Esposa sustituta

• El colgante •

Tom era el único que no había sido informado de la desaparición de Emily, porque todos sabían que ese hombre sería capaz de enloquecer si a ella le sucedía algo.

La relación que ambos llevaban era igual que ellos: extraña. Era como si hubieran nacido para estar juntos sin tener ningún interés o relación romántica. 

En el momento en el que el joven cruzó la puerta para entregarle a Maxwell algunos documentos que necesitaba respecto a la reunión que ni siquiera llegó a efectuarse, sus ojos se posaron en que todos sus amigos, y el molesto de Jeremy, estaban en la sala. 

Todos a excepción de su querida amiga. 

—¡¿Qué hace él aquí?! —exclamó señalando al hombre de ojos color cielo.

Su gesto de descontento y más aún de confusión no podían simplemente abandonar su rostro. Todos estaban conversando de manera pacífica, y ni Maxwell como su archienemigo se estaban insultando. 

Su mirada se desvió al brazo del jefe de su amiga, el cual se había limitado a vendar la herida causada. Sentía que la desaparición de Emily era su culpa. 

Cosa en la que tenía la razón. Por eso mismo, no descansaría hasta hacerla regresar sana y salva. 

—¡Max! Te dije que pusieras laxante en su bebida, ¡no que lo apuñalaras! —exclamó horrorizado, mientras sus ojos intentaban salirse de sus cuencas. —Si Emily llega a saberlo, la siguiente víctima serás tú, y terminarás divorciado. Por cierto, ¿dónde está Emy? 

El silencio se formó en la sala, el gesto de Tom se demudó.

—Voy a ver si está durmiendo. Ustedes están actuando muy raro hoy. ¿Acaso es el día de asustar a Tom? 

Sin esperar ninguna respuesta, ni despegar su extrañada mirada de los presentes, se encaminó a la habitación de la pelinegra. Aun así, no la encontró por ningún lado.

—¡Emy! ¡Ya llegó tu chico favorito! —gritaba mientras recorría las habitaciones sin encontrarla. 

Ella simplemente no estaba.

Ni en la biblioteca, ni en la sala de bolos, ni en el gimnasio, ni mucho menos en la azotea, que era uno de los lugares favoritos de Emily para pasar su tiempo libre. 

La llamó y el sonido de su celular le indicaba que estaba cerca, al seguirlo regresó a la sala en la que todos se encontraban, mientras hablaban acerca de cómo podrían encontrar a la chica. 

—¿Escuchan eso? Es el celular de Emy ¡Emy, contesta! —recorría la sala, escuchando atentamente el sonido. 

Solo que el celular estaba en el saco de Jeremy. 

—¡¿Por qué tienes el celular de Emy?! —preguntó de manera brusca. —Lo preguntaré una vez más, ¿Dónde está mi Emy? — cada una de las palabras del joven, salía cada vez más amenazante y violenta que la anterior. 

—Tom, toma asiento, respira. Te diremos dónde está Emily —afirmó Maxwell en un tranquilo tono de voz, tratando que esa serenidad se le contagiara al menor, cosa que era difícil.

—Te escucho. 

—Emily aceptó un trabajo en el exterior, por eso me dejó el celular, es de seis meses. Seguro te habló al respecto —aclaró con una sonrisa. 

—¿A dónde? 

—España. 

—Mientes. Emy no iría ahí, tiene problemas legales en ese país, luego de vomitar sobre el rey de España, causar un disturbio y secuestrar accidentalmente a la tercera princesa.

—¿Qué ella, qué? 

—La propuesta que le hice, era de ir a los Alpes. Ella siempre ha querido ir ahí, y yo no quiero que esté cerca de Maxwell. —afirmó Jeremy. 

—Eso suena más convincente —dijo Tom sacudiendo su melena rizada perfectamente peinada —pero pasas un detalle por alto. 

—Emily me prometió que nos iríamos juntos a conocer. No hay manera alguna de que ella se haya ido sin siquiera avisarme o despedirse de mí. 

—Eso es lo que te ha dicho, Tom —respondió Maxwell intentando apoyar la razonable respuesta de Jeremy. 

—Primero se divorciaría de ti, Maxwell Jones. La conozco mejor que todos ustedes juntos —su voz se tornó un poco más oscura. —¿dónde… está… mi… Emily? 

Sin más opción le contaron lo que verdaderamente había sucedido. 

Y sí, apenas terminaron de hablar, él ya había arrojado a Jeremy al suelo, lo tomaba por su cuello impidiéndole tomar aire. 

—¡Tom! ¡Ya basta! —exclamaban las chicas detrás de ellos, las cuales solo querían mantenerse al margen. 

—¡Por tu culpa se llevaron a Emily! 

—¡Casi me quedo sin brazo! 

—¡Hubieran sido ambos! —respondió molesto. 

Lo único que Tom no sabía de Emily, además de su ubicación, era que estaba cargando un mini Max en su vientre. De lo contrario, tendríamos funeral en el siguiente capítulo. 

—Tom, vas a asustar a Ezra, por favor, tranquilízate —susurró Maya usando lo único que se le ocurrió que funcionaría. 

—Te traeré un poco de café —murmuró Emma yendo en dirección a la cocina. 

Los minutos pasaron, comenzaron a trazar un plan para encontrar a la joven madre, cuyo embarazo pasaba desapercibido para su esposo y su versión masculina. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.