Maxwell no sabía de qué manera debería reaccionar ¿Debería darle palmaditas en la espalda para que se tranquilizara o debía decirle que fuera fuerte por los niños?
Antes de que él lograra llegar a una conclusión, sintió cómo la pelinegra estaba secando sus lágrimas con su camisa, y se apartaba de él.
—Fue suficiente, es hora de trabajar — dijo de una manera segura, sin ningún rastro de lágrimas en su rostro.
Ella se dio la vuelta y saludó a los niños que estaban esperando por ella sacudiendo su mano.
—¡Qué mujer tan extraña! — exclamó entre dientes, siguiendo el paso de su compañera.
Ella tenía razón de que la hora de trabajar había llegado.
Maxwell por fin estaba viendo un aspecto de la ciudad que jamás había imaginado, bien que sabía que había personas de escasos recursos, jamás imaginó que una tormenta los fuera a dejar en la calle.
Además de eso, le sorprendía la disposición de aquellos pequeños y de sus padres, para poder estudiar.
Charlotte seguía viéndolos de cerca, quizá debía reconocer que ellos no estaban actuando de una manera tan cercana o romántica como había imaginado, pero ¿Qué estaba pensando? Si ese era un lugar para ayudar.
—Debo encontrar otra manera — se dijo a sí misma para regresar al punto en el que se encontraba su jefe, el cual se estaba quedando dormido por la larga espera.
En el momento de llegar al lado del hombre, los ojos de la joven asistente se pusieron en blanco, al verlo en la posición que mantenía. Ella por lo menos había creído que se dignaría a hacer algo para ayudar a los demás, quizá no era algo que ella haría, pero su jefe debía recordar que había una imagen que debía mantener, por lo menos a los ojos de la pelinegra.
—Señor, considero que está descuidando algo importante — Sentenció la mujer sintiendo cómo su labor de casamentera se estaba llenando de más y más complejidad. —estoy segura de que si Emily lo llega a ver así, dañará por completo su imagen — añadió una vez más. —Le aseguro que para ella no hay nada más valioso que ayudar a los demás, y usted está durmiendo mientras el resto está haciendo el trabajo, si continúa de esa manera, ella va a terminar muy, muy, muy decepcionada de usted.
A regañadientes, Jeremy se puso de pie. A él realmente no le interesaba ayudar, bueno, no cuando tenía que ensuciar sus manos o su traje; prefería «generar más empleos asignando esa responsabilidad a otras personas» y esa era una de las cosas que a la pelinegra le disgustaba de su jefe.
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Tom y Emma
—Han pasado creo que dos días ya, y no he tenido noticias ¡Ni siquiera una llamada de Max ni de Emy! — exclamó el joven de melena rizada. —No quiero que pienses que no estoy a gusto contigo aquí, sino que me siento abandonado por mis amigos, no he recibido ni una sola llamada de ellos, dime ¿Cómo te sentirías por eso? — preguntó observando a Emma, la cual se había quedado dormida a su lado.
En la cabeza de Tom no cabía en lo absoluto la idea de que sus amados amigos, su familia, sus seres cercanos , se hubieran olvidado de él. Por lo menos Emily, que era la que más consideración tenía con su amigo.
Ellos habían dicho que irían en busca de su amigo cuando las cosas se calmaran.
—Eso es — se dijo a sí mismo el joven con convicción, —ellos no han podido venir por nosotros porque no se han solucionado las cosas — afirmó una vez más.
Aquella resolución le había creado una nueva preocupación:
¿Y si ellos no se hubieran contactado con Tom debido a que se encontraban en problemas o la tormenta hubiera afectado sus comunicaciones?
No había manera en la que el castaño lograra responderlas por sí mismo, además de eso ¿Cómo sabrían en qué punto se encontraban Tom y Emma, si no se habían podido comunicar? Bueno, el joven estaba seguro de que la peor manera de pasar el tiempo era preocupándose.
—Lo mejor que haré es disfrutar de mis vacaciones antes de tener que regresar al lado de mi testarudo jefe. Estoy seguro de que hará de cuenta que esa pequeña negociación de intercambiar papeles no tendrá valor el día en que vuelva a poner el pie de la empresa. Un momento…
Dijo sentándose en una posición mucho más cómoda al recordar que debían hacer que Maya accediera a trabajar junto a Erick, bueno, o que, por lo menos, hicieran un poco las paces.
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Maya
Las invitaciones a la boda de Elisa habían sido enviadas a sus respectivos receptores, una de las cosas que ella deseaba hacer en esta, era que Maya, la exesposa de Pierre, fuera a la boda de su exesposo.
Bien sabía que no ganaría nada con eso, era, para Elisa, una manera de añadirle más emoción a la velada.
La rubia estaba satisfecha con el hecho de que todo hubiera logrado solucionarse a tiempo, antes de que esas pequeñas equivocaciones le costaran una gran cantidad de dinero.
Ella estaba segura de que si ese error hubiera sido cometido en algún punto diferente de la historia, ella regresaría a gusto a reclamar su derecho.