Esposa sustituta

• Una tormenta desastrosa •

En un punto completamente alejado de la ciudad, los ojos de un hombre contemplaban su más radiante creación.

Estaba satisfecho de que cada uno de los detalles de su mansión se hubieran llevado a cabo de manera perfecta; de lo contrario, sus empleados podrían llevar las consecuencias de su fracaso.

—Han hecho un buen trabajo — expuso el hombre de traje, ajustando su corbata.

La joven Emily estaba comenzando a no tener escapatoria.

Si no hubiera sido porque Elisa había interferido en el plan que tenía de hacer que Emma sacara un poco más de información de la pelinegra, con el fin de poder saber cómo era la manera apropiada para acercarse a ella.

¿Debería quizá usar su influencia para poder hacer que hicieran lo que él deseara?

Su cabeza fue llevada de un lado a otro, él no estaba convencido de que esa era la mejor opción; no por ahora.

La influencia, sería el último medio que emplearía, porque, sabía muy bien que la posición de una persona, le importaba poco a la joven chica de cabello oscuro.

¿Esa actitud de la pelinegra, era quizá una de las cosas que lo habían hecho fijarse en ella?

El hombre de traje no olvidaría el momento en el que la vio por primera vez, a pesar de que él estaba convencido de que ella no lo recordaba, no había llegado a ver su rostro, pero él sí el de ella.

Su rostro era uno que no podría olvidarse con facilidad, y sus ojos… Esos ojos lo habían cautivado desde el primer momento.

—¡Es un honor, señor! — exclamó el hombre que estaba encabezando la obra.

Ellos jamás habían llegado a imaginar que recibirían un halago por parte de su jefe. Por lo que los tomó completamente desprevenidos.

Tom y Emma

La mano de Tom acariciaba lentamente la espalda de Emma, la cual se había quedado dormida.

El joven no podía creer lo mucho que los padres habían dañado a esa pequeña flor que tenía en frente de sus ojos.

Los padres de Emma deberían estarse arrepintiendo por cada una de las cosas que habían hecho, sin cuidar la salud de su hija mayor.

¿A quién en su cabeza le cabría la idea de que ella había atravesado algo así?

¿Qué clase de padre permitiría que su hija fuera explotada o qué clase de madre callaría?

En ocasiones, a los ojos de Tom, el mundo parecía no tener esperanza.

De hecho, era consciente de que su relación con sus padres y su actitud no era la mejor de todas.

Pero jamás en su existencia se imaginaría actuando como aquellos jóvenes que terminaron quitándole la vida a aquellas personas que, en un punto, se habían roto la espalda con el fin de que nada les faltara.

Por otro lado, aquellos padres que no les importaba que esos hijos eran dependientes de ellos y una de las garantías para que su apellido permaneciera para siempre.

El mundo era un lugar completamente de cabeza, y muchas personas inocentes están sufriendo las consecuencias de los actos de personas malvadas y desleales.

¿Por qué razón había tantas enfermedades? ¿No se debía a que el hombre mismo había manipulado cada una de las cosas existentes en dónde había metido la mano?

Para Tom, el mundo podría llegar a ser el punto más oscuro de todos, y la civilización humana, las criaturas más crueles y despreciables del universo entero.

—Ten dulces sueños — susurró recostando a la pelirroja en la cama, la arropó con uno de los edredones y, asegurándose de haber cerrado bastante bien la puerta, se dirigió a su habitación.

Él estaba pensando acerca de la tormenta que al parecer debía llegar en algún momento.

¿O era que la tormenta se desarrollaría en la ciudad? La verdad era que el joven no tenía idea de lo que sucedería; así que, decidió ir a dormir temprano antes de que esta llegara al lugar en el que estaba y no le permitiera dormir en paz.

Max y Emy

La parte más desastrosa de la tormenta había llegado a la ciudad, cada uno de los habitantes de ese sitio estaba durmiendo mientras esperaban a que esa espeluznante tormenta cesara.

Los más afectados y aquellos que realmente no pudieron descansar un poco, fueron aquellos de los barrios pobres, sus casas estaban siendo destruidas, todo aquello, por lo que habían llegado a luchar durante tanto tiempo para poder construir, estaba siendo destruido frente a sus ojos.

En cuanto a Emily, ella estaba cerrando sus ojos con fuerza mientras se aferraba al torso de su compañero.

Ella, a pesar de no haber llegado a ver las noticias de lo que estaba sucediendo, sentía que su mente era un centro de reportaje en el que se estaban anunciando cada una de las malas condiciones en las que se encontraban los de los barrios menos favorecidos.

No había llegado a acontecer una tormenta tan fuerte como esa en un largo tiempo, casi, desde que los jóvenes estaban en brazos.




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