Los pasos de una nueva persona hicieron alertar a la anciana de la presencia de su nuera; la cual, llevando una de sus manos a la cintura, le reprochaba acerca de estar escuchando conversaciones ajenas.
—No es lo que parece Giselle — susurró la mujer con una sonrisa ladina.
—Estás invadiendo la privacidad de una pareja casada. Madre, yo no le creía capaz de hacer algo semejante — expuso la menor sacudiendo su cabeza con desaprobación.
La anciana desvió su mirada, estaba claro de que ella estaba haciendo algo incorrecto, y que, no era justificable las cosas que estaba haciendo, no cuando ella rechazaba a las mujeres que parecían ser demasiado entrometidas, y, justamente, se estaba comportando como una de ellas.
—Tienes razón, querida. No es bueno lo que estoy haciendo; por favor, no le digas a mi nieto que me enteré de la noticia — expuso la anciana regresando a su habitación.
¿Ella había escuchado bien?
Su nieto por fin le daría un heredero que fuera el responsable de prolongar el nombre de su familia por más generaciones.
Ella debía admitir que en un momento se había asustado al suponer que su hijo no estaba interesado en las mujeres.
Pero saber que se había casado y que la mujer estaba en embarazo.
¡Era una noticia que merecía ser compartida y celebrada con grandeza!
Pero, el pequeño problema estaba en que se suponía que el embarazo de la joven Emily, era un completo secreto para todos en la familia.
¿De qué manera ella podría comprobar que estaba en embarazo y hacerlo pasar como un juego de abuela?
La anciana tenía numerosas recetas bajo su manga, su madre se había encargado de transmitirle infinitos trucos para poder asegurarse de que una mujer estaba en embarazo.
Trucos que su nuera conocía de manera muy superficial, y que su nieto, bueno él, jamás los había llegado a escuchar.
Era la mejor manera para hacer que ese secreto saltara a la luz de manera accidental. O por lo menos, que pareciera ser una coincidencia.
Ella no quería que su primer nieto permaneciera en secreto.
—Madre, ¿me puede explicar por favor qué era lo que usted estaba haciendo en la habitación de Maxwell? — preguntó la señora con un poco de confusión en su rostro.
Era la primera vez que había llegado a presenciar una escena como esas, en los numerosos años que había estado al lado de la señora.
—No es nada, no te preocupes, hija — afirmó intentando desviar el tema de sus maquiavélicos planes.
La abuelita, en ocasiones, podría llegar a ser una de las personas más entrometidas que jamás habían llegado a pisar el planeta; solo, si se trataba de su amado nieto.
—Eso fue lo que dijo antes de que me llamaran del hospital, porque la señora se cayó de una patineta — masculló Giselle con un gesto de preocupación.
Una pequeña sonrisa se posó en el rostro de la anciana, la cual era consciente de la preocupación de su nuera; solo que, en esta ocasión, se trataba de algo mucho más seguro y tranquilo.
No era nada comparado a la carrera de skateboard a la que había asistido con uno de sus traviesos vecinos adolescentes.
La anciana había aprendido su lección; aun así, ella lo repetiría si tuviera la oportunidad de vivir una aventura llena de adrenalina.
No podría olvidar el gesto de su esposo al imaginar que podría haber quedado viudo antes de tiempo.
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—Siento que Elisa está planeando algo — masculló Emily al borde de la cama. —Es que es extraño que ella llame y pregunte por mí, ¿Y si llega a secuestrarme y toma mi lugar? — preguntó en un hilo de voz.
—Si ella llega a reemplazarte, creo que me daría cuenta de inmediato — afirmó el joven observando a la menor.
—¿Cómo vas a saberlo? ¡La última vez casi te infartas! — exclamó la chica intentando ignorar los truenos que hacían vibrar el suelo.
—¡Oye! — exclamó el chico un poco ofendido. —Te dije que es fácil diferenciarlas, bueno, si me pongo a meditar acerca de eso, tú eras muy ocurrente y no pienso que a ella se le pasen ideas tan descabelladas, tan de la nada.
Las palabras del chico le parecieron creíbles a la pelinegra, ella era demasiado ocurrente y no había nadie, salvo Tom, que pudiera actuar de esa manera.
¿De qué manera actuaba Elisa?
¿Qué clase de mujer era?
Esas preguntas comenzaban a rondar en su cabeza.
Hasta el momento, Emily solo había llegado a escuchar la voz de la chica, no había llegado el momento en el que se encontraran cara a cara, y la actitud de una persona era lo más importante para poder identificar su manera de ser.
No era lo mismo un presidente de compañía que llegara con autoridad, a que llegara con una actitud de sumisión.
—Bueno, pero de igual manera siento que ella está haciendo algún plan. No sé, es ese instinto de las mujeres. Siento que algo va a suceder dentro de pocos días — su tono de voz era bajo, mientras jugaba con sus manos. —Si tuvieras que elegir a una ¿A quién elegirías? — preguntó la chica con curiosidad, fijando su mirada en el mayor.