—¿Tu prima? — preguntó con extrañeza. —¿Por qué me invitarías a la boda de una prima?
—Ella me insistió en que te llevara, ella quiere conocerte — dijo con un poco de duda. —Ella al parecer te conoce e insistió a que fueras a su boda, supongo que también se debe a que le he hablado mucho de ti.
Las mejillas del chico se habían pintado de rosado mientras sus ojos miraban a una dirección diferente.
—No importa si viene tu esposo contigo — dijo una vez más.
Él no daría su brazo a torcer, no cuando tenía la excusa perfecta para poder tener a la joven Emily demasiado cerca de él.
Debía admitir que extrañaba verla en el trabajo y que, era una fortuna de que su recuperación estuviera casi completa.
Bueno, eso era lo que Emily le había dicho, aquella chica revoltosa a la que no le gustaba estar demasiado tiempo sin hacer nada, y que, sentía que trabajar desde casa era un impedimento a su verdadera capacidad de eficiencia.
—¿Mi esposo podrá ir? —preguntó un poco más extrañada.
—Sí, irán bastantes empresarios hasta dónde tengo entendido, además de algunas agencias internacionales que, de seguro, podrán ser de beneficio para la compañía de Maxwell —Afirmó el chico con la intención de comprometerla.
—En ese caso, creo que tendré que hablar con él, para que juntos lleguemos a un acuerdo. De igual forma, debo agradecerte, tanto por la invitación, como por preocuparte por mí, honestamente no tengo idea de en dónde está mi celular, lo busqué toda la noche y no hay rastro de él.
Ella estaba exagerando un poco, la verdad era que ella no lo había buscado lo suficiente y que se había distraído de la búsqueda tras la llamada de Elisa.
—Espero que lo encuentres pronto — expuso el hombre con una sonrisa —cuídate, por favor— pidió para luego despedirse y desaparecer de la vista de la menor.
Para Emily era extraño que alguien se tomara la molestia de ir en busca de ella en medio de tan grande desastre; era extraño, pero no significaba que no le agradara, de hecho, le hacía un poco feliz saber que había alguien que se preocupara por ella.
—La boda de una prima ¿Eh? — masculló la chica entrecerrando sus ojos.
De un momento a otro, ella recordó que estaba en busca de su celular, pero, antes de eso debía tomarse un tiempo para desayunar adecuadamente o de seguro, su estómago iba a comenzar a doler, una vez más.
—¿Quién era? — preguntó Maxwell con un poco de curiosidad.
La pelinegra no encontraba apropiado decir delante de toda la familia quién era, más aún cuando ella desconocía si ese resentimiento en contra de Jeremy, era solamente por parte de Maxwell o también de sus antecesoras.
—Se había equivocado de casa — dijo apresurándose a devorar todo lo que estaba a su paso.
«¿Cómo era posible que alguien se confundiera de casa?»
Se preguntaba Maxwell con un poco de confusión, pero, sabía que Emily terminaría confesando de un momento a otro sin que él tuviera que intervenir.
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Tom y Emma
—Estoy llamando a Emy y no responde — decía Tom con un poco de preocupación —¡¿Y si la tormenta los…?! — Un pequeño golpe en su hombro hizo que dejara a un lado aquellas ideas erróneas.
—Puede que su celular se haya quedado sin batería y que el servicio de electricidad haya sido afectado por la tormenta — Las palabras de Emma eran bastante reconfortantes, en cierta manera. —Has intentado llamar a su esposo? — preguntó en medio de un suspiro.
El extraño silencio por parte de Tom le hizo comprender a Emma que ese pequeño detalle se había escapado de la mente del mayor.
—No lo has hecho, ¿verdad? Deja de estar inventando películas en tu cabeza y céntrate en llamar a tu amigo y saber qué sucedió realmente. Si llegamos a salir de aquí, quedaremos, una vez más, incomunicados.
—Tienes razón, le preguntaré a Maxwell qué sucedió con Emily — dijo con una sonrisita.
Los chicos ya se habían asegurado de que la tormenta se había dado paso en la ciudad en la que vivían, solo que , ahora, la gran preocupación era saber si sus amigos estaban en perfectas condiciones.
Los rumores decían que se trataba de la tormenta más peligrosa que había llegado a suceder en el lugar, y el corazón de Tom se agitaba con fuerza al imaginarse en medio de eso.
—Creo que fui librado de morir de un paro cardiaco — decía una y otra vez.
Lo que a los jóvenes le restaba era comunicarse con sus compañeros y saber qué era lo que debían hacer.
«Por favor, quédense en la zona en la que se encuentran hasta nuevo aviso».
Esa fue la única respuesta que les había dado el chico de melena dorada.
¿Qué más les restaba hacer, sino seguir las órdenes?
—Al parecer nos van a dejar varados en el pueblo mientras las cosas se solucionan allá — dijo el joven de melena rizada mientras sus ojos se encontraban con los de Emma.