la joven se molestara debido a quién sabe qué. Por tanto, el chico de melena de oro, decidió disculparse, sin siquiera saber por qué lo hacía.

—¿Max? Lo siento, pensé que era alguien más que ha decidido molestar —. Expuso la chica con seguridad, ella aún se preguntaba si era conveniente que su compañero se enterara de que Elisa la había contactado.

Si la pelinegra lo pensaba, él no le había ocultado el mensaje ¿No es así? Por lo tanto, ella estaba segura de que no debía, de ninguna manera, esconder las cosas que Elisa se encargó de decirle.

«¿Alguien decidió molestar?» Masculló un poco confundido. «¿Estás bien? ¿Estás en casa?».

Maxwell tenía una leve suposición de que Elisa era la persona de la que su esposa falsa hablaba, pero no tenía forma de asegurarse.

«Hay alguien que desea verte, además de eso no pudimos ir a la cena… A pesar de que era algo que se salió de nuestras manos; deberíamos haber avisado que nos ausentaríamos»-

Los labios de Emily se abrieron un poco al comprender que se trataba de su suegra.

«¿Desea verme?».

Se preguntó en un hilo de voz.

***Emily sabía perfectamente que su matrimonio era una farsa, aun así, no podía no sentirse nerviosa al reflexionar en que, debería agradarle a su legalmente suegra.

«¿Emy?»

Cuestionó Maxwell confundido a causa del extraño silencio de su compañera, la cual, acostumbraba a hablar hasta por los codos.

A la línea de la chica, aún se escuchaba el ruido del interminable silencio, provocando que su compañero estallara en una casi carcajada.

«¿Estás nerviosa? Te he dicho que actúes como eres, si no les agradas, tendré tiempo de conseguir otra esposa».

Bromeó esperando que ella regresara la broma, lo cual no sucedió.

—¿Me estás diciendo que puedes conseguir un reemplazo, y no tendré que conocer a la suegra? ¡Genial! Definitivamente es lo mejor — expuso la pelinegra con seguridad y terminó la llamada.

«Suegros» una de las palabras a las que Emily más le temía, todo gracias a la trágica historia de los suegros de su madre, los cuales la detestaban, no por algún motivo en específico, sino, por cada una de las cosas que hacía, y todas las que no llegaba a hacer.

La experiencia de Miriam respecto a suegros, se la había transmitido a su hija, con el fin de que ella aprendiera a no tolerar las molestias de quien no debería.

Quizá, esa era la razón por la que Emily jamás dejaría que caminaran por sobre ella, y que, fuera extremadamente autosuficiente en los días de su niñez y juventud; claro, había cosas en las que aún debía trabajar y era el permitir que otros pudieran ayudarla.

Con el paso de los años había aprendido que no siempre podría encargarse de las cosas, ella sola, y que, existían personas con mayores capacidades que las de ella. Por tanto, se ha dado la oportunidad de ser ayudada.

Su celular sonó una vez más, y, en esta ocasión, leyó con detenimiento de quién se trataba; Elisa.

«¡¿Acaso ella no tenía nada más que hacer, además de estar estorbando donde nadie la quiere?!»

Se quejaba la chica, quien se encontraba pensando sobre la percepción que tendría sus suegros de ella; ¿Y si se trataba de un ogro como la describía Maxwell?

Emily, sin ánimos de entablar una nueva discusión con Elisa, dejó que su dispositivo siquiera sonando, y la llamada terminara por sí sola.




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