En un lado diferente de la ciudad, una chica se estaba probando numerosos vestidos de novia, todo con el fin de ser la novia más radiante de todas.
Además de que, se aseguraría de que su exnovio pudiera ver lo que se estaba perdiendo; bueno, ella era consciente de que con una sola palabra de él, ella podría estar de regreso y ocupar el lugar que a ella le correspondía por derecho.
No había manera en la que ella desistiera de sus planes para regresar al lado de su querido exnovio; sino, solo la riqueza que ella podría llegar a tener si se casaba con Pierre y algo le sucedía.
Solo después de eso, ella se encargaría de regresar a los brazos de Maxwell y estaba segura de que no habría poder humano que lo impidiera.
—¡Estás despampanante! — exclamó una de las amigas de la rubia que estaba cumpliendo el papel de dama de honor.
Para Elisa, no importaba quién lo fuera, lo verdaderamente importante, era que sus invitados no olvidaran de llenar sus sobres de mucho dinero.
Si de eso se trataba, ella muy seguramente intentaría casarse más y más seguido.
—Lo sé, me encanta este vestido —afirmó con seguridad mientras daba vueltas.
Haber convencido a Pierre de que gastara millones en su atuendo, la estaba haciendo una de las novias más felices en todo el mundo.
Los ojos de ella estaban brillando con la misma intensidad que aquellos adornos de diamante que decoraban el vestido que llevaba.
—No hay necesidad de decirlo, serás la novia más hermosa de todas —asintió la chica que estaba al lado de la rubia por el simple hecho de poder sacarle un poco de dinero.
Los hombres que estaban acompañando a sus novias a probarse algunos vestidos, no podrían dejar de ver la increíble figura de Elisa, y ella, por supuesto, que disfrutaba cada una de esas miradas.
Su momento de dicha se esfumó con la llamada de su abogado, el cual, le estaba informando que había un gran error en su papeleo y que, deberían revisar la situación con más detalle.
Para eso, se ameritaba su presencia en el lugar indicado.
El gesto de confusión en el rostro de la chica no desaparecía, se suponía que todo debía marchar de la mejor manera posible, mientras se casaba con el hombre más adinerado que jamás había visto.
Perder tiempo en un momento como estos, era perder más y más dinero, debido a los costosos regalos que Pierre le daba a cada una de sus amantes.
—Si esto no se soluciona hoy, tendremos que aplazar la boda para el mes que viene — repetía la rubia las palabras de su abogado mientras despeinaba su melena.
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—¿Una boda? —preguntaba Maxwell un poco confundido. —¿Por qué tu jefe nos invitaría a una boda? — indagó él con mayor curiosidad.
Maxwell desconfiaba de cualquier cosa que pudiera venir de Jeremy, él sabía que en ese hombre no se podía confiar y que, si algo sí había hecho, era porque estaba planeando algo.
No era la primera vez en que Jeremy intentaba algo para sembrar cizaña entre la pareja y por ese motivo el hombre podía confiar ni un poco en él, no bajaría la guardia, estaba seguro de eso.
Los ojos de Emily estaban fijos sobre el rubio mientras asentía con lentitud.
—Él dice que habrá muchas personas con las que podrás hacer negocios.
—¡¿Qué va a saber ese hombre de negocios?! — exclamó el hombre irritado.
—Solo dime si vas a ir o no — renegaba la chica perdiendo la poca paciencia que le quedaba. —Porque si no vas tú, entonces tendré que ir yo sola — sentenció poniéndose de pie.
Las señoras estaban escuchando al otro lado de la puerta aquella conversación.
Ambas sabían que no era lo mejor que se podía hacer, que no era lo mejor ni lo más respetuoso; pero habían notado la tensión que había entre ellos dos en el momento en que entraron en la habitación.
—¿Crees que Maxwell llegue a hacer algo? — preguntaba la anciana recortando lo impetuoso que su nieto podría ser en ocasiones.
—Es difícil saberlo, él trata a su esposa de una manera completamente diferente a lo que hemos llegado a ver. Es mucho más cariñoso que de costumbre — expuso Giselle con una pequeña sonrisa.
En el interior de la habitación, la chica estaba observando fijamente a su compañero, el cual no se digna a decir ni una sola palabra.
—Y bien — susurraba la chica con el deseo de saber qué era lo mejor para hacer.
—¿No dijiste que irías con Jeremy? Entonces ve — dijo en hombre con brusquedad, no tanto como un extraño e incómodo sentimiento crecía en su interior.
—Está bien, lo haré — sentenció la menor con serenidad.
Ella estaba intentando no molestarse con la actitud de Maxwell, más aún cuando su madre y abuela estaban en la sala y ella conocía la rivalidad que había entre ellos dos.
—¿Recuerdas que tengo un par de días al mes para visitar a mamá? Bueno, los tomaré justo después de la boda de la prima de Jeremy — sentenció para encaminarse a la puerta de su habitación.