Maxwell continuaba confundido por la confesión de su esposa, «¿El bebé y yo?» ¿Escuchó bien? Entonces… todo lo que él pensó que soñó, realmente sucedió. Los dos esperaban un hijo.
Como acto instintivo, él abrazó a Emily con fuerza, pero cuidando de no lastimar a esa criatura que crecía en su interior.
—¿Esta es tu reacción? ¿No vas a preguntar de quién es o si estoy bromeando?
—No, de hecho… lo recuerdo todo —desvió levemente su rostro sonrojado.
Ahora era Emily la que no sabía cómo reaccionar ¡¿Lo recordaba todo?! El ceño de la joven se frunció dando unos pasos hacia atrás. Sus manos fueron a su cadera, incluso su mirada no se despegó de Maxwell, era ella en ese momento la que esperaba una explicación.
—¿De verdad no recuerdas nada? —indagó el rubio por fin buscando la mirada de Emily.
—¡¿Estás loco?! —comenzó a golpearlo con fuerza mientras hablaba, de hecho, por cada sílaba que decía era un golpe que le daba. —¡Estuve todo este tiempo como loca intentando recordar con quién me había acostado y tú no dijiste ni una sola palabra!
Las emociones que estaban bombardeando a Emily en ese momento no le permitían pensar con tranquilidad, estaba tan molesta con Maxwell que no escuchaba los quejidos de este ni las explicaciones que estaba formulando para obtener el perdón de su esposa.
—¡Creí que lo había soñado! —exclamó al tomar las manos de Emily entre las suyas. —¿De casualidad para ti es sencillo decir: «Soñé que nos acostamos juntos, se sintió tan real que tenía la duda de si de verdad lo hicimos o no»?
—De hecho, sí. Lo hice un par de veces —dijo ella cruzándose de brazos y observando fijamente a Maxwell.
La cara de desconcierto del hombre no tenía precio.
—¿Eso dice la mujer que presumía ser como el aceite de oliva? —rechistó Maxwell un poco indignado por las palabras de la mujer, aunque claro, no tenía razones para estarlo.
—Te mentí, ¿está bien? —elevó una de sus cejas revelando la obviedad de sus palabras. Sin duda alguna, Emily sentía que debía tener el control de la conversación, además todo no se había aclarado con Maxwell.
—Emily…
—¡Está bien!, ¡tienes razón! ¿Sí? Pero yo no estaba revolcándome con cualquiera mientras dejaba a mi esposa en un hospital asustada porque estaba en embarazo y ¡ella no recordaba haberse acostado con alguien en toda su vida!
—¡Yo no estaba revolcándome con nadie, Emily! —Aclaró intentando mantener la poca cordura que le quedaba hasta ese momento. —Ni siquiera imaginé que estuvieras en embarazo, se suponía que tenías una indigestión por beber café con limón.
—Ni menciones esa cochinada, por favor.
—Emily… —tomó aire, comenzando a sentirse frustrado.
Lo que menos le agradaba a Maxwell era tener discusiones con Emily, los dos eran demasiado testarudos, por lo que llegar a una conclusión era un trabajo difícil para ambos.
Ese era el momento en que uno de ellos debía dejar su orgullo al lado y disculparse por lo sucedido, a pesar de que la mayor parte de este fuera un malentendido. Además, si juzgamos por el hecho que Emily a causa de su embarazo tenía las hormonas alborotadas, solo le restaba a Maxwell ceder en esa ocasión.
—Hagamos algo, cariño —dijo con suavidad intentando autorregularse, debía comportarse esa vez como «el hombre» de la relación. —Voy a decirte lo que sucedió en Italia, me escucharás manteniendo la calma y nos tomaremos el resto de la tarde cada uno por su lado para pensar bien las cosas —sus manos estrecharon las de su esposa con delicadeza, acariciando con cuidado sus nudillos.
—Pero…
—Nada de peros. Somos un equipo y para poder funcionar debemos escucharnos.
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de la pelinegra, quizá era momento de que dejara a un lado su disgusto por haber visto a Elisa intentando ocupar su lugar, el suponer que su esposo estuvo con otra; además del hecho de que está en embarazo y solo el rubio recordaba lo sucedido.
Había sucedido tanto en un corto periodo de tiempo, pero solo estaba centrada en su lado de la historia, ¿qué había sucedido con Maxwell mientras estuvo en Italia? ¿Qué creyó o sintió al enterarse de que ella había sido secuestrada?
La verdad era que, mientras ella estaba tranquila en una mansión comiendo fresas jugosas, rojas y enormes, su esposo había descuidado cada uno de sus deberes desesperado por encontrarla.
Los labios de Maxwell se abrieron explicando por fin todo lo que sucedió en la ausencia de Emily, narró incluso lo que pasó años atrás en su última visita a Italia, en la que Giuliana se había atrevido a besarlo en medio de la conferencia de prensa.
Emily estaba en silencio, completamente enfurecida por el atrevimiento de esa mujer. Estaba apretando sus puños con fuerza mientras mordía su lengua, se suponía que debía limitarse a escuchar, pero no soportaba la idea de que alguna otra mujer se considerara con el derecho de intentar algo con SU HOMBRE.
—Entiendo lo que pasó, y me disculpo por cómo reaccioné… confío en ti, pero en ese momento tenía la cabeza llena de tantas cosas que me impedían pensar con claridad.