Esposa sustituta

• Infiel •

Maya y Emma estaban observando a la pelinegra mientras ella se mantenía en silencio, había pedido permiso para faltar ese día al trabajo, los ojos de Emily estaban puestos sobre su dispositivo móvil, ella lo había estado observando de manera detenida mientras jugaba con sus manos. 

—¿Qué crees que haya sucedido? — cuestionó la menor de las amigas sin despegar la mirada de la chica de cabellera lacia. 

Su actitud era completamente diferente a la que ella acostumbraba a tener, el hecho de que hubiera faltado a su trabajo era un indicador de su extraño comportamiento. 

—No lo sé, muchas veces en el embarazo, las mujeres tienen muchos cambios de humor — respondió Maya lanzando un suspiro.

Ella aún estaba un poco confundida por el extraño semblante de la menor, no era algo que sencillamente se pudiera justificar si se tenía en cuenta su estado de embarazo.

De un momento a otro, tomó su celular, observó algo más y luego lo estrelló contra la pared. 

—¡En definitiva, su actitud no es normal! — exclamó Emma corriendo a tranquilizar a Emily, al cual parecía un muñeco de trapo. 

A pesar del fuerte impacto del celular, solo se rompió una parte del vidrio, lo que le permitía poder ver lo que la pelinegra había buscado poco antes. 

Con pasos apresurados, Emma se dispuso a mostrarle el dispositivo a Maya, la cual lanzó un gigantesco gruñido. 

—¡Mira nada más! ¡Ahora que no se atreva a regresar porque lo dejo calvo y en muletas! — exclamó la mujer de melena cobriza, ella no podía estar más molesta de lo que realmente estaba; aun así, debían mantener un bajo volumen porque Extra continuaba descansando. 

No importaba qué estaba sucediendo en la mente de Emily, porque su cuerpo no respondía, lo cual era una clara alusión a que su cabeza estaba viviendo una de las más grandes revoluciones de su vida. 

—Me da miedo cuando ella no dice nada — susurró una vez Emma escondiéndose detrás de la joven asistente. Con lentitud, su escudo humano asintió.

—Saldré a tomar aire — sentenció Emily tomando su bolso. —No le digan a nadie que salí, volveré pronto — expuso ella de una manera completamente robotizada. A final de cuentas, las imágenes de Maxwell al lado de Giuliana eran las responsables de todo eso. 

Las jóvenes no tuvieron más opción que asentir, Emma, por su parte, corrió para ir en busca de su amiga, por lo menos, para cuidarle las espaldas; aun así, Emily ya había desaparecido de su vista. 

—Parece un velociraptor — se dijo a sí misma regresando al interior de la casa. 

—Dejó su celular — informó Maya llevando sus manos a su rizada cabellera. 

—¿Por qué siempre en situaciones así terminan dejando su celular? ¿No recuerdan que siempre pasa algo malo cuando eso sucede? — rechistó Emma lanzando un suspiro. 

Acto seguido, el celular de Emily comenzó a sonar. 

—Es el tarado, eh, quiero decir, es Maxwell — informó Emma tomando el mencionado. Ellas estaban demasiado confundidas para saber qué era lo que estaba sucediendo, la mente de ellas estaba intentando trabajar a una gran velocidad para unir cada uno de los puntos. 

Las cosas entre Emily y Maxwell habían estado yendo demasiado bien durante los casi dos meses que llevaban desde conocerse, pero ahora todo parecía estar yendo en picada. 

—Yo si decía que era extraño que una reunión durara tanto tiempo — Masculló Maya lanzando un suspiro. 

Ella podía comparar lo que se estaba desarrollando en ese preciso momento, con lo que ella había vivido tiempo atrás estando al lado del torpe de su exmarido.

Ella comenzó a notar que las cosas están marchando de manera extraña en su relación, que el trato de Pierre estaba cambiando de manera drástica con ella y que pasaba más tiempo en otros lugares que al lado de su esposa; además de eso, había algunas pérdidas económicas que eran completamente imposibles de justificar de una u otra forma. 

Los viajes de negocios de Pierre habían comenzado a extenderse de su duración normal ¿Maxwell estaba siendo infiel? Si eso era cierto, entonces era la mente de Maya la que le estaba dando las advertencias necesarias a la joven.

¿Qué podría hacer ahora? Las cosas estaban comenzando a repetirse y ella no deseaba que nadie más pasara por lo que ella pasó. 

Es más, no la mujer que le había extendido una mano cuando ella estaba sola con su hijo. 

—Dame el celular, voy a contestar — sentenció ella de manera severa en el momento en que la llamada volvía a repetirse. 

Emma, dentro de sí, sabía que no era lo mejor que podía hacer, pero la mirada de Maya podría convertirla fácilmente en papilla. Así que con manos temblorosas arrojó el celular en dirección de la joven madre.

Emma detalló el rostro de Maya, y notó como una de las venas de su cuello estaban amenazando con reventar, estaba demasiado hinchada. 

Los pasos acelerados de Emma, la llevaron al lugar en el que descansaba el pequeño Ezra, algo le decía que su madre iba a comenzar a gritar como loca y no deseaba que el pequeño se asustara. 




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