Esposa sustituta

• Un plan maestro •

Max y Tom

—Max ¿Sabes? — susurró Tom adentrándose a la habitación de un compañero. —Creo que había olvidado lo que pasó con Giuliana la última vez — susurró sentándose en la cama del hombre de melena dorada, poniéndose en una posición demasiado cómoda. —Ella no solo te tomó fotografías en traje de baño — indicó conteniendo su risa. 

En ese preciso momento, todo parecía ser una broma; pero en el instante en el que sucedieron las cosas, los acuerdos y negociaciones con la empresa del padre de Giuliana casi se va por un acantilado. Maxwell estaba completamente diferente por el atrevimiento de la joven de melena platinada. 

Si  hubiera olvidado por un momento que ella era una dama, muy seguramente la había jalado del cabello hasta la mitad de la autopista. 

La mirada de Maxwell estaba puesta sobre su compañero, sin creer que él aún deseaba revivir esos acontecimientos. Si el joven no mantenía la calma, estaba seguro de que terminaría cometiendo una locura. Maxwell había sido lo suficientemente claro con el padre de Alice, respecto a la presencia de su hija en la reunión. 

El rubio no deseaba encontrarla siquiera en el camino, y no reaccionaría de manera tranquila si las cosas volvían a repetirse. 

—Ella no solo te tomó las fotografías, sino que te besó en medio de una conferencia de prensa — acto seguido, una gran carcajada salió de la boca del menor. 

Aquel incidente dio la vuelta por el país tres veces, y eso sin contar las innumerables explicaciones que tuvieron que dar el resto de la semana, luego, por fin, pareció como si eso jamás hubiera sucedido, todos habían dejado de hablar de la escena que Giuliana había actuado. 

—Si vuelves a mencionar eso delante de mí o de alguien más, te cortaré la lengua — sentenció con un rostro completamente deformado por la molestia que sentía al recordarlo. 

Desde el primer instante en el que Maxwell vio a la joven de cabellera platinada, se dio cuenta de  que lo único para lo que era útil era para generar problemas. Lo había visto desde el primer día, la manera en la que hablaba con su padre de manera casual y el cómo su hermana, Alice, la observaba con molestia. 

De ese par de hermanas, con la única con la que se podía entender de manera formal, era con la mayor de estas. La mente de Alice estaba centrada no solamente en su trabajo, sino también en su familia. Ella tenía una reputación que mantener y no perdonaría que su hermana echara por tierra cada uno de los esfuerzos de su padre. 

—Está bien, lo siento— masculló el joven de rizos definidos, llevando sus manos a la boca. 

Por una extraña razón, sintió como si esta le fuera cortada y un gran sabor a sangre se apoderara de sus papilas gustativas; lo cual carecía de sentido si consideraba el hecho de no tener lengua. 

—Mejor me voy a dormir, mañana debemos hacer un montón de cosas. Por lo que espero que te levantes temprano, querido jefe. Al parecer convivir con Emy no te ha sentado tan bien que digamos. 

Una sonrisa pícara se formó en sus labios y se dedicó a mostrar una mueca a su jefe. 

En ocasiones Maxwell llegaba a pensar en qué sería de Tom si sus caminos no se hubieran unido de la manera en la que lo hicieron. A sus ojos, ellos eran un gran complemento en lo que a amistad se refería, junto con Erick, cada uno le aportaba algo de valor a la vida de su amigo y viceversa. 

Tom aún conservaba la actitud de un estudiante de secundaria, era el menor de los tres amigos por tres años, para ser exactos. Cosa que permitía que fuera tratado con un poco más de paciencia, eso sí, las burlas de los mayores hacia él no cesarán, ni mucho menos serían más suaves. 

No podrían olvidar la vez en la que se había quedado dormido en medio de la piscina y ellos lo arrastraron con flotador y todo en medio de esta. Debido a la manera tan desastrosa de Tom al dormir, este terminó cayendo al agua pocos minutos después. 

Erick y Maya

—Si nos llegan a ver, pensarán que los estamos espiando — dijo Erick en un hilo de voz mientras intentaba ocultarse detrás de su asistente. 

—¿Y qué es lo que estamos haciendo? — indagó la joven con una pequeña sonrisa. 

Ella siempre había sido caracterizada por su seriedad y madurez; y, al haber sido apercibida de esa manera, ella se dedicó a hacerle justicia a sus títulos. Solo por esa noche, ella dejaría atrás su etiqueta y se dedicaría a ganar en aquella batalla que su exesposo había comenzado sin saber. 

—En la guerra y el amor todo se vale ¿No has escuchado? — cuestionó la joven observando rápidamente a su jefe, el cual se limitó a asentir. Esa era una de las frases empleadas por Tom antes de que hiciera algo que arruinaba todos los esfuerzos que había hecho. —Esta vez, será una guerra demasiado sangrienta — dijo ella a manera de broma con la intención de ver el desconcierto en los ojos de su jefe, cosa que logró a la perfección. 

—Te  aseguro que, si logras hacerlo. Recibirás un aumento — expuso Erick. —Me refiero a que, hagas que ellos no logren llegar a un acuerdo y la oportunidad sea para nosotros. No dudo de sus habilidades, señora Everard — expuso el joven de tez morena con solemnidad. 




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