Esposa sustituta

• Es un hombre casado •

Max y Tom

—¡Creí que ese avión jamás iba a aterrizar! — exclamó Tom, bastante aliviado, algunas complicaciones se habían presentado a la hora de aterrizar, pero aun así todo había salido de maravilla; por lo menos a los ojos del hombre de traje que parecía haber pasado un viaje lleno de introspección. —¿Me estás escuchando? — preguntó el chico de melena rizada sacudiendo su mano enfrente del rostro del mayor. —¿Estás pensando en llamar a Emily justo ahora? 

—Por lo menos debería avisarle que ya llegamos al destino, ¿No lo crees? Tú también deberías informarle a tu novia que llegaste a salvo — dijo el hombre de manera burlona, haciendo énfasis en «novia» al final de cuentas, él estaba seguro de que algo había entre Emma y su amigo revoltoso.

Los consejos de Emily en medio de la noche no podían ser en vano. 

—No voy a escribirle a Emma que ya llegamos — dijo el menor rodando sus ojos. —Además, Emma y yo no tenemos nada — afirmó con seguridad mientras daba unos pasos mapas adelante. 

—¿Y cuándo dije algún nombre? ¿Eh? — esta vez, una sonrisa demasiado triunfante se posó en el rostro del rubio.

Había conseguido una clase de confesión por parte de Tom y lo había atrasado con la guardia baja.

Los ojos del chico se abrieron de par en par al haber notado que había sido engañado. «Así ha de haberse sentido Emy cuando la engañamos con el médico?», se preguntó a sí mismo en medio de un suspiro.

Había caído como un pequeño e inocente niño en las trampas de su amigo jefe. 

—Mejor les avisamos cuando lleguemos al hotel. Así que guarda silencio y vayamos rápido — expuso Maxwell con voz de mando, al final de cuentas, si se encontraba en el hotel, podría hablar con Emily mucho más a gusto. 

•          •          •

En otro lugar de Italia, los refinados pasos de una chica de melena platinada recorrían la oficina de su hermana mayor. Ella estaba esbozando una amplia sonrisa mientras intentaba persuadir a la mayor que le permitiera acompañarla en aquella reunión de trabajo en la que se encontraba Maxwell Jones. Sus ojos brillaban con tal intensidad en el momento en que pensaba en ese hombre.

Parecía que apenas había sido ayer cuando sus caminos se habían encontrado por primera vez en su último viaje a Italia.

En aquella ocasión, era su padre el que se iba a encargar de atender a los nuevos aliados de la compañía; por lo que, no podía dejar pasar una gran oportunidad para conocer al tan aclamado CEO de J&C.

Los rumores eran alabanzas a su gran apariencia y personalidad, a pesar de que todos lo que lo veían; hombres, en su mayoría; decían que se trataba de un témpano de hielo ambulante.

La curiosidad por parte de Giulia crecía en su interior, hasta que logró convencer a su padre de llevarla, ella no daría su brazo a torcer en cuanto a su determinación de conocerlo una vez más. 

—¿Acaso no has escuchado, Giulia? — dijo su hermana intentando mantener la serenidad de sus palabras. 

Al contrario de lo que llegaba a parecer, Giuliana era una mujer demasiado sensible y que, guardaría un resentimiento impresionante en contra de aquella persona que le llevará la contraria, ella era la completa definición de «una hija de papi» cosa que a su hermana mayor le molestaba demasiado. 

—¿Qué se supone que debería haber escuchado, hermanita? — preguntó ella con un dulce y fastidioso tono de voz. 

Cabe aclarar que la mayor soportaba con dificultad a su hermana, por el simple hecho de ser su hermana; de caso contrario , ya la habría mandado a volar desde el primer día en el que Giulia intentó entrar a la empresa de su padre. 

Ella era como una clase de piedra en el zapato, de aquellas que tenían puntas en cada una de sus esquinas y podría atravesar tu pie de una manera molesta y dolorosa si llegas a descuidarte. 

Habían sido demasiados intentos fallidos en hacer que la menor se marchara del país para estudiar en el exterior; eran fallidos porque la chica de cabellera plateada no podía ser aceptada en ninguna universidad. 

—El joven Maxwell no está soltero — afirmó Alice sin despegar su mirada de la  documentación que emplearía en ese preciso momento. 

—No lo estaba cuando vio por primera vez ¿Recuerdas lo que pasó entre nosotros? — manifestó en el momento que tus mejillas se tornaban completamente rojas. El pensar en lo que ellos habían vivido llenaba a Giuliana de emociones que no sabía que había llegado a tener. —Nuestro encuentro será la oportunidad enviada de los cielos para que por fin deje a esa estúpida mujer. Ella es una mancha de vino tinto en un traje de novia… completamente repulsiva. Haré que Maxi se enamore de mí — una sonrisa demasiado segura de sí misma estaba adornando el rostro de la menor, con tal suficiencia que Alice estaba luchando contra sí misma para no lanzarle el cubo de basura en la cabeza. 

—Está casado — dijo de repente. 

En ese preciso instante la sonrisa de Giulia se esfumó de sus labios y su entrecejo se frunció al igual que su nariz, ella estaba deformando su rostro debido a la molestia que pensar en compartir a Maxwell le ocasionaba. De repente, una nueva desinteresada sonrisa se posó en sus labios.




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