Esposa sustituta

• Los rumores de oficina •

—¿Necesitas ayuda con algo?— preguntó Erick entrando a la oficina. 

A él realmente se le hacía un poco difícil delegar su trabajo o aquellas responsabilidades que habían estado sobre sus hombros a otra persona; quizá, sabía de las habilidades asombrosas de Maya, pero no se sentía tan a gusto, dejando que otro hiciera lo que a él le había correspondido hacer en el pasado. 

Era como si él se hubiera vuelto un robot programado para hacer ciertas cosas en determinado momento; no estaba acostumbrado a los cambios, eso estaba claro.

Ahora su responsabilidad era la de aquellos presidentes ejecutivos normales; no tendría nada que hacer en las veinticuatro horas del día, por lo que, se vería obligado a descansar como el ser humano que era. 

—Descuide, estoy perfectamente — afirmó Maya dándole un breve vistazo a su nuevo jefe.

Ella estaba centrada en cada una de sus lecturas, aún debía memorizar a los del departamento de ventas y ajustar el nuevo horario de su jefe.

—Tiene una reunión dentro de treinta minutos con el departamento de marketing — dijo ella sin ver al hombre. —Veintinueve minutos. 

Lo que Erick no sabía hasta entonces, era que estaba siendo analizado por Maya, ella creía que, al ser su asistente, debía tener completo conocimiento de su jefe: gustos, talentos, trabajos, antecedentes, habilidades, fobias, dificultades.

La primera característica que ella había notado era su falta de empatía, cosa que no le ayudaría en absoluto con los Graham, si deseaba convencerlos, tendría que ser la persona más humana posible. 

—En ese caso, prepararé los documentos que necesito para… — decía hasta que fue interrumpido por la chica, la cual extendía una carpeta con lo que se necesitaba para la reunión. —¿Gracias? — expuso en un tono demasiado extrañado. —Lo siento, esto de tener una asistente es demasiado diferente para mí, soy nuevo en esto — confesó llevando una de sus manos detrás del cuello. 

Aquel movimiento era difícil de observar en el Joven CEO, él estaba acostumbrado a mostrar una gran seguridad e imparcialidad frente a quien fuera; aun así, el tener a Maya al frente como secretaria lo sacaba absolutamente de su zona de comodidad.

Por otro lado, el incidente de la primera vez en que se vieron, fue suficiente como para que Erick se diera cuenta de que debía tratar de una manera más amable a Maya. 

—Me enteré de eso, señor — dijo ella ladeando un poco su cabeza. —Muchos de los trabajadores están extrañados de que usted haya buscado una asistente; la gran mayoría de ellos está convencida de que usted tiene una enfermedad bastante grave y no puede cuidar de la agencia de la misma manera que antes. Hay demasiados rumores más que no tienen fundamento. Veinticuatro minutos — añadió checando su reloj. 

Erick se dirigía a su escritorio, le echaría un vistazo a los documentos preparados, de esa manera podría conocer el trabajo de la de cabello cobrizo. Para su sorpresa, los documentos estaban perfectamente estructurados; bueno, considerando que ella solo llevaba una mañana trabajando en la agencia. 

Los ojos del CEO se posaron sobre la nueva integrante de su equipo, ella estaba observando a cada uno de los encargados de las diferentes áreas, los cuales llevaban los documentos solicitados por la nueva asistente. 

La diligencia de Maya era algo que Erick no podía pasar por alto, y en cuanto a la joven madre, ella estaba dando todo lo que podía para sacar a su hijo adelante, a su única familia. 

Max y Emily

—¿Piensas quedarte ahí parado todo el día? —cuestionó la pelinegra, con una sonrisa traviesa mientras extendía su mano en dirección al chico de cabellera dorada. 

Él estaba sentado en una de las bancas, se sentía bastante agotado de tanto caminar. Habían recorrido medio pueblo y si, él estaba emocionado de conocerlo; pero sentía que sus piernas no daban más, era como si hubieran dejado de responder. 

La mirada de Emily estaba fija sobre él, a pesar de que no deseaba moverse

 —¿Te parece bien que hagamos un pequeño descanso? — cuestionó la chica esbozando una ligera sonrisa. —Este lugar es agradable, mucho más que los baños públicos ¿No es así? — una de las comisuras de sus labios se elevó de manera pícara. 

Maxwell se mantuvo en silencio, su ceño fruncido era suficiente como para hacerle saber a la pelinegra que no le hacía gracia su broma. El pobre joven casi moría por inhalar sustancias tóxicas, y ella solamente se había reído todo el camino.

—Está bien, lo siento — masculló la chica llevando su mano a la cabellera, se despeinó un poco y se dejó caer en el césped. —Mira, las nubes se ven especialmente blancas, qué lindo — dijo ella mientras señalaba una que, a sus ojos, era semejante a un cachorro demasiado peludo. 

La mirada del joven se posó en dirección a la nube que la chica señalaba, pero lo único que lograba ver era las blancas nubes que decoraban el firmamento. —No veo nada — afirmó el hombre, ladeando su cabeza, estaba haciendo su mejor intento para poder encontrarle forma a lo que fuera que estaba viendo. 

—Ven, te mostraré mejor — dijo ella extendiendo su mano en dirección a Maxwell. 




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