Esposa sustituta

• Un postre especial•

Emily ya había decidido que estuvo encerrada el tiempo suficiente y que aún no sabía si su esposo la estaba buscando. Él le había dicho que había dejado a hombres cuidándola, pero estos no sirvieron para nada. 

¿Debería estar molesta? ¿Debería hacer que el día de su regreso Maxwell los despidiera? 

La idea la tentaba, más aún considerando el hecho de que por su negligencia hubiera sido arrastra al sitio en el que sus más grandes pesadillas se desarrollaban. Sí, definitivamente tendría que darles un gran castigo cuando ella estuviera de regreso. 

Volviendo al tema de Emily y su secuestro, ella estaba decidida a salir de ahí a cómo diera lugar; al final de cuentas no deseaba que su hijo creciera sin una figura paterna. Jamás en su mente se cruzaría la idea de permitir que la única figura masculina fuera ese hombre que la había secuestrado. 

Sería una nueva pesadilla para Emily y, definitivamente, ya había soñado con eso las últimas noches. 

—Debo hacer algo por mi bebé —dijo ella en voz alta, siendo escuchada por Eduardo.

—¿Por el bebé? ¿Qué harás por el bebé? —preguntó con curiosidad sin saber que se trataba de su plan de escape.

—Sí, bebé tiene ganas de un postre —afirmó con una sonrisa.

Así fue como Emily preparó uno de los postres más apetecibles que jamás hubiera probado. Todos los que estaban cerca quedaron fascinados por su aroma y lo dulce que se veía. De esa manera, solo uno que decir: 

—Ya no quiero, bebé solo comerá fresas.

Con esas palabras, todos estaban deseando saborear esa acaramelada preparación. 

No sabían que habían caído directamente en la fase uno del plan de escape de Emily.

En J&C…

La disputa fue llevada a la sala de reuniones en la que los primos de Maxwell elevaban la voz con fiereza, creían que, entre más hablaran, más fácilmente se les daría la razón. No contaban con el hecho de que, entre más abrían la boca, más se hundían con sus palabras.

A pesar de que Tom se encontraba completamente furioso por lo que estaba sucediendo, el rostro de su jefe permanecía impasible. La mente de maxwell estaba centrada en buscar el sitio en que su esposa estaba. 

La falta de Emily le había hecho perder la noción del tiempo, si bien Maxwell era conocido por su capacidad de resolver problemas de manera ágil. Cuando se refería a Emy terminaba rompiendo cada uno de sus principios. 

—¿Qué es lo que desean que se haga mientras no estoy? —preguntó Maxwell sin dar el brazo a torcer. 

Ni en broma dejaría que el control de la compañía quedara en manos de personas tan ambiciosas e incompetentes como lo eran sus primos. Eso será asegurar la bancarrota del fruto del trabajo de su abuelo, padre y de él mismo. 

—Que la persona con la mayor cantidad de acciones se haga cargo mientras tú regresas.

Esas palabras sonaban tan sencillas, pero estaba claro que, aparte de Maxwell, que contaba con el 50 % de las acciones de la compañía. Los empleados y primos de Maxwell contaban con un 15 % respectivamente.

—No, es una completa estupidez —sentenció Tom con una clara señal de molestia en su rostro. 

Tomy estaba seguro de que su amigo jefe no sería capaz de cometer una locura a gran escala. Tom sabía que su jefe era uno de los seres más sensatos y prudentes del mundo, además de que no confiaría en esas aves rapaces como lo eran sus primos.

—Acepto —dijo Maxwell con seguridad, haciendo que Tom soltara un chillido molesto.

—¡¿Estás loco?! —exclamó él, incrédulo. 

Sus ojos se habían abierto por completo y no podía comprender lo que su jefe había acabado de decir. ¡Sus empleados y primos podrían unirse en su contra! 

Pero si consideraba el hecho de que muchos de los empleados estuvieron en desacuerdo de que los primos de Maxwell se revelaran, entonces tampoco podrían llegar a la mayoría. 

Los primos de Maxwell estaban felices de poder lograr su cometido; aun así, había algo respecto a las acciones que a Tom no le terminaban de cuadrar. Por más cuentas que hiciera respecto a ellas, el número no daba.

—Comenzaremos con nuestro trabajo cuando usted lo diga, primo —afirmó uno de ellos con una sonrisa satisfecha. 

Tom no podía evitar crujir sus dientes. ¡Todo eso le parecía una locura! Su jefe claramente no podía pensar de manera clara. 

¡Eso era! La mente de Maxwell le estaba jugando en contra por seguir preocupado por el bienestar de Emily. Esa era la única razón convincente que Tom encontraba. Sus ojos no se despegaban de su jefe para que este dijera algo de una vez por todas.

—¿He dicho que son ustedes los que van a dirigir la empresa? —elevó una de sus cejas 

Su voz sonaba tan distante que, incluso, a Tom se le enchinó la piel.

—Tú lo harás —afirmó observando en dirección de Tom, quien no podía esconder su semblante de sorpresa. ¡¿Cómo era posible que él fuera el elegido?! 

Antes de que los murmullos y quejas por parte de los primos de Maxwell se hicieran más presentes, Maxwell extendió el documento que aseguraba la cantidad de acciones que cada uno de los presentes tenían.




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