—Ya, Max… sabemos que estás nervioso, pero no le hables así al niño — le defendió Emily posando una de sus manos sobre el hombro del chico. —Puede que decida escapar y no logremos castigarlo — dijo eso último entre dientes con el propósito de que Tom no le escuchara, pero sí Maxwell, el cual esbozó una sonrisa ladina.
«¡Max! ¡Max! ¡Por favor, no me mates!»
Rogó el menor al otro lado de la línea.
Estaba comenzando a temer por su vida, pues pocas veces eran las que había llegado a ver al de melena dorada, tan molesto.
Además de que no era ningún secreto que en ocasiones podía llegar a ser tan impulsivo.
—No te preocupes Tomy, no dejaré que te haga nada… — en ese momento la señal comenzó a fallar una vez más. —¿Me oyes? — la respuesta de los chicos se escuchaba entrecortada.
El mapa con la ubicación de los chicos había llegado, al parecer, se encontraban en un punto demasiado lejano.
—¡¿Cómo llegaron ahí?! — exclamó Emily confundida.
—¿Llegaron? — repitió el chico que no sabía de quién era el acompañante de su joven amigo.
La pelinegra, sin añadir nada más, se limitó a señalar la pantalla de su celular en el que estaba el nombre de Emma.
—Oh, ya veo — una de sus cejas se levantó denotando un poco de sorpresa.
—Cómo sea, harán lo siguiente: No regresen a la ciudad, si encuentran un lugar en el que puedan quedarse, mucho mejor — afirmó la pelinegra. —Cuando ya la tormenta haya terminado, iremos por ustedes, pero por ahora, quédense donde están.
«Emy, no escucho»
Lloriqueaba Tom.
—Quédense allá — hizo una pausa —tormenta — hablaba Maxwell, alargando las palabras con la intención de que estas fueran un poco más entendibles respecto a las interrupciones.
La llamada se cortó sin que pudieran despedirse o por lo menos asegurarse de que hubieran recibido el mensaje de manera adecuada.
—Los voy a dejar calvos — sentenció Emily llevando sus manos a la cabeza. —Por lo menos, van a estar lejos de la tormenta, dos menos en quién preocuparse — suspiró intentando mostrarse más serena.
—O puede que se alejen mucho del sitio y sus celulares se apaguen, sin darnos chance de saber en dónde se encuentran — afirmó Maxwell apoyando su brazo en el hombro de la menor.
—Gracias por la ayuda — frunció el ceño.
La risita de la anciana, le hizo recordar a Emily que no estaban solos, y, en cuanto a Max, de un pequeño salto se había dado la vuelta para quedar de frente a su abuela y su progenitora.
—¿Por qué no me dijiste que estaban? — susurró entre dientes.
—Me dijiste que Tom desapareció, no tuve tiempo — respondió de la misma manera.
—¡Abuela! — exclamó el rubio acercándose a la anciana, que con una radiante sonrisa besó la frente de su nieto. —¿Por qué no me dijiste que vendrías? De esa manera nos habríamos preparado para recibirla como merece — dijo con dulzura.
Los ojos de Giselle estaban fijos en su hijo y en la manera en la que él trataba con su abuela.
¿Por qué razón él no se comportaba de esa manera con ella?
Era una de las preguntas que rondaban, no solo por la cabeza de la señora, sino también por la de Emily.
—Debido a la tormenta, les pedí que se quedaran junto a nosotros, así que se quedarán esta noche — Habló Emily.
Ella deseaba poder desviar la atención de la señora Jones de su hijo y suegra.
—Max, quédate por favor con ellas, mientras preparo una habitación para que se instalen.
—Te dije que eran necesarias las habitaciones extra — afirmó el chico con una pequeña sonrisa.
—Max, tener cerca de diez habitaciones sin usar, no creo que sea apropiado — sentenció la chica con una de sus manos en la cintura, su cuerpo giró en sus tobillos y abandonó la sala.
Cuando ya estaba en el piso superior, sus pasos corrieron en dirección a la habitación que ella estaba utilizando. Tomó todo lo que había y lo llevó a la habitación de Maxwell.
—Debería haber instalado menos cosas — se quejaba mientras sacaba su ropa de los cajones superiores.
Ella había aprendido bien de su madre que una persona en una casa diferente, muchas veces no aguantaba la curiosidad de ver qué es lo que hay en el interior.
Debía admitir que en ocasiones lo había llegado a hacer, por lo que, sabía a qué atenerse.
Todas las cosas las dejaría en la habitación de Max y las organizaría de manera que pareciera que era la habitación matrimonial de ambos jóvenes; además de eso, Emily no se vería «obligada» a pasar la tormenta sola.
Luego de que las cosas terminaran sobre la cama de Maxwell, ella se apresuró a poner un nuevo edredón en su cama.
Su habitación se veía extremadamente triste y vacía, pero ya estaba lista para la visita.
—Tendré que habilitar una habitación más para recibir visitas… el único que se queda es Tom, bueno, lo hizo una vez — elevó los hombros y regresó a la habitación que compartiría con el rubio, se dedicó a organizar cada cosa de esa montaña gigantesca que había creado.