El rostro de Emily permanecía inexpresivo, no había manera en la que ella demostrara qué cosas estaban pasando por su mente en ese instante, más aún, cuando ella reconocía que había soñado con ir a un crucero desde que era una adolescente, si llegaba a salir aquello de su boca, lo más probable es que tuviera las de perder.
—¿Un crucero? — preguntó de manera imparcial, Maxwell asintió con lentitud. —¿Y por qué razón no me consultaste? — esta vez, su gesto mostraba un poco de inconformidad.
Ella sentía que no podría ceder tan fácil, esas habían sido las palabras de la abuela del rubio:
«Nunca, escúchame bien, nunca, puedes permitir que el hombre tome las decisiones por ti, por lo menos, no todo el tiempo, o le estarás dando las llaves de tu vida. Y eso terminará en problemas, querida»
La pelinegra estaba segura de que la abuela era la persona que conocía mucho mejor a su nieto, lo había conocido desde que nació, por lo que, si ella decía algo, era por alguna cuestión particular.
—Lo siento — respondió Maxwell lanzando un suspiro.
Su abuela le había dicho que lo mejor que podía hacer era mostrarse comprensible y ceder en muchas cosas, una relación de pareja no se basaba en quién tenía razón o quién no la tenía.
Por el contrario, se trataba de un trabajo constante en equipo, y no había consejera más adecuada que ella. Una mujer que había mantenido un matrimonio feliz con su esposo, por más de cincuenta años.
—Lo siento — repitió —sé que debería haberlo consultado contigo, pero era una sorpresa que había estado planeando desde antes — mintió —una sorpresa, deja de ser sorpresa si la parte contraria se entera.
—Ya que lo dices de esa manera, tienes razón — asintió intentando contener las ganas de sonreír que tenía.
—Por cierto, lo estuve pensando más detenidamente y me gustaría acompañarte a la boda de la prima de Berremy. No significa que me agrade mucho la idea de estar cerca de él durante un par de horas seguidas. Pero no está bien que vayas sola, no cuando la invitación fue para ambos — dijo desviando su mirada.
—Está bien — respondió la pelinegra, intentando no demostrar alguna clase de emoción; aun así, una sonrisa estaba amenazando con escapar de sus labios.
—¿Ya no estás enojada conmigo?— preguntó una vez más el hombre con un poco de esperanza de que aquello hubiera quedado en el pasado.
—No, aún sigo molesta — dijo ella de manera robótica y se puso de pie para abandonar el lugar.
A la velocidad de la centella, el hombre extendió su brazo tomando el de Emily, con un pequeño tirón hizo que ella terminara sentada en su regazo.
—Debemos hablar — expuso Maxwell con un poco de seguridad en su voz. —No me agrada ni un poco estar molesto, no contigo — añadió observando fijamente los ojos de la pelinegra.
—¿Sí? ¿De qué? — cuestionó Emily haciéndose la desentendida.
Si el hombre hablaba, podría darle más cantidad de detalles acerca de lo que estaba sucediendo en su mente, y eso era lo que ella necesitaba para poder planear su siguiente movimiento.
Aunque, si lograba hacer que el chico de melena dorada fuera a la boda junto a ella, habría cumplido con aquel trato que había hecho con Elisa, y ella quedaría libre de cualquier promesa.
—De que nos estamos comportando como un par de mocosos que no son capaces de hablar para solucionar un problema — afirmó —y yo soy el moscoso mayor. Sé que estuve equivocado, y la reacción que tuve no fue la adecuada. Igual, te pido que comprendas que no soporto de ninguna manera a Berremy y que todo aquello que proviene de él, me causa molestia.
—Yo… también debo disculparme, porque sé que todo lo que viene de él, te molesta — dijo lanzando un suspiro. —Además de que, él no tenía motivos para enviarme obsequios, bien sabe que estamos casados — afirmó la chica con una pequeña sonrisa, mientras recordaba el gesto de Maxwell al leer el acta de matrimonio. —Si te parece más adecuado, lo tiraré a la basura o lo regalaré — expuso la pelinegra con un poco de pesar en su voz, la verdad era que a ella le había gustado muchísimo ese vestido, y cada uno de los detalles que lo acompañaban.
Ella realmente no quería formar más líos entre ella y Maxwell. Ella era consciente de que si alguna otra persona llegaba a llenar a Maxwell de regalos innecesarios, ella se molestaría.
Y por más que a ella le gustara la idea de que Maxwell se sintiera celoso, ella no deseaba crear ningún tipo de inseguridad o desconfianza en su relación, fuera cual fuera, al final de cuentas.
—No, quédatelo — afirmó el joven con seguridad. —Te queda muy hermoso, debo admitir que ese canalla tiene un buen gusto — dijo entre dientes mientras desviaba su mirada. —Si de verdad te gusta el vestido, sería un desperdicio quemarlo — afirmó con una radiante sonrisa.
En cuánto a Emily, su rostro se frunció un poco —¿Quemar? — ladeó la cabeza. —nunca dije que iba a quemarlo.
Una risita nerviosa se escapó de los labios de Maxwell, la mano que estaba puesta en la espalda de la pelinegra, terminó acunando el rostro de la chica, mientras una sonrisa más y más grande se posaba en sus labios.