Esposa sustituta

• Vino italiano •

Una diminuta risa salió de los labios de Miriam, a pesar de la situación en la que se encontraba su pequeña hija, esto le hacía recordar una de las vacaciones familiares.

En esa ocasión las cosas se habían planeado desde hace más de un mes, así que la pequeña Emily estaba ansiosa para poder ir por fin a conocer la nieve. Había sido uno de los sueños de esa pequeña niña durante el fin de semana. 

Cuando el día de salir llegó, esa pequeña revoltosa se había enfermado. La decepción en los ojos de la niña estaban fijos en su madre, y a pesar de su malestar, ella estaba fingiendo estar bien. Emily no deseaba perder ese viaje tan ansiado. 

No importaba cuanto su madre intentara hacerla entrar en razón, ella estaba demasiado empecinada en asistir, por lo que, en medio de este, terminó desmayándose y su viaje se arruinó por completo 

La imagen de esa niña enferma era la que Miriam no podía dejar de ver, a pesar de que Emily ya fuera toda una mujercita. —Deberías ir a descansar un poco — expuso la señora sin despegar su mirada de la mencionada.

A ella le extrañaba que su hija estuviera así por beber café y Limón, ya que la pelinegra era conocida por tener un estómago fuerte, capaz de digerir cualquier cosa. 

Su instinto de madre le hacía pensar en que lo mejor sería ir al médico, aun así, llevar a la pelinegra a un hospital tendría que hacerse cuando ella ya estuviera a punto de estirar la pata, de lo contrario, sería imposible. 

—Deseo estar un poco más con ustedes — afirmó la joven tambaleándose un poco hasta llegar a la mesa. 

—¡¿De dónde sacaste lo testaruda, mocosa?! — rechistó Miriam lanzando un pesado suspiro.

En cuanto a los demás, ellos se limitaron a beber de sus vasos, ellos sabían que la señora se lo había heredado perfectamente a su hija. De hecho, solo Maxwell podría llegar a hacerles competencia. 

—¿Cómo vas a quedarte, si ni siquiera puedes oler la comida? — indagó la abuela elevando una de sus cejas. —Conozco un brebaje que es maravilloso para dejar atrás las náuseas, es muy popular en la familia cuando la mujer está en embarazo — expuso la señora con un suave tono de voz. 

Emily guardó silencio referente a lo último, pero el malestar la hacía pensar en que lo mejor era hacer eso, antes de tener que ir al médico. 

Unos minutos habían pasado y la bebida comenzaba a hacer efecto; una vez más, Emily podía comer a gusto mientras mantuviera lejos de sí el aroma a limón. Ella jamás iba a volver a intentar beber una cosa así, era un completo desastre y el tanto botar lo que no tenía en su estómago le había dejado doliendo la garganta. 

—Ahora no vayas a exagerar — susurró Maxwell lanzando un suspiro.

Él sabía que en ocasiones la joven podía ser un poco exagerada en cuanto a sus porciones de comida; al fin de cuentas, ella había dejado de comer durante todo el día o la mayor parte de este. 

•          •          •

La mirada de Emily estaba fija sobre Maxwell mientras él se dedicaba a organizar las cosas que necesitaría para su viaje. Le parecía extraño a la pelinegra que la maleta que su esposo usaría era de un tamaño mediano, además de eso, solo llevaría una. 

—¿Solo vas a llevar una maleta a un viaje de una semana aproximadamente… y para el fin de semana en el bosque llevaste como cinco y mucho más grandes que esta? — su ceño estaba fruncido, lo que indicaba que ella se encontraba bastante confundida frente a la habilidad de organización del rubio. 

Ella, en un momento, había llegado a pensar que ocuparía al menos tres maletas, al parecer, se había equivocado una vez más. 

—Estoy acostumbrado a salir de viaje — aclaró —pero jamás había ido a un bosque repleto de osos — añadió una vez más, llevando su mirada a los ojos de su esposa. —Me gustaría saber qué cantidad de cosas emplearías tú para el viaje de una semana — una sonrisa pícara se había asomado en los labios de Maxwell, el cual sabía perfectamente que Emily no era del tipo de personas cuya maleta pesara al ir de viaje, pero, pesaría un montón al regreso. 

Él lo sabía, porque a ella le llamaban la atención las cosas realmente pequeñas y sencillas, como las decoraciones de mesa o jardín. No podría olvidar la vez que fueron a un restaurante chino, ella terminó con un par de decoraciones. Lo asombroso, fue que ella los sacó legalmente del lugar y sin pagar un solo centavo. 

—Deberías llevar una maleta extra… y me traes un poco de ese famoso vino italiano, por favor — pidió ella parpadeando repetidamente. 

Emily había escuchado a Tom hablar acerca de lo delicioso que sabía ese licor; por su lado, Erick, que era un fino catador de vinos, estaba de acuerdo con las palabras del castaño. Todo eso hacía que la curiosidad de Emily fuera más y más en aumento, hasta el punto en el que estaba dispuesta a ir a Italia en una de sus vacaciones, así tuviera que escapar a media noche de su casa. 

La mañana había llegado con plena tranquilidad. La mirada de la pelinegra se posó en su esposo, el cual aún continuaba descansando, esta sería la primera vez que se separarían, cosa que era extraña para los jóvenes. 




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