Esposa sustituta

• Misión de rescate •

Emily recibió la mañana levantándose mucho más temprano de lo usual, incluso más temprano que el madrugador de Maxwell. Ella estaba corriendo de un lado a otro, por dos causas: irían en busca de los chicos perdidos y luego saldrían en dirección del pueblo.

El interior de la pelinegra temía a causa de lo que les esperaría con su madre al llegar; esta era la primera vez que regresarían al pueblo, luego de esa extraña boda.

A diferencia de cómo habían salido de ese, las cosas entre ella y su esposo habían cambiado gigantesca, pero ¿Por qué sentía que lo mejor era ocultárselo a su madre? Simplemente, podrían llegar a actuar como buenos amigos. Sabía que, en el día en que Miriam se enterara de eso, no dejaría de molestar a su propia hija, más aún, sabiendo que ella la había lanzado de cabeza al hormiguero.

—¿No piensan contestar? — se preguntaba observando su celular.

Ella estaba intentando contactarse con Emma y Tom, con la idea de lograr trazar un plan para llegar a ellos de manera mucho más eficaz; temía que la comunicación con ellos se viera afectada en el momento de adentrarse en la zona boscosa.

—¡¿Cómo no van a contestar a esta hora?! ¡Apenas son las cinco de la mañana! — exclamó lanzando un suspiro.

Ella llegó a la conclusión de que tendría que llamar más tarde.

—Estás siendo demasiado ruidosa — se quejó Maxwell bajando por las escaleras. —Buenos días, por cierto — saludó esbozando una sonrisa ligera. —¿Necesitas ayuda en algo? — preguntó posando su mirada en la pelinegra. 

—Estoy entre pedirte que me ayudes con el desayuno, pero lo quemarías… y entre hacer las maletas, y puede que empaques mucho más de lo necesario — expuso con una pequeña risita, ella no intentaba ofender a su compañero, simplemente había pensado en voz alta.

Los ojos de Maxwell se habían entrecerrado un poco, no estaba de acuerdo con lo que la chica de melena oscura estaba planteando. —Me encargaré del desayuno — expuso con seguridad —esta vez lo haré bien — dijo tomando del brazo a Emily y la encaminó en dirección de las escaleras. —Ve por favor a hacer las maletas… yo me encargaré del desayuno — afirmó. 

A pesar de que la pelinegra se estaba mostrando un poco reacia, ella sabía que lo mejor que podía hacer era permitir que Maxwell se desafiara a sí mismo. De esa manera, si algo llegaba a salir mal, tendría el poder de negarse en una siguiente ocasión. 

—Está bien — dijo ella deteniendo su caminar, se dio media vuelta quedando cara a cara con el rubio. —El futuro de mi estómago está en tus manos — dijo con un poco de dramatismo; al sentir la mirada de Maxwell sobre ella, una risita nerviosa se escapó de sus labios, besando rápidamente la mejilla del chico agradeció y corrió a su habitación. 

—¡Hey! ¡No era en la mejilla, era aquí! — exclamó señalando sus labios, mas cuando lo hizo, la chica había desaparecido de su vista. 

En cuanto a Emily, ella estaba pensando acerca de cuánto tiempo debían quedarse al lado de su madre, ella debía regresar al trabajo el lunes, y aquel día apenar era viernes… debía hacer todo lo posible para que sus planes no se vieran interrumpidos por las cosas que podrían surgir estando con Miriam. 

—Eso es, le diré que nos quedaremos solo hasta mañana, y como ella siempre insiste, lo aplazamos hasta el domingo, de manera que nada se interponga en mi regreso al trabajo — se repetía ella una y otra vez mientras empacaba las cosas que necesitaría.

Su madre era la mujer a la que más amaba, y se le hacía difícil solo pasar un par de días a su lado, por lo que estaba segura de que tendría que aprovechar al máximo la cláusula del contrato que habían firmado con Maxwell un par de semanas atrás. 

Pensar en eso le obligaba a reflexionar acerca de la validez del mismo ¿Cómo iba a ser que hubiesen roto el acuerdo antes de que pasara siquiera un mes de matrimonio? Esto no era claramente característico de Emily y mucho menos de Maxwell. A pesar de todo eso, ellos no se mostraban inconformes por lo sucedido; ella, por su parte,  dejaría que cada una de las cosas marcharan a su ritmo, sin la necesidad de intervenir.

Unos cuantos minutos habían pasado y la pelinegra estaba marcando una vez más a los chicos, para ver quién se dignaba, por fin a responder la llamada, los ojos de la chica estaba fijo en la pantalla, pues a pesar de que estaba llamando a Tom, quien contestó era la pelirroja. 

Una sonrisa ladina se posó en el rostro de esta, tal vez estaban avanzando de manera rápida mientras estaban en medio de la nada. 

—Te preguntarían cómo a las cosas, pero al parecer van muy bien — dijo la pelinegra a manera de saludo, las mejillas de la chica que se encontraba al otro lado de la línea se había sonrojado en extremo. —Solo me dicen si vamos por ustedes hoy, o les damos otra semana de vacaciones — dijo de manera pícara.

«Creo que ya me encontraron reemplazo en los trabajos» 

Masculló la pelirroja a manera de queja, pero ella no sabía que eso había sucedido siguiendo con el plan que Tom y Emily habían trazado para ayudarla y lograr que más personas pudieran beneficiarse de esos empleos.

—Mi mamá dice que cuando una puerta se cierra, es porque otra mejor se va a abrir, además de eso, creo que todo es para un bien cercano… o por tontos, pasa — dijo en un tono de voz demasiado bajo, no podía permitir que su amiga escuchara lo último, pues, la situación de ella estaba perfectamente planeada por sus dos amigos. 




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