Esposa sustituta

• El regalo de bodas •

Los ojos de Maxwell se abrieron de un momento a otro debido a la sorpresa, pero antes de que él lograra corresponder, Emily se separó abruptamente de él. 

—Lo siento, creo que esto no era lo que querías hacer — dijo ella de manera rápida mientras se bajaba del vehículo. Una vez más una sonrisa ladina se había posado en sus labios.

Maxwell estaba casi petrificado en el interior del vehículo, le había salido el tiro por la culata, ya se estaba convenciendo de que luchar en contra de Emily no tenía caso, a no ser, de que encontrara una manera para poderla vencer en su mismo juego.

Aquello que él estaba pensando será tema otro día, porque lo que  más quería ahora era poder probar una vez más los labios de su esposa. Ella le había jugado de una manera muy sucia, pero no había manera de que él se encontrara enojado por eso, más bien, él estaba aliviado de que las cosas se hubieran solucionado de esa manera.

—¡Espérame! — gritó en el interior del auto mientras se apresuraba a sacar de los asientos traseros las bolsas que Emily había «puesto ahí» que, de verdad, había lanzado al final.

Cuando Maxwell pudo detener el paso de su esposa, las bolsas cayeron al suelo al ver a la pelinegra descuidada, con sus manos, Maxwell rodeó la cintura de su esposa y la hizo girar en su dirección.

—¿Te parece que está bien jugar conmigo de esa manera? — preguntó él elevando una de sus cejas.

La mirada de Emily estaba fija sobre la de él, y eso ocasionó que un escalofrío hubiera recorrido su cuerpo.

Maxwell no había pensado en lo extraño que le resultaba haber estado en la boda de su ex, aquella mujer que había escapado minutos antes de casarse, pero, a diferencia de tener algún sentimiento negativo, estaba satisfecho al saber que esto había sido para mejor.

Emily era una persona que estaba ampliando claramente sus horizontes y lo lanzaba a hacer cosas que jamás había llegado a imaginar que haría.

Emily era la persona que se encargaría de llenarlo de muchas aventuras; Maxwell agradecía haber podido ir y comprobar con sus propios ojos que no sentía nada por Elisa.

¿Había llegado a sentir algo por ella? Era la pregunta que estaba comenzando a surgir en su interior.

De hecho, en medio de la boda había hablado con Erick acerca de que no había sentido absolutamente nada, no sentía lástima, ni alegría. Para Maxwell era como si ella fuera un mundo aparte, como si no tuviera nada que hacer con ella, como si su tiempo oficialmente hubiera terminado.

Erick estaba un poco reacio en el tema, más aún sabiendo que debería pagarle a Tom por su apuesta, pero eso no era nada para él. Más bien, el dinero no era nada, pero el saber que se había equivocado y perdido por segunda vez frente a su menor, eso era lo que hería su orgullo.

El celular de Emily comenzó a sonar, interrumpiendo una vez más ese momento que Maxwell esperaba, era una llamada de Elisa, la cual hizo que una radiante sonrisa se posara en los labios de la pelinegra.

«No importa cuantas veces me digas que no fuiste tú, ¡Está más que claro que fuiste tú!», gritaba la rubia bastante desconsolada.

—Fui yo — confesó la chica conteniendo su risa —de hecho, nuestra firma está detrás de las fotografías — dijo de manera divertida sabiendo exactamente a lo que se refería. —Por cierto, gracias por dejarme el camino libre con Max, te aseguro que ambos y nuestro bebé estamos más que satisfechos con asistir a tu boda, ¡tengan una linda vida! — exclamó la chica y acto seguido la llamada se cortó.

La mirada atenta y desconcertada del chico de melena dorada se mantenía sobre su esposa, la cual, comprendiendo a qué se refería, decidió confesar uno de sus crímenes en contra de Elisa.

—Verás, está hablando de su regalo de bodas… mi regalo, para ser específicos — una sonrisa más amplia y macabra se formó en los labios de Emily.

—Creo que cada vez que tu sonrisa se vuelve así debo salir corriendo a sobornar algún oficial para que no termines en prisión, no sé, es la impresión que me da — masculló Maxwell con un poco de nerviosismo. —¿Qué clase de regalo le llevaste a Elisa? Es decir, no es que me interese ella — masculló una vez más al notar la mirada que Emily mantenía sobre él y cómo una de sus cejas se elevaba. —Es que me da curiosidad, es eso, solo curiosidad —dijo el hombre aclarando su garganta, sentía que con cada palabra que decía estaba ahondando más el hueco en el que sería enterrado.

—Son un par de nuestras fotografías de boda, un par de cosas de ella que encontré por aquí, supongo que esa rata muerta, quizá era de ella — contuvo la risa —además de eso, creo que una prueba de embarazo positiva y una ecografía — dijo mientras desviaba la mirada y apretaba sus labios.

—¡¿De dónde sacaste una cosa de esas?! — exclamó Maxwell en un hilo de voz, en definitiva la pelinegra lo llegaba a desconcertar en ocasiones.

—¿No te dije? Estoy en embarazo — aclaró en un tono formal, pero terminó estallando en carcajadas. —La verdad es que Camila está en embarazo y no pude evitar hacer algo así, ella accedió al saber que haría una broma, fue relativamente sencillo.

—Ahora que la mencionas, ¿cuándo me presentarás a la famosa «Camila»? La mencionas tanto, pero hasta ahora no te he escuchado hablar con ella o siquiera llevar una fotografía, estoy comenzando a pensar que se trata de un producto de tu imaginación.




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