—Así que ¿Un crucero? — preguntó la pelinegra, con una sonrisa ladina, ella se encontraba internamente emocionada.
—Justo después de visitar a la suegra — afirmó el hombre con seguridad.
Las mejillas de Emily se sonrojaron a tal punto que ella sentía de su rostro, ella parecía ser un tomate gigante, al que le recordaba a la pelinegra que la abuela les estaba esperando para comer.
—¡La abuela nos va a matar! —exclamó poniéndose de pie. —Ella nos estaba esperando — aclaró al ver la mirada confusa de Maxwell.
—Pero yo me quería quedar así otro rato — susurró haciendo un pequeño «berrinche».
Una sonrisa ladina se posó en los labios de la chica, mientras se apoyaba en la pared. —Querido, y yo quiero vivir, la abuela dijo que no tardáramos — asintió con la intención de dar más peso a sus palabras.
Un suspiro resignado escapó de los labios de Maxwell, el cual, con pesadez, se puso de pie.
Según la invitación de Jeremy, la boda de su prima se realizaría a la noche siguiente; una parte de Max estaba sumida en el nerviosismo, la verdad era que sentía que su sueño había sido tan real y una premonición de lo que sucedería, que no pudo permanecer tranquilo.
Hasta que en medio de la noche, luego de que su madre y abuela regresaran a casa, recordó que en ningún momento de este se había dado a conocer la respuesta de Emily.
—Puede que haya dicho que no — se dijo con satisfacción, entretanto llevaba una porción de comida a su boca.
La mirada confundida de Emily se posó sobre él, la cual no lograba comprender qué era lo que el hombre estaba diciendo, bueno, no entendía a qué se refería con eso, pues la cena había estado un poco silenciosa debido al estado distraído del rubio.
—¿Quién dijo que no a qué?— preguntó la chica ladeando su cabeza.
Ella había notado que Maxwell había estado actuando extraño, pero no tanto.
—Eh… no, olvídalo, estaba hablando conmigo mismo — dijo con una aparente seguridad.
—Por cierto, el nivel de las aguas después de esa tormenta bajó significativamente, estoy planeando ir mañana a uno de los barrios más afectados para ayudar en lo que pueda — informó la pelinegra con una pequeña sonrisa. —En mis planes está llegar a tiempo para ir a la boda de la prima de Jeremy, así que no estaré en la mayor parte del día — dijo la pelinegra una vez más, llamando la atención del chico.
—Está bien, mañana me quedaré en casa… solo, solín, solito — expuso lanzando un falso y dramático suspiro.
A los ojos de Emily, esta clase de comportamiento se estaba haciendo bastante recurrente, ella solo rogaba para que no le diera por actuar así en público, o, del caso contrario, ella moriría de vergüenza.
Por otro lado, comprendía que esa actitud se debía a que Maxwell podía ser él mismo al lado de su esposa, aquello hacía que su corazón se sintiera mucho más cálido.
—Si gustas puedes venir conmigo. Pero te advierto que no es trabajo para cualquiera — señaló con seguridad. —Mi mamá dice mucho, una frase… ¿Cómo era que decía? Ah, «el que no ayuda, estorba». Si vas, te pido bastante compromiso — afirmó la chica por segunda vez.
Ella de verdad deseaba ayudar, estaba dispuesta a hacer su mayor esfuerzo para que aquellos niños y personas en vulnerabilidad pudieran recuperarse un poco más, era la primera vez en la que una catástrofe de esa amplitud golpeaba la ciudad, y Emily no podía quedarse cruzada de brazos.
—¿Quién crees que soy? — preguntó Maxwell ofendido mientras se señalaba a sí mismo. —Yo soy el mejor compañero que puedas tener — rechistó.
—Lo siento, no fue eso lo que quise decir, es que… Esto es realmente importante y tengo miedo de que muchos de los afectados no puedan recuperarse de manera adecuada. Ellos están sin alimento y sin hogar, todo eso me pone un tanto sensible — aclaró la joven lanzando un pesado suspiro, ella mantenía su mirada en dirección a la mesa, no estaba manteniendo contacto visual con el mayor.
—Está bien — dijo una vez más. —Te aseguro que haré mi más grande esfuerzo para que las cargas de esas personas se alivianen así sea un poco.
La hora de dormir había llegado, y era momento de que Emily regresara a su querida habitación; ella se encontraba buscando uno de los dijes de su collar que había perdido, para eso también tuvo que buscar bajo la cama, mientras hacía eso, Maxwell aprovechó para entrar a la habitación de la pelinegra y tomar sus edredones.
Los estaba llevando de regreso a su habitación.
El joven de melena dorada no deseaba separarse de su compañera, por lo que, esta era la segunda vez que tomaba las sábanas y edredones de la habitación de Emily y los llevaba de regreso a la suya.
Cuando la pelinegra salió de debajo de la cama, notó que estas ya no estaban. Por un momento llegó a pensar que ella no las había llevado, pero, al cabo de unos escasos segundos, se convenció de que sí.
Ella se puso de pie y con pasos seguros se dirigió a la habitación de Maxwell, en la cual se encontraban los edredones que había llevado más de una vez a su habitación.
Recorrió el lugar con su mirada, pero en ningún rincón logró observar al rubio.