Esposa sustituta

• ¿Secuestrada? •

La mirada de Maxwell se posó rápidamente sobre su amigo, el cual, dejando a un lado todo lo que estaba haciendo, corrió para escuchar mejor lo que se estaba diciendo.

—¿Quién eres? — indagó el rubio observando detenidamente a su celular; sentía cómo su corazón se detenía por un momento.

«Escucha con atención, te diré lo que debes hacer: primero, trae 10.000 a la dirección que le daré».

—¿Diez mil? ¿Diez mil qué? — preguntó frunciendo el ceño. —Diez mil euros es una completa locura. Mi esposa vale mucho más que eso. Le llevaré cien mil — expuso.

Para él, diez mil euros era demasiado poco para pagar el rescate de Emily, él tenía claro que su esposa valía mucho más que diez mil euros.

Los ojos de Tom se dirigieron al rostro de su amigo jefe, sus cejas estaban arqueadas levemente, ¿Qué era lo que había llegado a decir el loco de Maxwell?

—¡¿Estás loco?! Es demasiado dinero — rechistó, sin salir de su asombro.

—No digas tonterías, no es nada a comparación de Emily — afirmó llevando su atención, una vez más, a la persona que estaba al otro lado de la línea. Aquella persona continuaba dando las indicaciones para que pudieran liberar a la pelinegra.

•          •         •

Maxwell condujo a toda la velocidad posible, para encontrar las cosas que ellos habían pedido, que extrañamente no eran diez mil euros. El ceño del joven se había fruncido, ¿para qué necesitaban esa cantidad de pastelillos? Era una locura; pero nada era más importante que rescatar a su esposa.

El semáforo en rojo hizo que su camino se detuviera, una persona extraña atravesó la carretera por delante del auto de Maxwell, se acercó a la ventanilla y lanzó un sobre en el interior.

«Eso fue completamente extraño»

Se dijo Maxwell a sí mismo. El hombre había desaparecido de su vista en un abrir y cerrar de ojos.

La atención del de melena dorada fue llevada al sobre que estaba a su costado, al abrir el sobre, saltó a la vista, el colgante que le había regalado a Emily con un par de gotas de sangre; una vez más, su corazón dio un vuelco.

—¡Lo mataré! — sentenció en medio de un gruñido mientras aceleraba su vehículo.

Las manos de Maxwell estaban apretando con fuerza el volante, su sangre hervía, estaba completamente enfurecido y lleno de preocupación por su esposa, el joven estaba más que seguro que se trataba de ese hombre del bosque, porque ¿Quién más llegaría a hacer algo así?

Ese tipo había estado siguiendo a Emily por más de dos meses, no se sabía desde cuándo había comenzado todo, pero Maxwell estaba meramente convencido de que era hora de terminar con aquello.

El auto se detuvo en frente a lo que parecía ser un garaje, era la primera vez en la que veía un lugar así, parecía tan macabro, como si lo hubieran sacado de en medio de una película de terror.

Las imágenes de una Emily completamente golpeada y ensangrentada, llegaban a su mente como destellos de luz.

Maxwell se armó de valor y, tomando un poco de aire, se dirigió al interior de esta.

Todo estaba completamente oscuro, lo único que podía percibir era el sonido de lo que parecían ser ratas. Aquel ruido que producían era similar a cuando buscaban alguna cosa en medio de cajas o de la basura.

A diferencia de los ruiditos que había, el aroma que inundaba el lugar era relativamente agradable.

—¿Emily? — preguntó Maxwell sacando su dispositivo móvil para usar la linterna.

Cuando  frente de él se iluminó, se encontró con Emily, la cual estaba atada en medio del sitio, con una cinta en la boca; su cabeza estaba inclinada hacia delante y sus ojos cerrados.

Al acercarse a la pelinegra, con su mano intentó levantar el rostro de Emily, al hacerlo, ella abrió los ojos como platos haciendo que el rubio diera un salto para atrás.

La escena parecía haber sido sacada de una película de terror, más aún, cuando sintió unos pasos detrás de él.

Parecía que, en ese punto, había olvidado que la persona que estaba en frente de él, era su esposa.

Con lentitud, el rubio se dio la vuelta sobre sus talones, apuntó con la linterna de su celular la dirección en la que había sentido los pasos, pero no había nadie.

Las luces se encendieron de repente, revelando una decoración festiva.

—¡Feliz cumpleaños! — exclamaron Erick, Tom, los abuelos y padres de Maxwell, además de la madre de Emily y sus nuevas amigas.

Al ver la escena, Maxwell dejó caer la barra de metal que había tomado poco atrás, el impacto en el suelo de aquella barra, hizo que el sonido retumbara en el lugar.

—¿Cumpleaños? — preguntó el joven empresario con un gesto que denotaba confusión, su entrecejo se encontraba fruncido y su mirada fue en busca de la de su esposa.

Emily esbozó una ligera sonrisa mientras Emma se aproximaba a desatarla; los ojos de la pelinegra estaban sonriendo, era una de las características de Emily que llegaba a hipnotizar a Maxwell, a él aún le sorprendía que los ojos de una persona pudieran sonreír de esa manera.




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