Una pequeña risita juntamente con una sonrisa se escaparon del rostro de la pelirroja, su piel era demasiado pálida como para esconder el sonrojo que este le ocasionó; aun así, aclaró su garganta y giró su cuerpo en dirección de su interlocutor.
—¿De verdad lo harías? De algo tan bueno no dan mucho — rio la menor ladeando su cabeza. —¿Qué te trae por aquí? — indagó con curiosidad.
Bien que Emma no estaba interesada en tener que mantener una conversación con cualquier persona, había algo dentro de Tom que le hacía despertar demasiada curiosidad.
—Eso debería preguntar yo… ¿Emily volvió a pedir una caja especial de pollo, otra vez? — frunció el ceño. —Admito que el pollo es delicioso, pero ella exagera demasiado — soltó una pequeña risita nerviosa.
—Solo vine a saludar — aclaró la chica. —Pero debería aceptar que tiene un ligero problema con el pollo. La verdad es que yo no puedo quejarme, me ha dejado buenas propinas — expuso con picardía.
—¡Sí! Es como si no pudiera llegar a vivir, si no le dan pollo frito, además de eso, arrastró a Maxwell a una leve adicción también. Es una verdadera pesadilla — se quejó el chico lanzando un pesado suspiro. —¿Y a ti, te gusta? — cuestionó.
—Un poco, ya sabes, el que vende no consume — bromeó la chica esbozando una ligera sonrisa.
De un momento a otro, la sonrisa que tenía se esfumó.
—Acompáñame — dijo tomando del brazo al mayor, lo arrastró en dirección del vehículo de este.
—¿Sucede algo? — mascullaba el joven de melena rizada, aún confundido por la repentina acción de la chica.
El corazón de Tom comenzó a latir con un poco de fuerza al sentir el tacto de Emma, ella tenía una gran cantidad de fuerza que de seguro le dejaría un gran moretón al joven; aun así, él estaba contento de poder tener un poco de contacto físico.
—Sácame de aquí, por favor — casi rogaba la chica, intentando a toda costa ver en una dirección opuesta en la que estaba una silueta familiar.
Los negruzcos ojos de Emma se mostraron un poco más oscuros que lo acostumbrado.
Él estaba casi seguro de que había algo que de verdad le estaba incomodando.
¿Había sucedido algo entre Emily y ella? No, eso le sonaba demasiado difícil de imaginar.
Su amiga no era del tipo de personas que disfrutaba comenzar o mantener una discusión, con alguien, y sí, Elisa era completamente un caso aparte; pero la pelinegra por lo general era una chica demasiado tranquila que se llevaba bien con todo mundo.
Tom estaba lleno de curiosidad, aun así, estaba seguro de que no debería incomodar a la pelirroja con preguntas; él, simplemente que se quedaría a su lado hasta que ella se sintiera con la confianza suficiente para hablar, lo primero que debería hacer era ganarse su confianza.
—¿Estás bien? — preguntó cuando ambos estaban bastante lejos de la escena.
Tom no estaba seguro de a dónde se suponía debería llevar a la pelirroja.
Un suspiro fue la única respuesta que Emma estaba dispuesta a dar, no quería que el nudo en su garganta la delatara.
Unos cuántos minutos después y sin que ninguno hubiera dicho nada, se percataron de que estaban muy lejos de la ciudad.
—¿Dónde estamos? — preguntó Emma observando alrededor.
—No tengo idea — masculló el joven imitando la acción de su compañera.
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Max y Emy
Su respiración se estaba sincronizando, en un movimiento rápido, Emily unió sus labios con los del rubio; los ojos de este se abrieron debido a la sorpresa, pero, aun así, le fue difícil resistirse.
Sus cuerpos estaban cada vez más cerca, y no existía ninguna señal de querer separarse.
Los brazos de Emily fueron escalando con lentitud en dirección del cuello del chico de melena de oro.
Estaba más que claro que ninguno de los dos tenía deseos de separarse primero, aun así, los ladridos de un can que corrió entre ellos logró separarlos.
Una sonrisa nerviosa, además de un sonrojo en sus mejillas, adornaron sus rostros.
No sabían de qué manera actuar detrás de eso, así que sacudiendo sus manos y Maxwell caminando en dirección del vehículo de manera torpe se despidieron.
—¡Cuidado! —exclamó Emily al ver que el chico se estrelló con su propio auto.
En el momento en que la pelinegra cruzó la puerta, su cuerpo se apoyó en esta. Su mano derecha se dirigió a su pecho, su corazón estaba extremadamente agitado.
—¡¿Qué acaba de suceder?! — exclamó cubriendo su boca con las manos, estas pasaron a despeinar su lacia melena —¿Ahora cómo miraré a Max a los ojos?
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—Me besó… ¿De verdad lo hizo? — sus ojos estaban centrados en la nada y sus labios entreabiertos.
Maxwell no esperaba que algo así sucediera, bueno, no que ella se atreviera a hacer algo así… él de verdad lo había querido, desde hace algún tiempo, pero no quería incomodarla.