Maxwell comenzó a renegar acerca de lo que estaba sucediendo, fue tal su descontento, que sacudía su cuerpo, hasta que este impactó contra el suelo.
Sus ojos se abrieron y encontró que solo había sido un terrible sueño. Quizá su conciencia continuaba preocupada por la situación en la que este se había metido.
Aquel sueño le hizo convencerse de que no podía permitir que Emily se alejara de él, no, no lo haría, no con la poca sensatez que creía tener.
Su alma casi abandonó su cuerpo al sentir un peso que le rodeaba, al girarse, notó que se trataba del brazo de la pelinegra.
Ella estaba demasiado cerca de él, tanto que después de un minúsculo movimiento, su cabeza quedó apoyándose sobre su pecho.
La escasa luz que se adentraba a través de la ventana, le permitía apreciar un poco el rostro de la chica. Sus mejillas estaban levemente sonrojadas, lo que le hacía pensar al mayor, qué la había llevado a embriagarse.
«¿Habría sido mi culpa?».
Se preguntaba mentalmente, la respuesta a aquel interrogante, solo podría provenir de Emily.
La imagen de ese certificado de matrimonio era otra de las cosas que no podría borrar de su mente.
No podía evitar culparse por lo sucedido; quizá, en una situación diferente, él estaría más que satisfecho por haberse terminado casando con la persona con que se había comprometido, pero ahora, la persona que se estaba adueñando de su corazón, estaba justamente entre sus brazos.
Ellas eran físicamente tan parecidas, pero era su forma de ser y de ver el mundo lo que las hacía diferentes, Elisa observaba al mundo como si se tratara de un banco, cómo si todo el universo tuviera una deuda con ella; Emily, por el lado contrario, emanaba una esperanza tan impresionante, y, a pesar de las condiciones de aquel trato, ella no había abusado de estas, es más, poco había empleado el dinero de Maxwell en alguna cosa.
También, la manera en la que el chico de melena dorada se sentía al lado de cada una era diferente, con Elisa, llegó a sentirse como un apoyo, como un medio que ella usaba para sentirse segura.
Con Emily, era él quien se sentía seguro, tenía la certeza de que con ella podría ser simplemente él y la pelinegra no tendría problemas.
Con Emily, Max se sentía no solo un apoyo, sino también, apoyado. Era como si fueran un equipo, como debían de ser.
La mirada del rubio se había perdido en el rostro de la chica, su mano se dedicó a acariciar su lacia y oscura melena, luego, sus ojos se vieron atraídos por los suaves labios de Emily.
—Solo será uno chiquito — susurró acercándose a estos.
Al amanecer, los ojos de Emily fueron los primeros en abrirse; su sorpresa fue cuando se percató de que estaba casi sobre Maxwell, y que este la estaba abrazando con fuerza, como si temiera que ella se marchara.
La cabeza de la pelinegra estaba doliendo bastante; si no hubiera sido por la insistencia de Elisa, ella no habría llegado en ese estado.
«¿Qué sucedió en la noche, y por qué estamos durmiendo en el suelo?»
Se preguntaba observando alrededor.
Unos rápidos destellos de lo sucedido desde que cruzó por aquella puerta , comenzaron a hacer sus repentinas apariciones.
Maxwell se había enterado de que, legalmente, se había casado con su ex, ella no podría olvidar su gesto de sorpresa, más aún, cuando el de ella era demasiado similar al del rubio.
«Conque terminó casándose con su ex»
Repitió en su mente; una sensación de incomodidad y molestia se apoderaba de la pelinegra cada que recordaba aquella desfavorable situación.
Seguro se preguntarán
¿Por qué Elisa y Emily se encontraron y regresaron ebrias a casa? La respuesta se revelará un poco más adelante.
La chica de melena oscura no podía sentirse cómoda al imaginar a otra persona al lado de Maxwell; había pasado relativamente poco tiempo desde que se conocieron, pero su relación avanzó de una manera extremadamente veloz.
Ella podría estar convencida de que tenía sentimientos por Maxwell, y esa fue la única razón por la que decidió aceptar la propuesta de Elisa, todo fuera por conservar su lugar.
Maxwell se movió un poco en su sitio, estrechando un poco más a Emily, de manera que ella no tenía manera de escaparse, sin despertar al rubio, que, al parecer, lo había pensado detenidamente.
La mirada de la pelinegra estaba puesta sobre él, de hecho, se veía bastante diferente sin sus lentes.
«¿De casualidad no había llegado a pensar en ponerse lentillas?»
Esa era una de las preguntas que la pelinegra se hacía en ese momento, aun así, a ella le agradaba la idea de ser una de las pocas personas que podrían ver su rostro, así tal cual.
El rostro de Maxwell fue acunado con la pequeña mano de Emily; al tacto, su piel se sentía bastante suave, además de su piel, sus labios se veían bastante atractivos; pero, ella no se arriesgaría a echar su plan a la borda, no el plan que la abuela de Maxwell había ideado.