Los labios de Emily se fruncieron, ella estaba evitando a toda costa hacer contacto visual con Maxwell, el cual en silencio abrió la puerta de vehículo y descendió de él.
—¿A dónde vas? — preguntó Emily sin llevar su mirada al rubio. Por un momento ella creyó que él daría un pequeño recorrido para saber en dónde se habían metido, pero aquella idea fue rápidamente descartada al notar que él se dirigía a su lado del vehículo. —¿Qué haces? — cuestionó bastante confundida mientras parpadea numerosas veces.
Maxwell abrió la puerta del vehículo y desabrochó el cinturón de seguridad de la pelinegra. Tomándola sobre su hombro como si fuera un saco de papa, la llevó hasta el lado del conductor y la sentó ahí.
Él la estaba observando fijamente, sin separarse mucho de ella. —A partir de ahora, tú conducirás y yo me encargaré de leer el mapa — dijo el hombre con suavidad, mientras le daba un pequeño golpecito en la frente a su compañera; la cual no dejaba de observar confundida a su interlocutor.
¿Haber cocinado esa mañana sin quemar nada, lo había hecho estar de buen humor?
Hasta el momento aquel comportamiento del rubio no era relevante, así que la pelinegra se dedicaría a disfrutar del resto del día, si conducía, podría estar más pendiente del camino, además de eso, esperaba por fin encontrarse con Tom.
—Si gustas, deberíamos hacer una parada para poder comer algo — dijo maxwell una vez más al escuchar que el estómago de la pelinegra habrá comenzado a rugir, al final de cuentas, ellos habían conducido por una gran cantidad de tiempo, sin haberse acercado ni un poco a la ubicación de los otros dos personajes.
—Sí, me gustaría — expuso Emily haciendo un pequeño bailecito, tenía mucha más hambre de lo que normalmente tendría, además de eso, había comenzado a pensar en aquellas alitas de pollo que tanto le gustaban; sin duda alguna, necesitaba regresar a casa pronto y pedir una gran porción de aquellas alitas.
• • •
Un par de minutos habían pasado y la pareja se había detenido en uno de los primeros establecimientos de comida que vieron, los ojos de la pelinegra se abrieron de par en par al notar la presencia de alguien conocido.
—¡No puede ser! — exclamó escondiendo su rostro con una de las cartas que estaban sobre la mesa. —Es Camila — susurró en un tono muy bajo de voz.
No había manera de escabullirse sin ser vistos por ella, y Emily se había esforzado demasiado para evitar que Camila conociera a Maxwell que, no podía darse el lujo de dejar que se vean.
—Creí que era tu amiga — susurró Maxwell observando en dirección de la mirada de su esposa; se encontró también con un rostro bastante familiar, de hecho, se trataba de uno de sus primos. —No puede ser — dijo él de la misma manera que Emily.
—¿Ahora qué sucede? No me digas que la conoces porque sería lo peor que me podrías decir en un momento como esos — expuso la pelinegra de una manera bastante dramática. —No me digas eso, ni que se está encaminando a nuestra dirección.
—Es mi primo — aseguró Maxwell intentando dar la espalda para no ser descubierto. —Digamos que es una de las últimas personas con las que me gustaría encontrarme dentro y fuera de la empresa.
Los dos jóvenes se estaban esforzando por no ser vistos, ¿qué hacía Camila y el primo de Maxwell en un lugar como esos? La verdad era que estaban en un sitio para nada de su clase.
Ellos deberían estar en un restaurante cinco estrellas, eso era a lo que se habían acostumbrado.
Para Emily era desconcertante el hecho de ver a Camila en ese sitio, de todas formas, no podía decir nada, ella era consciente de que cada persona traía un secreto detrás de sí, y eso era algo que ella misma tenía.
No le había dicho a ninguno de sus «amigos» que había contraído matrimonio con el CEO de J&C y mucho menos que todo había sido un contrato. Ellos no tenían nada que generar con saberlo, y sí, era consciente de que todos no debían saber todo acerca de nadie.
—Mejor centrémonos en nosotros — susurró Maxwell colocando su mano sobre la mano de su esposa. —Tenemos algo importante que hacer, nada nos obliga a tener una conversación con ellos — decía con plena seguridad.
—Que bueno que pienses así, porque tu primo se está acercando — masculló la pelinegra fingiendo estar buscando algún plato en la carta. De un solo movimiento el hombre se dio la vuelta, para encontrarse con un espacio vacío. —Lo siento, solo quería ver qué hacías — una pequeña risita se escapó de sus labios.
—Muy graciosa — suspiró Maxwell llevando su mano libre a su frente, una vez más, había caído en las infantiles bromas de la pelinegra.
—Mejor pidamos algo, debemos salir, no sea que lleguemos a la noche con mamá — dijo ella lanzando un suspiro. Ya le había informado a Miriam de su visita, y se sentiría mal al tener que aplazar sus planes.
De manera veloz, cada uno de los chicos terminaron de comer y regresaron con prontitud al vehículo; para entonces se habían asegurado que aquellas dos personas molestas se hubieran marchado del establecimiento.
La cabeza de Emily no dejaba de meditar acerca de qué clase de relación podría tener su amiga y el primo de Maxwell. Ella estaba segura de que Camila no era del tipo de persona que estaba con alguien al que no le podría sacar ninguna clase de provecho, por esa misma razón, una nueva duda se estaba abriendo paso por su mente.