Esposa sustituta

• No voy a preguntar eso •

—Mucho gusto — saludó la pelinegra en el mismo lenguaje que estaba empleando su esposo falso. —Oh, dile que tiene lindos ojos, por favor — expuso la chica con un poco de picardía, a pesar de que esa extraña sensación en su cuerpo no se había detenido.

—Mi esposa dice que es un placer conocerla, y que tiene unos ojos muy lindos — dijo observando en dirección de la pelirroja, los ojos del chico estaban fijos sobre ella; las mejillas de ella estaban levemente ruborizadas.

—Su cabello también, pregúntale a qué sala de belleza va, debería hacerme algo así parecido — insistía la chica, y Maxwell, cada vez más extrañado, transmitía la respuesta. —¿Crees que ella esté soltera?, harían linda pareja — susurró fingiendo ser un secreto — Pregúntale por favor — insistió jalando de la manga del saco a Max.

—No voy a preguntar eso — frunció el ceño de manera inconforme. —Ya estamos casados ¿Recuerdas? ¿Te parece que está bien que estés arrojando a tu marido a los brazos de otra persona? — renegaba rodando los ojos.

La pobre Francesca, se limitaba a contemplar la escena, suponiendo acerca de qué estaban hablando.

A ella le pareció que la chica pelinegra era bastante divertida; de hecho, le sorprendía la manera en la que Maxwell había cambiado de una actitud tan formal, a una llena de confianza.

Para la pelirroja, era una desgracia que la esposa del amigo de su padre, hablara un lenguaje diferente; pero, por lo menos, debería intentar entablar una conversación por sí sola. 

Además de eso, sería la persona perfecta para ayudarle respecto a Erick.

Ellos se habían conocido hace dos años en una junta de negocios, y desde el segundo encuentro comenzó a notar que había características bastante útiles y sobresalientes en Erick. Con el paso del tiempo, sus sentimientos comenzaron a irse mezclando con su perfil laboral y cuando menos lo imaginó, se había enamorado del joven CEO de tez morena.

—¿Una chica como ella no es tu tipo? — cuestionó la menor sin ningún tipo de cuidado o pudor.

Maxwell estaba mordiéndose la lengua, una parte de él sabía que ella estaba jugando, pero el otro estaba en contra de su primera parte.

¿De verdad Emily estaría dispuesta a renunciar al contrato y lanzar a Maxwell a los brazos de otra persona?

¿Ella realmente veía esa forma como una manera de escapar?

—O lo niegas para no hacerme sentir mal. Descuida, soy bastante fuerte y consciente de mi valor como para sentirme mal por esas pequeñeces.

—No has comido nada, ¿Verdad? — expuso Maxwell esbozando una sonrisa.

Estaba comenzando a notar que, cuando ella hablaba sin parar, era porque necesitaba llenar su estómago.

Maxwell se apresuró a disculparse con Francesca y a despedirse de ella.

—Debemos organizar una nueva reunión, podría ser en un ambiente un poco menos formal — expuso Francesca en su idioma natal. —Y si su querida esposa  está en el lugar, sería mejor — expuso con una sonrisa, mientras se despedía de cada uno de ellos.

—Creo que a ella le gustaría — afirmó el chico.

Mientras rogaba para que a la revoltosa de Emily, se le provocara quedarse quieta, por lo menos durante la cena.

Si no se le ocurría hacer preguntas extrañas, sería mucho mejor.

Cuando los jóvenes ingresaron a la oficina, la mirada de Tom estaba puesta sobre Emily, la cual, lo había comenzado a evitar a toda costa.

Los dos eran demasiado testarudos, y no darían su brazo a torcer tan fácilmente.

Ellos estaban haciendo una ardua lucha de miradas, mientras Maxwell intentaba comprender qué había sucedido.

Ellos eran como pequeños niños que se estaban esforzando por llamar la atención de alguno de sus padres.

Estaban actuando de una manera tan caprichosa que, dentro de un par de minutos, ocasionarían que la paciencia de Maxwell se agotara.

Antes de que Emily o Tom dijeran algo, la puerta se abrió revelando el inexpresivo rostro de la madre de Maxwell.

El joven Tom, apenas la vio, su rostro se tornó blanco, sentía que iba a ser regañado por el simple hecho de respirar; ambos se llevaban de una manera completamente extraña, pero, por lo menos, no se terminaban mechoneando.

—Madre, recién he terminado la reunión que le mencioné — expuso el chico esbozando una muy leve y nerviosa sonrisa.

Se encontraba nervioso debido a la reacción que Emily podría llegar a tener, pero a diferencia de lo que pensó, ella no se había desmayado, aún.

Los ojos de la mayor no se habían despegado ni un instante del rostro de la chica. Estaba detallando cada aspecto de su posición y vestimenta, con el fin de poder llegar a una conclusión respecto a la manera en que la joven actuaba.

De hecho, a ella se le hacía extraña la manera en la que se veía la joven; con anterioridad, ella había juzgado a la «esposa de su hijo» como una mujer corriente, como una mujer sin clase, y eso, con exactitud, era lo que no le permitía saber a qué se enfrentaba.

Si la señora juzgaba según la manera en la que la joven se vestía, ella podría decir que era una respetada ejecutiva.




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