—Al finalizar el mes, creo que habré subido un par de kilos — masculló Maxwell señalando en dirección del pollo frito.
Él era el tipo de persona que se cuidaba al comer; sin embargo, aquellos hábitos dieron un gran giro al encontrarse con Emily, ella era el tipo de persona a la que no le importaba comer lo que su cuerpo le pidiera, eso sí, mantenerse alejada de aquellos platos que sin duda alguna la matarían.
No importaba cuanto comiera la pelinegra, ella no ganaría peso; era una maravilla para ella y la mayor envidia de Camila.
—¡No me culpes! Perfectamente, podrías negarte — masculló la chica llevando una de sus cejas.
Una sonrisa ladina se posó en sus labios, ella no dudaría ni un solo instante en devorar aquello que el rubio no logre comer.
—¿Te ha vuelto a contactar? — cuestionó ella sacando un hueso de su boca.
La mirada de Maxwell se mostró un poco confundida sobre la chica de cabellera lacia, ¿A quién se refería? Él no sabía de qué o quién estaba hablando.
«Hablo de la bruja» contestó la chica al notar la expresión de su amigo.
Ella, por su parte, comenzaba a sentirse de mal humor cada que pensaba en la conversación de esta mañana.
¡¿Quién se atrevía a intentar reclamar a una persona cuando ella misma la había abandonado?!
Era un acto carente de algún tipo de cordura, y Emily no estaba dispuesta a soportarlo.
Maxwell desvió un momento su mirada, con la intención de poder recordar de una mejor manera; pero, ninguna clase de contacto llegó a su mente desde la última vez en la que supo que Emily estaba al lado de Berremy.
—No, no recuerdo nada. ¿Por qué lo preguntas?
—Me llamó. Por eso mis malas respuestas hace unas horas, lo siento. Ella me estaba sacando de mis casillas. Sabes que soy extremadamente paciente; pero ella tiene la habilidad de hacer que toda ella se vaya al cesto de la basura — dijo con absoluta seguridad, pero, a los ojos de Maxwell, Emily no era tan paciente como parecía.
—Por supuesto; eres una de las personas más pacientes que jamás he conocido — le siguió la corriente, pero lo dijo con un toque de ironía. —¿Qué te dijo? — cuestionó una vez más sintiendo que la curiosidad lo carcomerá de a poco si la joven no se apuraba a hablar.
Quizá, una de las cosas que Maxwell más apreciaba, era la facilidad que tenían para el diálogo, a pesar de que, en ocasiones, se les olvidara que esta era la mejor solución para sus disputas.
—Me dijo que me fuera preparando, que ella regresaría dentro de poco y yo podría regresar a mi vida de soltera, o ir con Jeremy; dijo que hacemos linda pareja — sonrió al final.
No porque se sintiera halagada; sino porque sabía que eso podría hacer que Maxwell se molestara un poquito, él no podía escuchar el nombre de Jeremy sin enojarse.
—¿Y…? ¿Qué le dijiste? — frunció el ceño, él estaba completamente molesto, aun así, no deseaba dañar el chisme, sabía que, Emily, podría dar por terminada la conversación y de ahí, nadie haría que cambiara de opinión para hablar.
De manera que tendría que esperar a que ella le contara a Tom y luego preguntarle a su amigo.
—Le dije que no se preocupara — elevó sus hombros. —Al final de cuentas te gusta la hija del presidente de esa empresa de Venecia — sus labios se fruncieron un poco al decirlo. —ahora que lo pienso, Te gustan de cabello rojo ¿Eh? — su mirada demostraba un poco de picardía y bien que estaba bromeando, Maxwell no se percató de que lo hacía.
—¡¿Cómo crees?! — exclamó él un tanto sorprendido —¡¿Cómo se te ocurrió hablarle de la señorita Francesca?! — cuestionó en un hilo de voz, —además de eso, ni siquiera me llaman la atención las pelirrojas ¿o has escuchado que tienen bastante sensibilidad a la piel? Viajar a la playa junto a ellas sería una tortura… Espera, si esta mañana no conocías a la señorita Francesca — masculló entrecerrando los ojos. —Sé honesta, ¿qué le dijiste a Elisa? — cuestionó una vez más.
—Que me iría cuando ella regresara, al final de cuentas, soy una esposa sustituta ¿No es así? — respondió la chica con seriedad.
Aunque no había dicho totalmente eso, estaba omitiendo el resto de la conversación.
En ese mismo instante el semblante de Maxwell eliminó todo rastro de sonrisa.
«¿Es cierto que Emily se iría? ¿Cuándo quedamos en que ella sería esposa sustituta?»
—No digas tonterías — sentenció el rubio. —No hay manera en la que esa mujer regrese a mi lado; eres mi esposa temporal, no una sustituta, que recuerde, no me llegué a casar con Elisa — expuso intentando desviar el tema de conversación. —Así que, si ella llega a regresar y toma el lugar que tú tienes, ella sería la sustituta, no tú.
Una estruendosa carcajada se abrió paso por los labios de Emily, lo que estaba diciendo su compañero no carecía de ningún tipo de sentido, de hecho, tenía razón en que, la sustituta sería Elisa, si quisiera volver a la vida de Maxwell.
—¿A quién eliges? ¿A Elisa o a Francesca? — cuestionó la chica con una sonrisa bastante pícara.
Sabía que no había nada entre la hija del presidente de esa empresa y Maxwell; aun así, le estaba gustando molestarlo con la jovencita, quizá esa era la manera que Emily tenía para evitar sentir esa extraña sensación en su pecho.