Esposa sustituta

• Ya te puedes bajar •

La pareja se separó con tranquilidad y llevaron sus ojos sobre Jeremy, el cual estaba apretando con fuerza sus dientes. El ambiente se notaba demasiado tenso entre Max y Jeremy, cosa que, para la pelinegra, era lo más de común.

A los ojos de la joven, parecía que ambos chicos se quisieran volver piedra, no, más bien, deseaban molerse con sus propias manos hasta volverse polvo.

—Jeremy — saludó la chica sacudiendo su mano de un lado a otro.

Ella simplemente esperaba a que Jeremy dijera lo que debía decir y se marchara, no porque tuviera algo en contra de su jefe; sino que le asustaba la idea de terminar en la estación de policía porque ellos dos se agarraron a golpes.

La mirada de Jeremy se posó en el vestido de la joven, la cual un poco nerviosa comenzó a jugar con sus manos, ¿cómo le diría que le cambió el tono del vestido para poderlo usar en la boda? Bueno, no tenía que decirlo, pues él ya lo había visto.

—Solo quería asegurarme de que fuera el mismo vestido — masculló desviando ligeramente su mirada. —De igual, te queda bastante bien — esbozó una diminuta sonrisa y se alejó del lugar.

—Extraño — susurró Emily viendo a su esposo, el cual asintió bastantes veces.

—Regresemos a casa, antes de que decida volver a decir alguna otra tontería.

—¿Tontería? ¿Cuándo dijo que me quedaba bien, estaba mintiendo? — balbuceó observando su vestido; a pesar de que estaba actuando para simplemente jugarle una broma al mayor, quien no esperó ni un solo segundo para caer redondito en esa.

—¿Qué? ¡No! — Exclamó Maxwell abriendo de más sus ojos. —No quise decir eso, solo…

—Lo dijiste — interrumpió Emily lanzando un pesado y miserable suspiro. —Descuida, si lo dijiste es porque lo pensaste, no hay lío. Mejor regresemos a casa — los pasos de la pelinegra se dirigieron al vehículo.

Entre tanto, Maxwell se quejaba dentro de sí por haber hablado de más, en definitiva, no era su intención decir lo que dijo; además de eso, creía que Emily iba a mostrarse un poco más madura a partir de ahora.

¿Por qué había llegado a suponer eso?

Con pasos lentos y un poco regañado, subió al asiento del copiloto, la joven en ningún momento le dedicó una mirada, por lo que él comprendió que «estaba molesta».

—¿Debemos comprar algo? — preguntó Maxwell intentando romper el hielo una vez más. 

La menor, por su parte, estaba esforzándose para no estallar en risa, ella era consciente de que su comportamiento era infantil, pero deseaba jugarle una pequeña broma a Max. Emily quería saber qué era lo que pasaba por la cabeza de su compañero al torcer sus palabras de una manera tan incoherente. 

—Emily — repitió el nombre de su esposa una vez más, con la intención de que esta se dignara a responderle.

Apenas había pasado poco más de un día desde que ellos habían logrado solucionar sus diferencias, y ahora se había metido en otra. 

«¡Felicitaciones, Maxwell!». Se dijo el chico a sí mismo. «Eres un completo genio». 

Emily estaba ocultando a toda costa que le parecían cómicas las caras de Maxwell y sus intentos para que la pelinegra hablara. En las pequeñas cosas como esas, ella lograba comprobar que su compañero no estaba dispuesto a arruinar aquel tiempo de paz que tenían. 

Con un poco de disimulo, Emily aprovechó para asegurar las puertas del vehículo, por lo que, le resultaría imposible a Maxwell abrir la puerta por su propia cuenta. Ella había encontrado una manera más para salirse con la suya.

—¿Me vas a estar ignorando una vez más? ¡Vamos! — se quejaba observando a su compañera, la cual tenía una cara de póker, la razón era que se estaba mordiendo la parte interior de sus mejillas para evitar sonreír a toda costa. —Si me hablas, te prometo que te compraré algo… eh… lo que quieras — señaló el chico sin que se le ocurriera con qué clase de cosas podría chantajear su esposa. —Solo dime algo.

—Algo — sentenció la joven. 

Un suspiro escapó de entre los labios de Maxwell, ya no sabía qué debería hacer para que Emily volviera a la normalidad. 

—Está bien, perdóname por hablar sin pensar y decir de manera muy indirecta e intencionada de que el color del vestido te queda feo. 

—Llegamos — sentenció una vez más la mencionada, la cual esperaba que todo terminara rápido, porque no podía contener más su risa. —Puedes bajarte, por favor.

Maxwell estaba intentando abrir la puerta, lo mejor que podía hacer en una situación como esas era mantener el pico cerrado, y obedecer a cada una de las cosas que Emily dijera, tal vez, de esa manera ella se compadeciera de su pobre y miserable esposo. 

—No puedo abrir la puerta — masculló haciendo un intento más.

La mirada de Emily se posó sobre Maxwell, el cual tragó grueso, sentía que ella podría golpearlo en algún momento.

O que lo haría bajar y luego se marchara ella sola a casa. Desearía suponer que ella no sería capaz de algo así, pero todos sabemos perfectamente que era difícil predecir alguno de sus movimientos. 

Ella se acercó a Maxwell con lentitud; el joven sintió cómo su corazón latía con más fuerza, al notar cómo la mirada de la joven estaba fija en sus labios, estaba casi seguro de qué era lo que ella iba a hacer, así que su cuerpo se preparó para lo que se venía. 




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