Esposa sustituta

• Casémonos •

—Ha pasado demasiado tiempo, ¿no lo crees? — cuestionó la rubia ladeando levemente su cabeza.

—En efecto, han pasado cerca de seis años, unos muy tranquilos, por cierto — aclaró el hombre con seguridad.  —¿Qué es lo que hace aquí? Pensé que estaba al otro lado del mundo, disfrutando las riquezas de otro — dijo con un sutil tono de humor, pero que, de igual manera, tenía la intención de molestar a la joven, la cual le restó importancia y asintió.

—Lo hice, pero regresamos a nuestra ciudad natal para poder contraer oficialmente matrimonio. Debemos reconocer que este lugar es uno de los centros más exclusivos de nuestro país, así que ¿Por qué razón lo haríamos en un sitio diferente a este?

Lo único que el hombre de traje podía sentir en ese momento, era lástima por quién fuera su prometido

 Aquella rubia era conocida por sus ataques de ira, sus deseos de dominar sobre lo que sea que se le atravesase y, además de todas esas cosas, era una persona extremadamente ambiciosa. Esa era la razón que encontraron sus padres para sacarla del testamento de su anciano progenitor.

El comportamiento de la chica dejaba mucho que desear proviniendo de una familia tan respetada como lo eran ellos.

Sus padres eran completamente opuestos al desastre de hija que criaron; quizá, lo que hizo que la joven creciera de esa manera, eran las innumerables libertades que sus padres le habían dado.

Cuando consiguió con quien estar, y que pudiera darle cada cosa que ella deseara, se decidió a abandonar su trabajo, además de cada cosa que poseía en la ciudad, se fue detrás de él al extranjero.

Quizá la razón que la chica tenía para regresar, no era la que había dicho, sino restregar en la cara de cada una de las personas que conocía, su extravagante boda.

—Dime, ¿A qué se debe el hecho de que hayas decidido venir a mi encuentro? Y ¡Cómo carajo me encontraste! — exclamó irritado, dejando a un lado toda la pasividad que tenía.

Una sonrisa ladina se posó una vez más en el rostro de la chica y una pequeña risita se escapó de entre sus labios.

—Te encontré porque supe que hay algo que necesitas de mí, y yo de ti —una de sus cejas se elevó añadiendo un poco más de misterio al asunto.

—No necesito, ni deseo nada de ti — escupió el hombre con brusquedad.

—Yo conozco a la chica que buscas. Puedo acercarme a ella, si tú me ayudas con lo que yo necesito. Te veré en el nuevo edificio, a las siete en punto, no llegues tarde. Una vez que rechaces mi ayuda, no podrás volver a pedirla jamás — sentenció la chica con seguridad, se alejó dando enormes zancadas.

¿Qué era lo que ella estaba deseando?

La verdad era que no había nada que el hombre de traje quisiera decirle a ella. Sería como ponerse una soga al cuello, pero, su mente no dejaba de pensar en que ella había dicho segundos atrás que conocía a Emily y que podría acercarse a ella.

¿Eso era verdad?

Algunas horas atrás, Elisa había terminado de ajustar el último detalle de su plan, para poder regresar a la ciudad, no había nada que ella necesitara más que estar en el mismo lugar que Maxwell y Emily, de esa manera ella podría monitorear sus acciones.

Ella podría hacer todo lo que deseaba, estando cerca de ellos.

Elisa; bien que podría correr a los brazos del chico de melena dorada, era consciente de que quizá no sería tan bien recibida; además de eso, ella no estaba dispuesta a soltar cada una de las cosas que había adquirido gracias a estar al lado de Pierre.

—¿Debería regresar, o debería quedarme aquí? — se preguntaba mientras lanzaba un par de dardos a la pared. —Me iré — resolvió con una sonrisa triunfante.

El plan que se estaba tejiendo en su mente, estaba sufriendo cambios a cada instante, pero eso no le restaba efectividad, de hecho, ella estaba convencida de que eran cada vez mejores, si todo salía como ella deseaba, ninguna clase de sospecha reposaría sobre ella. Si no que, quedaría como una pobre víctima más.

—En embarazo, ¿Eh? — masculló con una sonrisa de lado. —eso ya lo veremos — sentenció lanzando, una vez más, otro de sus dardos, el cual cayó en la nariz de aquella fotografía de la pelinegra.

—¡Ya estoy en casa! — exclamó Pierre corriendo a buscar a su amante, la cual se suponía que debía estar guardando reposo en su cama.

Al escuchar la voz de su pareja, Elisa corrió a esconder lo que ella estaba usando y a lanzarse a la cama.

Ella era consciente de que debía mantener un semblante de moribunda si realmente deseaba poder tener en la palma de su mano, a Pierre. La verdad era que, ella disfrutaba ser el centro de atención.

—¿Cómo te sientes, bebé?— respondió el hombre tomando la mano de la rubia, al mismo tiempo en que posaba la otra sobre su frente para poder comprobar la temperatura. Los ojos de la chica de melena clara estaban cerrados con fuerza, mientras esperaba encontrar una excusa creíble para poder mostrarse descontenta con el hombre.

—Has estado actuando extraño desde que regresamos del hospital — susurró el hombre con un tono de voz demasiado afectado.




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