Esposa sustituta

• Estamos bien •

La mirada de Jeremy se posó sobre Maxwell debido a sus palabras. ¡¿Acaso ese tonto era descerebrado?! ¡Esa no era ni lo más remotamente lógico! 

—Idiota —fue lo que salió de los labios de Jeremy en medio de un suspiro agitador. 

Debía admitir que saber quién era quién, era un poco difícil, a pesar de todo eso estaba seguro de quién era Emily, no la podría confundir por mucho tiempo con esa desquiciada de la peliteñida.

—Casos desesperados, medidas desesperadas. Además, tengo todo esto fríamente calculado. 

—Suenas como Emily. Pero no la reconoces, eres una vergüenza de esposo.

Las dos se acercaron al mismo tiempo a Maxwell, a pesar de eso, las miradas de ambas eran diferentes. Una de las Emily dio un paso más aproximándose a los labios de Maxwell, con una sonrisa él se acerca de la misma manera con una sonrisa ladina.

Acto seguido puso la palma de su mano sobre el rostro de la chica, haciendo una gran separación entre ambos. 

—Buen intento, Elisa. Pero mi amada esposa estaba molesta conmigo, y es tan testaruda que no me dejaría acercarme a ella por más que quiera —A pesar de que lo decía con tan grande seguridad, deseaba estar equivocado y que Emily sí le permitiera abrazarla. 

—Te acompaño a la salida —sentenció la pelinegra natural mientras tomaba a Elisa por el cabello mucho más fuerte que la vez anterior. 

Estaba tan molesta que caminaba con presteza a la salida, casi arrastrando a su copia del cabello. Los quejidos de Elisa eran ignorados, se oyó un portazo.

—¡Emily! —Llamó Tom desde el piso superior. —¿Qué acaba de suceder aquí? —cuestionó saliendo apenas del baño. 

Eso no significaba que él tuviera alguna necesidad biológica, sino que deseaba no ser un testigo ocular de lo que Emily pudiera hacerle a Elisa por cuestiones legales.

—¡Espero que no le hayas hecho nada a mi sobrino porque te haré tomar millones de vitaminas! —gritó bajando las escaleras. Un chillido salió de sus labios al ver a Maxwell de pie en la sala. 

El gesto del rubio se frunció un poco antes de que la mirada fulminante de Emily se notara sobre su hombro. Ese fue el día en el que Tom estuvo más cerca de la muerte que de cualquier otra cosa.

—¡Tú serás el siguiente! —dijo la pelinegra en un tono de voz aterradora, tanto que Tom no tuvo más opción que correr al interior de esa gran mansión que no había terminado de conocer.

Las habitaciones de ese lugar eran tantas que Emily, en su tiempo viviendo ahí, no las conocía todas. 

—¿Sobrino? —preguntó Maxwell, aún confundido. Sin duda alguna esa inteligencia que lo caracterizaba se había ido de vacaciones.

Jeremy desvió su mirada, antes de que Emily emprendiera su carrera para atrapar a Tom, la tomó por el brazo con cuidado de no lastimarla. 

—No quiero ser entrometido, pero ustedes tienen una conversación pendiente.

—Eso puede esperar, necesito hablar tranquilamente con Tomy. —dijo entre dientes tratando de zafarse del agarre de su jefe.

—No, no… ¿Qué sucede? —preguntó Maxwell dando unos pasos lentos para quedar al frente de la pelinegra, la cual lo miraba con resentimiento. —¡¿Qué tienes en las manos?! —cuestionó una vez más, llevando su mirada a las extremidades de la mencionada.

Emily llevó automáticamente sus manos a la espalda, estaba intentando esconder que esta vez sí se le había pasado la mano con el cabello de Elisa. Tenía grandes mechones de cabello que claramente le harían falta a la peliteñida.

—Dime… ¿Otra vez pelo de rata? —susurró Jeremy a oídos de la joven, quien asintió lentamente. —Parece que deseas hacerte una peluca. 

—No, este cabello está podrido, no sirve. 

—No te desvíes del tema, qué es lo que debemos hablar. —Intervino Maxwell, sintiéndose bastante molesto por la cercanía que había entre su esposa y Berremy. —¿A qué se refería Tom con «sobrino»? 

Todo era demasiado confuso a los ojos de Max, tanto que estaba olvidando las razones que Emily tenía para estar molesta con él y no querer dirigirle la palabra.

—¿Recuerdas lo que hablamos en mi casa? —Susurró Jeremy a oídos de Emily, estaba más que claro que le agradaba ver a Max molesto, su cara de frustración y de ganas de partirlo en dos eran evidentes. —Entonces hazlo.

Un suspiro demasiado pesado salió de los labios de Emily, no le gustaba reconocer que alguien, además de ella, tenía razón; aun así, Maxwell estaba en todo su derecho de saber que ella estaba esperando un hijo… y aún dudaba de quién fuera, porque sí, la mente es poderosa, más aún la de esta alocada pelinegra natural.

—Lo hablaremos después de que tú confieses tus crímenes —sentenció viendo a Maxwell con severidad, apuntando con su dedo índice. 

—No he cometido ningún crimen, cariño. Pero te diré detalladamente lo que sucedió. —Extendió la mano para acariciar la mejilla de Emily, pero ella nada más quitó la mano de su rostro.

Una risita escapó de Jeremy. —Me iré ahora, mucha suerte con esa fiera, Maxwell. La vas a necesitar.

Acto seguido el hombre desapareció de la vista de ambos. Claramente, no se encontraba satisfecho con dejar a Emily así nada más, pero debía reconocer en la batalla del amor había perdido. 




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