La mañana había llegado y a diferencia de los días comunes, esta vez fue Emily la que abrió los ojos antes que el ave madrugadora. Ella se aceleró para ir en busca de su madre, ella estaba dispuesta a ayudarle en el trabajo mientras pudiera, además, le hacía falta volver a ver a sus clientes; ya que disfrutaba que ellos le dejaran una gran cantidad de propina.
Cuando Maxwell se dignó a despertar, notó que la chica de melena oscura no estaba a su lado, la comenzó a llamar y a buscar incluso debajo de la cama; había aprendido que con ella no se podía confiar, era demasiado impredecible respecto a sus «accidentes».
Los pasos del chico lo llevaron hasta las afueras del restaurante de su suegra hasta que su mirada se encontró con una de las más hermosas meseras del lugar. Una sonrisa se posó en sus labios al ver lo mucho que Emily disfrutaba estar en movimiento.
Aquella sonrisa que había esbozado desapareció de repente al ver cómo uno de los clientes la observaba de más, él reconocía que su esposa estaba mucho más hermosa que de costumbre, pero no era justificación para que las demás personas lograran acercarse a ella.
—¡Está tocando su brazo! — exclamó caminando aún más rápido al interior del recinto.
La campanilla del sitio resonó y las miradas de Emily y su madre se posaron sobre él, además de un par de personas que estaban comiendo en ese momento.
Un par de segundos pasaron y la pelinegra continuó con su trabajo, ella estaba sonriendo ampliamente mientras recibía los pedidos de los comensales. La mirada fija de Maxwell estaba sobre ella, no se despegaba ni un solo instante.
—Maxwell, buenos días — saludó Miriam saliendo detrás del chico, haciendo que este diera un breve salto mientras llevaba su mano al pecho.
—Buenos días — saludó sin voltear a verla, no podía despegar su mirada de la pelinegra y eso estaba más que claro para la madre de su esposa. Ella estaba consciente de que el hombre estaba saliendo de su zona de confort.
Lo que Miriam había alcanzado a hablar con su hija antes de que el restaurante abriera, era que ella había pasado demasiado tiempo en casa, todo debido a la lesión que se hizo de una manera muy torpe.
Ella alcanzó a comprender que ese era una de las razones por las que su relación se había hecho más estrecha. Si los dos hubieran estado trabajando de más, estaba más que claro que no tendrían tiempo ni siquiera de verse las caras.
—No te preocupes por ella. Es así con todos los clientes; por eso en la época de invasiones muchos vienen para ser atendidos por ella — dijo la señora dando un par de golpecitos en el hombro del chico.
—¿Se supone que eso me va a hacer sentir mejor?— preguntó en un murmullo luego de que la señora se marchara.
—Ven a comer algo antes de que termines tendido en el suelo como sapo aplastado — llamó Miriam dejando un par de platos sobre la mesa que estaba un poco más alejada de la de los comensales, esta estaba destinada especialmente para los trabajadores y familia del restaurante.
—¿Y Emily? — cuestionó viendo en su dirección una vez más.
—Ella ya desayunó hace rato, dijo que estaba ansiosa para poder volver al trabajo… Sabes lo inquieta que es mi hija, no puede estarse sentada mucho tiempo.
La cuchara que estaba en la mano de Maxwell cayó al plato. Él no podía creer que la persona que le había deseado a comer en familia, había desayunado sin pensar en su esposo.
—Considero que se me quitó el apetito — afirmó dejando el plato a un lado. —Se supone que yo como solo cuando ella lo hace, así que estoy satisfecho — expuso de manera serena mientras se intentaba poner de pie. De un movimiento rápido, la señora le hizo sentar de un solo tirón.
—No, señor, debes comer algo antes de que se te baje el azúcar — rechistó la mayor.
—No comeré sin Emily — afirmó el joven de la misma manera que la mayor.
Los dos estaban haciendo una lucha de mirada, ninguno de los dos estaba dispuesto a dejarse vencer, al final de cuentas los dos eran un par de personas tercas que hacían lo que querían.
Una de las señoras que estaban siendo atendidas por la pelinegra posó su mirada sobre la escena, al igual que muchas personas más, elevando su mano, señaló el lugar. —¿No es la señora Miriam? ¿Quién es ese chico? Al parecer quieren molerse a golpes.
—No se preocupe, señora Samantha, el chico ese, es mi esposo y ya sabe como son entre suegro y yerno — dijo Emily regresando su atención para terminar de recibir el pedido. Cuando iba a llevárselo a su madre, notó que ellos no se habían movido ni un solo milímetro.
Extendió sus manos y separó las frentes de ambos que estaban muy próximas a tocarse, era como si una de las venitas del cuello de su madre fuera a explotar dentro de poco.
—Este es el pedido, ¿Qué es lo que sucede entre ustedes dos? — indagó un poco confundida.
A ella no le extrañaba que ambos tuvieran diferencias, había notado que ambos eran demasiado tercos en ocasiones, así como ella, pero lo que, su relación sería extremadamente divertida de ver.
La pelinegra actuó como mediadora solo por esa ocasión, una pequeña risita se escapó de sus labios al enterarse de que la razón por la que no deseaba desayunar, era porque ella lo había hecho primero, bueno, en pocas palabras era como un pequeño niño caprichoso que deseaba que le dieran la comida.