Esposa sustituta

• ¿Por qué conoce tu talle de ropa?•

Max y Emy

La chica de melena oscura se dejó caer de espaldas en el sofá, apenas llegaron a casa. Había sido un día bastante agotador, uno que aún no llegaba a su fin; aún faltaban una de las cosas más importantes, pero que, sin duda alguna, Emily debía disfrutar por sí misma. 

—¿No me vas a dejar un rinconcito a mí?— preguntó Maxwell dejando su saco en el perchero de al lado, además de eso, tomó el bolso de la pelinegra y lo dejó en su respectivo lugar. 

Al ver que Emily no se dignaba a responderle, el joven se acercó y se dejó caer sobre ella. Si la pelinegra no le daba uno de sus rinconcitos, él estaba dispuesto a hacerse uno para sí mismo. 

—Nos quedan casi tres horas para que llegue la hora de salir, así que podemos dormir una hora — dijo el de melena dorada mientras se acomodaba de una mejor manera sobre la chica, a la cual le estaba costando trabajo respirar. —¿No dirás nada? Está bien, una hora de sueño será. 

A la joven de melena lacia le costaba trabajo, creer que a su compañero le hubieran dado ganas de dormir, él era fanático de tener sus horarios de sueño bastante establecidos.

¿Era que correr detrás de tantos niños lo habían dejado agotado? 

Cuando ella echó de ver, Maxwell se había quedado dormido sobre ella, una pequeña sonrisa se formó en sus labios, entretanto comenzaba a acariciar su melena.

Una de las cosas que ella deseaba ver esa noche era la reacción de Maxwell al encontrarse con Elisa.

Porque sí, desde el comienzo de todo ella sabía quién era la novia, las habilidades de Emily no debían ser menospreciadas, ni siquiera Jeremy, sabía que ella era consciente de ello.

En efecto, ella era la novia de esa noche, pero ¿Qué cosas pasarían por su cabeza al recordar que ellos estaban legalmente casados?

Emily no le había mencionado para nada que aquella situación se había solucionado, y mucho menos que había tenido que hacer temporalmente las paces con su gemela de rostro. 

Esta era una de las cosas que tendría que contarle a Tom muy detalladamente, y que, de seguro, él se dedicaría a sacarle alguna relación con una de las muchas novelas y series que él acostumbraba a ver. 

Con lentitud, los ojos de la pelinegra comenzaron a cerrarse por sí solos.

—No debo dormirme — se decía mientras se quedaba profundamente dormida. 

Elisa se estaba viendo a sí misma con una radiante sonrisa en aquel espejo que triplicaba su tamaño. Ella era una de las mujeres más hermosas de ese lugar, y, sin duda alguna, esa noche, sería SU NOCHE. No permitiría que las preocupaciones que tenía en su cabeza la hicieran dañar ese perfecto maquillaje que la señora, con dedicación, se había empeñado en hacerle. 

—Luces magnífica, despampanante, radiante — decía su madre cada vez que la veía. 

La relación de Elisa con sus padres era bastante cercana, sí, pero no era tan estrecha como la de Emily y Miriam. Los padres de Elisa se habían encargado de hacerle saber que ella era merecedora de todas las maravillas del universo y que nada ni nadie podía intervenir en sus planes y deseos. 

Ella era la que trabajaba por su propia felicidad, pero, lo que caracterizaba a los padres de Elisa, bueno, a su madre, era que los medios no importaban. Ensuciarse las manos para poder obtener lo que ella deseaba, solo era una manera de conseguirlo. 

Solo que, a los ojos de los demás, la joven había sido desheredada debido a su comportamiento avaricioso, ¿quién más podría haberle enseñado eso sino sus padres?

—¿Hiciste lo que te dije?— preguntó la señora, terminando de ajustar algunos detalles del vestido de su hija, la cual asintió con una gran sonrisa. —Espero que el muchacho entienda que es todo por su bien — añadió refiriéndose a Maxwell.

La señora tenía pleno conocimiento de aquello que estaba sucediendo en la mente de su retoño. Ella era una de las organizadoras del macabro plan de Elisa, y era una de las que en su mayor medida había participado en hacer cada una de las cosas como ella deseaba. 

—Él y esa cualquiera vendrán a mi boda. Será la ocasión perfecta para hacer que Maxwell desee regresar a mis brazos — expuso con una sonrisa ladina. 

—¿Y qué harás cuando intente acercarse a ti? — preguntó su madre elevando una de sus cejas, no como desaprobación, sino como una maestra confiada de las habilidades adquiridas de su alumna.

—Me alejaré de él, para que sepa que no siempre esperaré por su amor, y que hay cientos de personas que han estado detrás de mí, para poder estar conmigo. Muchas personas, más jóvenes y mejores que él. 

Un asentimiento por parte de la señora fue la señal que esperaba su hija para que ella mostrara la satisfacción que sentía por la respuesta de la rubia, ella estaba bastante segura de lo que sucedería en la ceremonia de su hija, con lo que no contaba, era con la presencia de la exesposa de Pierre. 

Los ojos de Emily se abrieron con lentitud al sentir lo mucho que su compañero la estaba observando, además de eso, sentía cómo este estaba acariciando su mejilla. 




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