Esposa sustituta

• Mi esposa es la que manda aquí •

En un restaurante, la mirada de Maya recorría cada una de las mesas, para alistar cada una de las cosas que Ezra podría llegar a necesitar, el tiempo pasó mucho más rápido de lo que había llegado a imaginar.

Ella deseaba tanto poder regresar al trabajo, era una de las clases de personas que no se sentía cómoda haciendo nada; aún sí, era consciente de que el trabajo de madre, era un trabajo que duraba veinticuatro horas y tenía cuan continuidad de siete días a semana, sin siquiera poder pedir un descanso; era consciente de que los niños necesitan del cuidado y amor de sus padres, y eso, nada más le hacía más y más difícil tener separarse de él.

¡Quién diera que ella no tuviera por qué separarse de su hijo!

Si tan solo hubiera una manera en la que las cosas se solucionaran para ellos.

Ella deseaba poder dedicarle tiempo a su pequeño retoño; sin tener que preocuparse de las cosas superfluas de la vida; o, por lo menos, de poder estar a su lado todo el tiempo.

—¡Aquí! — exclamó una joven rubia a la distancia, al parecer ella sería la que iba a cuidar de su pequeño hijo, por lo menos, aparentaba ser una chica bastante dulce.

La joven estaba extendiendo su mano con bastante energía, una radiante sonrisa estaba en su rostro, parecía como si ella realmente amara cuidar a esas pequeñas criaturas.

—Es un placer conocerla — saludó Maya con una pequeña sonrisa, una parte de ella tenía miedo de separarse de su hijo, faltaban tan solo un par de días para que Ezra cumpliera su primer mes de nacimiento, y ella ya debía separarse de él.

Eso no estuvo nunca en sus primeros planes.

Ella esperaba soñando en convertirse en un ama de casa, una mujer dedicada a sus hijos, porque esa era una de las tareas más difíciles que un ser humano podría tener: Cuidar de una pequeña parte de ti, una que constantemente intentaba hacerse daño; una que dependía completamente de ti y que, a su vez, estaba luchando por descubrir cada rinconcito del mundo.

Maya no estaba preparada para separarse de su hijo.

—Este ha de ser el pequeño Ezra, ¡Es tan precioso! — exclamó.

La razón por la que la rubia amaba tanto de cuidar niños, era principalmente porque había sido diagnosticada con menopausia precoz, lo que la había dejado estéril.

No importaba cuántas cosas ella intentara, su destino estaba sellado.

Las palabras de Tom no le parecieron tan descabelladas al joven presidente ejecutivo, el cual, había comprobado en más de una ocasión que el rostro de Emily se tornaba como un papel cada que le mencionaba a los suegros.

—No digan ridiculeces, solo se me bajó el azúcar — renegó Emily aclarando su garganta.

«¿De dónde sacaban esos hombres ideas tan extrañas?»

Pensaba la joven.

«¿Quién en su sano juicio les temería a los suegros?»

—Sería genial que Max se encargara de cocinar, he escuchado que los Jones son expertos en hacer preparaciones — intervino Tom intentando cambiar el tema.

En cuanto a los chicos, ellos intercambiaron un par de miradas preocupadas, estaban recordando el incidente que había sucedido la última vez que el joven intentó cocinar.

—¡No! — exclamaron ambos con dramatismo.

Si era cierto que los Jones, tenían un talento para la cocina, Maxwell, en ese caso, lo tenía enterrado a mil metros; El joven necesitaba desarrollar sus habilidades, pero, casi mata a su joven esposa de un susto.

—A él le quedan mejor los negocios — expuso Emily soltando un pesado suspiro y llevando sus manos en dirección a su pecho.

Ella definitivamente deseaba vivir un par de años más; y una de las últimas cosas que la joven deseaba era morir debido a una intoxicación.

—Max, deberíamos comer un poco, pero afuera… Aún no es horario de almuerzo — expuso la pelinegra tomando del brazo al joven, imitando la manera en la que Tom le había hablado con anterioridad.

Maxwell no alcanzó ni siquiera a abrir sus labios, cuando Emily ya lo estaba arrastrando en dirección de la entrada, al percatarse de que ella había dejado las porciones de pollo en el escritorio, extendió su mano, las tomó.

—Lo siento hermano, mi esposa es la que manda aquí — dijo en un tono bastante formal, lo que ocasionó que una risita se escapara de entre los labios de la pelinegra.

—Si lo dices así, creo que podré casarme contigo cuantas veces quieras — susurró la joven en un tono bastante humorístico.

Tom, quien se quedó trabajando, realmente deseaba haber probado una porción de ese pollo.

—Debería haber aceptado sus disculpas en forma de pollo frito — se quejó lanzando un suspiro.

A las afueras del edificio, más exactamente al otro lado de la calle, una mujer estaba tomando fotografías de la pareja de esposos.

La cual, le enviaría a su jefa, quien, buscaba el momento indicado para regresar.

 




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