Esposa sustituta

• Bienvenido a la familia •

Las manos del chico se alejaron automáticamente de Emily, la cual estaba mordiendo el interior de sus cachetes para no reír con la pequeña escena de celos de Maxwell.

 —¿Estás loco? — preguntó elevando una de sus cejas, al final de cuentas, ella podría usar esa oportunidad para molestar a su esposo. —Todos aquí saben que tenemos un contrato, que no somos esposos de verdad — dijo ella esbozando una ligera sonrisa. 

Maxwell, por su parte, no podía creer que esas palabras estuvieran saliendo de la boca de su esposa, al final de cuentas, sí estaban legalmente casados, ¿ella iba a actuar de esa manera ahora que estaba en casa de su madre? Bueno, si lo deseaba hacer, Maxwell no la dejaría salirse con la suya. 

—Usted fue muy clara con eso, señora Jones. —De igual manera, las condiciones del contrato son demasiado claras y no considero que esté en las condiciones para pagar aquella compensación económica ¿No es así, Señora Jones? — afirmó el joven de manera segura. 

Debía dejarle claro a la pelinegra que ella no era la única que podía jugar de una manera tan sucia, si ella deseaba actuar como si no estuviera casada en casa de su madre, él actuaría como suponía que actuaría Erick en una situación similar. 

Una sonrisa ladina se posó en los labios de Miriam, la cual tenía un gran sentido para el chisme, y este, en definitiva, sería uno de los más frescos; este sería un gran tema para hablarles a sus futuros nietos o a las señoras del pueblo que acostumbraban a hablar más que maravillas de sus propias hijas.

¿Qué dirían si les mencionaba que su hija estaba casada con un hombre bastante adinerado? 

—Les pido por favor que arreglen sus problemas lejos de los oídos de las personas ajenas a su matrimonio — pidió Miriam. —tú — señaló a su hija —muy bien sabes que las paredes de este pueblo tienen oídos y no desaprovecharía ninguna ocasión para hablar mal de cualquiera. Eres una señora casada, compórtate como tal — la regañó. 

En ese momento, una pequeña risita se escapó de los labios de Maxwell, a pesar de que se estaba esforzando para que esta no se notara. 

—Y tú — lo señaló la mayor de los presentes mientras lo veía de manera severa. —actúa como el hombre que eres, además de eso están casados, eras parte de esta familia, así que no actúes como un robot, por lo menos no en mi casa — afirmó la señora lanzando un suspiro. 

A espaldas de ambos, el joven que había abrazado a la pelinegra estaba intentando escapar de la furia de su tía. Él sabía que una vez que algo se le metía en la cabeza a su tía, no había manera de escapar de ella. 

—Para ti también es. No vas a gastar el champú de tu prima, o ella se encargará de arrancarte cada uno de los cabellos de tu cuerpo — sentenció de manera severa. —Y yo no voy a defenderte. 

Los pasos del joven se detuvieron mientras esbozaba una amplia sonrisa. —Lo siento, Tía, Emily y esposo de Emily… no volverá a suceder, lamento el malentendido y prima, primita… prometo no tocar tu champú — afirmó el hombre uniendo las palmas de sus manos, lo que él deseaba hacer era salir corriendo antes de que su tía lo volviera piedra.

—Bienvenido a la familia — dijo Emily observando de manera rápida a su esposo. 

• • • 

Miriam había hecho todo lo posible para evitar que los chicos decidieran dormir por separado. Ella sabía que en las películas ellos terminaban durmiendo en camas distintas y esto lo único que hacía era alargar el espacio de indiferencia entre los personajes principales. 

Cuando la señora se dedicó a abrir los labios para preguntarle a la pareja acerca de su relación, ellos evadían rápidamente la pregunta o responder sin dar ninguna clase de detalles o hablar de manera específica de ello. 

—Debo admitir que tu madre es tan diferente, como tú — susurró Maxwell, mientras se instalaban en la habitación. 

Ellos habían llegado cuando la noche estaba bastante adentrada; el día siguiente sería el momento en el que sin duda alguna la señora Miriam terminaría buscando más información acerca de lo sucedido en sus vidas durante ese poco espacio de tiempo. 

Hasta dónde ella había llegado a ver, la relación de su hija y yerno legal, se había estrechado de manera rápida; lo había notado en la manera en la que se veían, y en la que sus cuerpos se inclinaban de cierta manera en dirección del otro. 

No había manera en la que pudieran engañar a la madre de Emily, ella estaba decidida a saber si llegaba a haber alguna otra señal de cercanía; pero se alegraba de que ellos al menos no se hubieran matado.

Habían pasado una de las etapas más difíciles en la convivencia, teniendo en cuenta que se trataba de dos extraños que terminaron viviendo en el mismo techo. 

—¿Qué quieres decir con eso? — se quejó la chica elevando un poco su mentón, los labios de esta se habían fruncido mientras ella se acercaba de manera amenazante a la dirección de su esposo. —Te aseguro que somos más que extrañas… luego comprobarás por qué tendrías que dormir con un ojo abierto — amenazó la chica elevando una de sus cejas. 

—¿Sabes? Cada que te enojas es como ver a un pequeño Lori Pigmeo, esos monos que lucen adorables, con sus ojos enormes que casi abarcan todo su rostro, pero al final terminan siendo demasiado venenosos. Eres un arma letal oculta en un conejito de felpa — expuso el chico con la intención de hacer que la pelinegra se molestara mucho más. 




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