Esposa sustituta

• No seas grosero •

Una gran carcajada se escuchó en el lugar, la anciana se estaba riendo demasiado, tanto que la joven Emily pensaba que en cualquier momento podría llegar a orinar sus pantalones; cosa que, no parecía importarle a la mayor.

—Creo que deberías ser un poco más amable con tu madre — masculló la pelinegra tomando del brazo a su compañero. —Solo está intentando ser amable — afirmó por segunda vez y los ojos del chico se posaron sobre ella con un poco de serenidad.

Él era consciente de que la menor no había tenido la oportunidad de conocer la verdadera actitud de su madre, y que, era normal que la pelinegra intentara ver siempre el lado positivo de las personas.

Solo que, era hora de que llegaría el momento en el que ella tendría que dar cuenta de que su madre no era tan buena como parecía.

Claro que el chico de melena rubia le guardaba un profundo respeto a su progenitora, y que ella había hecho lo posible por ser una madre no tan ausente.

Ella había hecho lo que podía con lo que tenía.

Quizá, en una parte de su interior, estaba reflexionando acerca de su actitud con su madre.

Pero ella, en un pasado ¿Había intentado llevarse de manera adecuada con su propio hijo más allá de un negocio o por un beneficio propio?

—Lo siento, madre — dijo el joven con un poco de recelo en su voz.

Él de verdad no esperaba ofenderla, esa no había sido su intención, lo que él realmente esperaba era que su madre pudiera decirle qué era lo que realmente deseaba, estaba esperando poder comprender a la mujer que le había dado a luz.

Por lo menos, si la entendía, podría intentar no ser tan distante con ella; pero, debía admitir que en ocasiones la actitud de su madre no ayudaba.

—Descuida, sé que es un poco extraña para ustedes mi actitud — respondió la mayor con un dulce tono de voz.

¿De qué manera debía ser amable?

Giselle había crecido en un hogar en el que eran pocas las muestras de afecto; sin embargo, al llegar a casa de los señores Jones, la sorpresa de que su familia fuera demasiado cariñosa, la tomó por sorpresa.

¿Una caricia? ¿Qué era eso?

La familia de su padre se caracterizaba por su frialdad en la toma de decisiones.

En ningún momento de su niñez la mujer había llegado a sentir un poco de calidez o cariño por parte de sus padres y, eso era lo que le impedía demostrarlo, ella no podría demostrar un amor que ella, jamás en su infancia o en su vida, había llegado a sentir.

Era un mundo completamente nuevo.

—No se preocupe, señora Jones. Yo me encargaré de educar a su hijo adecuadamente — masculló la pelinegra jalando la oreja del mencionado —y si no puedo hacer nada, mi mamá hará un buen trabajo con su hijo — expuso ella con seguridad.

La mirada de la anciana y de Giselle se abrieron de par en par.

De hecho, nadie en su vida se había atrevido a tratar a Maxwell con esa actitud que la pelinegra estaba teniendo.

¿Quién se atrevería a tocarle un cabello al joven heredero de la empresa? Bueno, esa, quizá era Emily.

La chica a la que casi no le importaba seguir las etiquetas de la clase alta, y que estaba segura de que todos los padres debían ser respetados por sus propios hijos.

—Creo que deberíamos cenar — invitó la pelinegra con un dulce tono de voz, ella no estaba dispuesta a permitir que los comentarios inoportunos de su esposo falso arruinara la noche.

Ella ya tenía suficiente con la noticia de esa tormenta.

Y no era algo que le agradara demasiado.

La mente de la menor con el solo pensar acerca de la palabra: Tormenta, estaba llenándose de imágenes de desastres, inundaciones, daños eléctricos y cientos de cosas más.

Pero, a pesar de que estaba completamente horrorizada, estaba dispuesta a hacerles pasar una velada extremadamente feliz a su familia política.

La cena estaba pasando de manera agradable, la persona que no paraba de hablar era la menor, que se acostumbraba a tener charlas en medio de la cena; en cuanto a las señoras, ellas pocas veces había llegado a cenar juntos de una manera casual y esto les resultaba extrañamente acogedor.

La hora de la cena había terminado, y el número de alertas por desbordamientos estaba llegando a su límite.

Maxwell habrá notado cómo la joven Emily estaba observando repetidas veces esas noticias y, de manera disimulada, tomó su celular para esconderlo. Estaba seguro de que si la pelinegra seguía con esa actitud, iba a terminar muriendo de miedo.

Una parte del rubio se sentía descansada al saber que Tom se encontraba en un lugar tranquilo, y, a pesar de que no se pudiera explicar la razón por la que había terminado junto a Emma en un lugar tan retirado de la ciudad, era algo demasiado bueno.

O del caso contrario, el rubio tendría que dormir al lado de dos gallinas humanas.

Aunque su mente no le permitía olvidar, lo afortunado que era al saber que Emily era una completa gallina… ¿Cómo olvidaría la vez en la que los ronquidos de Tom le hacían pensar que se trataba de un oso?




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