Esposa sustituta

• Problemas en J&C•

Una semana había pasado desde que Emily había sido llevada a esa horrible mansión en la que la torturaban a punta de fresas y deliciosos manjares, dónde todo lo que ella llegaba a decir tenía que hacerse, sin tardar ni un solo segundo.

«Podría vivir aquí toda mi vida»

Se decía la pelinegra con una pequeña sonrisa. 

Si bien extrañaba a su familia y el pequeño Max estaba volviéndola loca con sus antojos de fresas bañadas en chocolate, no tenía manera de quejarse. En ningún momento  Eduardo intentó sobrepasarse con ella, y sí, lo veía demasiado poco. 

La intención del hombre era darle su espacio para que se adaptara a su nueva vida, que se acostumbrara a verlo de vez en cuando para que se hiciera la idea de que pasaría el resto de sus días a su lado. 

Emily era consciente de que tarde o temprano debía salir de ahí, pero si mostraba resistencia a estar en el lugar, perdería las libertades que tenía en ese momento. 

Si las perdía, se podía ver encadenada en el sótano, siendo vigilada por ese hombre desquiciado, de día y de noche. Ella temía que Max Junior naciera lejos de su verdadero padre, y que ese psicópata se hiciera pasar por su progenitor. 

•          •          •

En J&C la ausencia del gran jefe estaba dando pie para que sus amados primos comenzaran a dañar su reputación. Maxwell se había centrado junto con Jeremy y las chicas de ir en busca de Emily.

Tom recordaba lo del colgante, pero este fue hallado en un punto muy diferente en el que se encontraba la joven, desviando la atención de estos del verdadero punto de su ubicación. 

Maxwell no había asistido ni un solo día a la empresa, de manera que los inversionistas estaban pensando mal en contra del CEO de J&C. Tom estaba intentando tranquilizarlos de todas las maneras.

A pesar  de los intentos fallidos del joven secretario asistente, los primos de Maxwell tenían más apoyo de los inversionistas. En cuanto al resto de trabajadores, ellos conocían que Maxwell no era la clase de persona que abandonaba sus responsabilidades como si nada. 

Para ellos, había una razón más por la que sucedía, ellos no olvidaban las veces en las que su jefe llegaba enfermo a la oficina con el porta sueros detrás de él. 

—¡Maxwell no es el indicado para liderar las actividades que la empresa del abuelo está desarrollando! ¡No se ha dignado a ver los proyectos ni a revisarlas propuestas publicitarias! 

—¡Nos ha abandonado! Piensa que lo que le dijimos no tenía futuro. ¡Lo escuché con mis propios oídos!

Ninguno de los trabajadores decía una sola palabra. Su mente estaba comenzando a dudar de quién se suponía era su jefe. Los primos de Maxwell había intentado, años atrás, poner a los empleados en contra de Maxwell, cosa que terminó siendo un fiasco.

Este era el momento en donde ellos veían una mayor oportunidad para tomar el control de la empresa, cuando Maxwell estaba pasando algo difícil. Si bien ellos desconocían que Emily estaba desaparecida, eran conscientes de que se trataba de algo de suma importancia. 

Maxwell no desaparecería de la noche a la mañana. 

Los hombres estaban deteniendo todas las actividades de J&C, se había convertido en una huelga. 

Tom intentaba tranquilizarlos, ese hombre tan paciente estaba siendo llevado al borde de la locura. Intentaba contactar con su jefe, pero no había señales de vida de su parte. 

—¡Ya! ¡Basta! —gritó exasperado. 

Los trabajadores hicieron silencio, era la primera vez que llegaban a escuchar a Tom gritar de esa manera. 

En J&C Tom era conocido por su paciencia, su empatía y lealtad. Por lo que verlo de esa manera sorprendió a la gran mayoría, menos a los primos de Maxwell, quienes usarían incluso aquello para molestarlo. 

—Conque ya está sacando las garras, el pequeño Tomate.

—No es nada profesional de su parte hacer algo como esto. ¡¿Saben cuantas veces Maxwell debía estar internado en una clínica y venía a trabajar?! No está aquí, porque es una emergencia ¡Y ustedes intentan sacarlo como si hubiera méritos y capacidades para dirigir una compañía como esta! 

—Tom, tranquilízate. —una mano reposó en su hombro.

—¡No! ¡Es injusto que muerdan la mano que los alimenta! ¡¿Están cansados de trabajar aquí?! ¡Está bien! ¡Las puertas están abiertas! —se refería a los primos de Maxwell. —Max, solo les está dando trabajo para que no sean unos mantenidos. 

—Tom…

—¡¿Saben qué?! ¡Todos aquí sabemos que son hijos ilegítimos! ¡¿Qué clase de derecho tienen en esta compañía?! 

—¡Tom! —exclamó Maxwell a espaldas de su amigo, aun sin retirar la mano de su hombro. —Gracias, pero no debes ser tan duro. 

•          •          •

Emily estaba viendo una serie de televisión, por lo menos podría despejar su mente de esos pensamientos que la hacían sentir culpable. Según sus cálculos, Maxwell ya tendría que estar en casa. 

Eso, a su vez, significaba que ya debería de haberse enterado de su secuestro y que, si las voces corrían tan rápido, Elisa tendría que saberlo de igual manera. 




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