Esposa sustituta

• Cásate conmigo y te mantengo •

Max y Emy

—¿Qué crees que dirán tus padres si se enteran de que hemos escondido el embarazo? — cuestionó la chica siguiendo la corriente. —No quiero que se molesten por esconder tan grande noticia; pero no me siento preparada para decirlo. Mi madre siempre me ha recomendado que, en casos de embarazo, esperar por lo menos un par de meses más.

—Lo entiendo y sé que mis padres lo harán, así que no te preocupes, te hace mal ¿Te parece si te llevo de regreso a casa? Debes descansar — sonrió el rubio tomando la mano de la contraria.

En el momento de levantarse, ambos notaron que una de las presentes giraba su rostro demasiado rápido, y en efecto, era ella una de las enviadas de Elisa para seguirlos.

Los jóvenes actuaron como si no la hubiesen notado y cruzaron por su lado, en ese momento, Maxwell estaba rodeando a Emily por la cintura, no permitirían que su trabajo hubiera sido en vano, ninguno debería sospechar de su relación, y mucho menos aquella cabeza de mazorca.

—He tenido una extraña sensación recorriendo mi cuerpo en la mayor parte del día — se quejó el chico sacudiendo su cuerpo, con la intención de eliminar lo que fuera que sintiera.

—Me pasó cuando me encontré con tu madre; quizá son nervios — susurró la chica abrochando su cinturón.

Una pequeña risita se escapó del rostro del mayor, dentro de un par de años, estaba seguro de que sería un grato recuerdo.

—Creo que es una situación un poco diferente, se siente como si algo malo estuviera a punto de pasar.

—¡No digas eso! — gritó Emily espantada.

—Solo es una sensación. Dudo que algo malo pase en este momento.

Acto seguido, un camión extremadamente grande se estacionó detrás de ellos. —¡Es una broma! — gritó la joven sintiendo cómo su cuerpo intentaba esconderse, ella le tenía pánico a aquellos vehículos que eran, en extremo, más altos de lo acostumbrado.

La chica, de manera instintiva, se estaba inclinando más y más a la dirección de Maxwell, el cual observaba con detenimiento la reacción de la pelinegra. 

Ella en ocasiones era peor que una gallina, por lo menos, debía agradecer que la chica no salió corriendo.

—Ya, no seas miedosa, no te va a pasar nada — afirmó con seguridad. —No mientras yo esté aquí — la miraba con una sonrisa ladina —no dejaría que a la madre de mis diez hijos, le llegara a suceder algo; de veras que no, es decir, ¡¿Qué haría para lidiar con diez mocosos! —exclamó de una manera humorística.

—Creo que estás exagerando un poco demasiado — sentenció la pelinegra sintiendo cómo el camión se acercaba más y más a ellos. —¿Podrías por favor conducir? No quiero estar más aquí — susurró, sintiendo cómo sus manos comenzaban a sudar un poco.

Maxwell hizo como la joven le pedía, hasta el momento, él era consciente de que ella le tenía miedo a la palabra «suegros» pero no imaginó que también le tuviera miedo a los camiones.

Bueno, debía reconocer que esto era un poco más fácil de digerir que temerle a los suegros.

—¿Sabes? — masculló Maxwell luego de un pequeño silencio. —Para hacer más creíble nuestra actuación, deberíamos comprar cosas de bebé — aclaró su garganta —claro, si eso es lo que tú deseas, si no quieres, no importa — afirmó con seguridad.

—Para mí está bien — sonrió la joven.

Por lo menos podría disfrutar de un par de compras. Ella siempre había amado la ropa de bebés, por lo que esta era la mejor ocasión para adquirir un poco de esta.

El vehículo se detuvo, justo en frente de la mansión, Emily se despidió agitando su mano a la distancia, mientras el joven continuaba aún en el auto.

La menor recordó que debía entregar un pequeño avance de su trabajo, así que decidió dirigirse al interior.

—¡Emily! ¡Espera! — la llamó el joven empresario, bajándose a toda prisa del vehículo.

—¿Suce…? — ella no terminó la frase, hasta que sintió los brazos de Maxwell rodeándola. —¿A qué se debe esto? —cuestionó sintiendo cómo su corazón daba un vuelco.

Sin que el joven la soltara, ella logró darse la vuelta, para quedar cara a cara, una sonrisa se posó en el rostro del joven. —Si vamos a despedirnos, deberíamos hacerlo bien — masculló.

La joven asumió que había visto, una vez más, a esa mujer que lo estaba siguiendo.

Así que rápidamente se metió en el papel que estaban jugando.

Con lentitud, Maxwell estampó un beso en la frente de la menor sin soltar su cintura.

Su respiración se estaba sincronizando, en un movimiento rápido, Emily unió sus labios con los del rubio; los ojos de este se abrieron debido a la sorpresa, pero, aun así, le fue difícil resistirse.

Sus cuerpos estaban cada vez más cerca, y no existía ninguna señal de querer separarse.

«No creo que sea una relación falsa»

Pensó Emma corriendo a esconderse en una de las esquinas.

Emma y Tom

Bien que ella en ningún momento había pensado en traicionar a la casi única persona que le había agradado en la ciudad; ella estaba segura de que lo mejor que podría hacer, era advertirle a la pelinegra amante del pollo frito que había un hombre desquiciado detrás de ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.