Esposa sustituta

• Pelo de rata •

—¡No! Emily, espera por favor… piensa en mi sobrino —susurró Tom mientras tomaba el brazo de su amiga, él estaba completamente asustado por lo que la loca de su Emy sería capaz de hacerle a esa otra vieja. 

Una mirada amenazante fue suficiente para hacer que él soltara su agarre. La mirada de la mujer era como si lo quisiera convertir en piedra, y Tom era demasiado joven para convertirse en una guapa y sexi escultura.

—Mantén la distancia, cuida a mi sobrino —fue lo único que salió de sus labios.

El corazón de Emily bombeaba rápidamente, no era debido al miedo, sino a la ira que la estaba recorriendo casi por completo. ¡No podía creer que esa mal teñida se atreviera a hacer algo para engañar a su hombre! 

—Si llega a suponer que se va a salir con la suya, está completamente equivocada. Si lo hiciera entonces dejaría de llamarme Emily María Montserrat Parker —crujió sus dientes con fuerza haciendo que los dientes de su amigo se destemplan.

—¿María Montserrat? —susurró Tom con una sonrisa pícara. 

—Es un secreto, si lo dices, te arrancaré la lengua —sentenció la chica.

La puerta de la habitación de Maxwell estaba entreabierta, por lo que la silueta de Elisa podía apreciarse mientras se cubría con un par de sábanas. El ambiente estaba inundado con el perfume que Emily acostumbraba a usar, incluso su ropa era la misma con la que Emily había sido vista por última vez antes de ser secuestrada por el loco del bosque.

Un suspiro se escapó de los labios de la joven, a ella le costaba comprender qué clase de ridículas ideas tenía Elisa en la cabeza, además del aire que ocupaba más de la mitad de su cráneo. 

Fingir ser ella claramente era lo más bajo que podía caer ¿Estaba obsesionada por su multimillonario, guapo y sexi esposo? 

No la culpaba, al fin y al cabo Elisa no estaba ciega. Pero debía mantener la distancia, porque no sabía a qué se estaba enfrentando en ese momento. 

—Tom, imita la voz de Maxwell como si estuvieras llamando —susurró escondiéndose detrás de la puerta.

—¿Cómo sabes que…? 

—Estaba al lado de Max cuando me llamaste para jugarme esa mala broma —sonrió de manera pícara —pero descuida, él no lo sabe… aún.

—No le digas.

—Eso te costará algunos billetes. 

—Detesto que seas… tan… Tan…

—¿Tan tú? 

—Sí, tan yo.

Cuando Elisa escuchó la voz de Max, se puso rápidamente de pie mientras frotaba sus ojos, su cabello estaba un poco despeinado, la cuenca de sus ojos estaba un poco hinchada, lo que le daba un aspecto mucho más adormilado.

No terminó de cruzar la puerta cuando Emily extendió su mano y tomó su cabello con fuerza. 

—Así te quería agarrar, señora cara linda, interior podrido. —susurró la joven en un tono macabro de voz. 

Un gemido de dolor salió de los labios de Elisa, la cual se había visto atrapada en su mismo juego. 

—¡Suéltame! ¡Copia barata! 

—¿Quién habla? Al menos tienes buen gusto para copiarme. Ahora te mostraré que no soy solo una cara linda, como tú. 

Dicho eso, comenzó a arrastrarla por las escaleras, directo a la salida. Elisa encontró el lado para tomar a Emily por el cabello, pero entre ellas había una clara diferencia.

Elisa dio un tirón bastante fuerte, haciendo que Emily mordiera su lengua a causa del dolor, ella era tan testaruda que no se quejaría por algo así.

—¿Tú no eras rubia oxigenada? —indagó Emily con una pequeña sonrisa —tener tantos tratamientos en el cabello lo debilitan demasiado, deberías saberlo. 

Acto seguido dio un tirón mucho más fuerte que el anterior y la sensación de algo rompiéndose las inundó por completo. La mano de Emily dejó de sostener la cabeza de la mujer, todo porque un gran mechón de cabello quedó enredado entre sus dedos. 

—¡Eres una mal…! —las palabras de Elisa fueron detenidas por Max.

—¡¿Qué está sucediendo aquí?! —Preguntó Maxwell confundido por ver a dos Emily en su casa. 

Si bien él había estado rogando insistentemente para que su alocada, amada y guapa esposa apareciera, nunca se había referido a que regresara doble. El mundo no estaba listo para tener dos Emily, solamente con ella y Tom ya era suficientemente arriesgado.

—Ella está haciendo surf en las  escaleras —dijo la verdadera Emily lanzando a Elisa por los pocos escalones que restaban.

—¿Qué es eso en tu mano? —indagó Jeremy confundido mientras señalaba a la mano derecha de Emily y Maxwell se acercaba a levantar a la falsa Emily.

Parecía como si el cerebro del rubio no funcionara de manera adecuada. Eran dos Emily ¿Cuál era la verdadera? 

Una salía con locuras y la otra ya había bajado precipitadamente las escaleras. 

—¿En mi mano? —preguntó Emily pensativa, el hombre asintió. —Es pelo de rata —dijo con naturalidad. 

La mirada de Emily se posó sobre su esposo, el cual estaba «ayudando a alguna Emily». 




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