Esposa sustituta

• La venganza de Max •

Las mejillas del hombre se habían sonrojado a tal punto que sus orejas también estaban imitando el color de estas. ¿Cómo había podido caer en una de las provocaciones de Emily? 

Ella no esperó a que su compañero bajara, sino que descendió rápidamente del auto para poder adentrarse en el supermercado, el sitio en el que iba a comprar cualquier cosa. Ella había dicho que debían conseguir algo con la intención de obligar a Maya y a Erick a hablar. 

—¡Es injusto! — exclamó el hombre en el interior de su auto. Al escucharlo, la pelinegra continuó con su camino esbozando una sonrisa ladina, esta era la ocasión en la que ella podría decir que le ganó a Maxwell. —¡Emily! — exclamó el joven una vez más, bajándose de este y corriendo al lado de su esposa —¿Qué crees que estás haciendo? ¿Qué es esa clase de provocación que me haces? — renegaba mientras la chica observaba las estanterías. 

La victimaria se mantenía en silencio ante los reclamos de Maxwell, quien no se callaba fácilmente, él no había dejado de hablar en ningún momento acerca de lo mal que estuvo al haber actuado de esa manera y de haber hablado sin pensar en un momento; aun así, que esa no era manera de justificar las actuaciones de su compañera. 

 

Erick y Maya

Con Maya y Erick, era Ezra el que estaba reinando en el interior del vehículo, había estado llorando todo el camino debido al suelo que lo asediaba, habían pasado más de diez minutos desde su última siesta y ya deseaba seguir durmiendo.

Al menos, debía agradecer Maya que el emplear el biberón había funcionado de buena manera en medio de la boda. 

Ella se podía imaginar amamantar a su hijo en un lugar como ese, no era que le viera algo malo al amamantamiento; sino, que era un lugar en el que por lo menos debía haber un poco más de respeto, eso y que habría llegado a ser realmente difícil e incómodo. 

—Lo siento mucho, se supone que Ezra debería estar durmiendo y no haciendo un alboroto como estos — se disculpaba la mujer una y otra vez, ella estaba bastante cansada, los zapatos que usaba no habían sido tan cómodos como había llegado a pensar en el momento en que se los puso; además de eso habría de traer los pies bastante inflamados. 

—Descuide, señora Everard, los niños son así — aclaró el joven sin saber qué más debería de decir.

Si Tom estuviera ahí, sin duda alguna le habría dado una mano, y todo sería mucho más sencillo. ¿Dónde estaba Tom? No tenía idea. Lo que ahora estaba rondando en su mente era saber cuál era la mejor manera para disculparse por el malentendido del parque, él en ningún momento imaginó que se trataba de su exesposo; sino, de que las cosas con él marchaban de manera adecuada. 

—Lo siento —dijo Maya una vez más. —por lo del parque. Le aseguro que no fue mi intención sonar tan grosera, cuando estaba en casa noté que había descargado mi frustración en alguien completamente inocente, además de que no le llegué a dar una explicación de lo que de verdad estaba sucediendo. En un instante llegué a pensar que se trataba de uno de los socios de Pierre, y que el dinero que se había logrado llevar de la agencia lo había terminado de despilfarrar. Tampoco debería de estar hablando de eso — las palabras de Maya eran bastante rápidas. 

—Descuide, yo también le debo una disculpa, en ningún momento fue mi intención importunarla así; además de eso, no creí que estuvieran separados — dijo Erick lanzando un pesado suspiro. —Considero que ambos estuvimos mal en esa ocasión, quizá deberíamos comenzar de nuevo con el pie derecho  ¿Qué considera adecuado? — expuso una vez más el hombre intentando saber qué diría Tom en un momento como estos. 

—Soy Maya Everard, exsecretaria de W company — extendió su mano libre al ver que estaba en un semáforo en rojo. 

—Soy Erick Di Ferro, presidente ejecutivo de Diferro entertainment, el placer es mío — una ligera sonrisa apareció en el rostro del chico al tomar la cálida mano de Maya. 

—Ahora que estamos en buenos términos, ¿qué era lo que le hubiera gustado comentarme el día de nuestro primer encuentro?

Un suspiro bastante aliviado salió de los labios de Erick, por fin sentía que las cosas habían comenzado a marchar de la manera adecuada, al final de cuentas hablar de manera decente no era tan difícil como había llegado a imaginar.

En definitiva, tendría que considerar a Emily para que hiciera aquella charla de resolución de conflictos. Las habilidades de esa mujer eran bastante buenas a pesar de que en ocasiones no conociera su verdadero potencial.

Emily y Max

—¿Conduces o conduzco? — preguntó Emily dejando las bolsas en los asientos traseros del vehículo. 

Ella había continuado ignorando a su esposo en el interior del supermercado, estaba evitando no estallar a carcajadas, aún no era el momento para poder decirle a su esposo que había estado bromeando todo el tiempo. 

—Conduzco — dijo el hombre con la intención de jugar con Emily de la misma manera de la que ella había jugado con él. La venganza era un plato que se serviría frío. 




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