Esposa sustituta

• Italia en peligro •

Dos días pasaron, Erick estaba en su penthouse disfrutando de un buen vino como tanto le gustaba hacer. La puerta se abrió revelando a su amigo que llegaba con una cara de preocupación, cosa que era muy extraña en él.

—Es la primera vez en meses que vienes, Maxwell —aclaró Erick elevando una de sus cejas.

—Hice algo y ahora estoy temiendo por la seguridad de una nación entera —expuso con rapidez, aún así, Erick no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo. —¿Recuerdas a Giuliana? —indagó tratando de traer a la memoria de su amigo aquellas cosas que él mismo deseaba borrar.

Un suspiro pesado escapó del interior de Erick mientras asentía, estaba claro que todo lo que tenía que ver con esa mujer era un gran problema. Maxwell no podía hacer ni un solo viaje a Italia sin que esa «dama» ocasionara alguna clase de estrago o molestia. 

En pocas palabras el nombre de Giuliana era sinónimo de desastre y problemas en las relaciones de Maxwell. A Erick le costaba olvidar que Elisa le prohibió los viajes a Italia al joven empresario, ¡No podía ir sin que ella estuviera a su lado como perro guardián! 

—Sí, ¿Qué sucedió con ella? 

—Emily lo supo —fue directo al punto.

—No creo que yo sea la mejor persona para dar consejos sobre relaciones interpersonales, sabes que ese no es mi fuerte. Pregúntale a Tom. 

—No lo entiendes… Emily se enteró, quiso que la negociación fuera encabezada por Tom.

—Él detesta Italia y no conoce el idioma —sentenció el hombre de traje con un gesto de confusión.

—Ese es el menor de los problemas. ¡Emily y Tom están en Italia! ¡Solos! ¡Están solos en Italia! Acabo de poner a un país en un estado de emergencia. 

Y fue ahí cuando Erick comprendió el riesgo en el que estaba toda Italia. 

—¡¿Cómo los vas a mandar solos?! Si uno de ellos es un generador de problemas, los dos son como una bomba de tiempo. —Llevó sus manos a la cabeza con un poco de preocupación. A sus ojos, Italia era un buen lugar para vivir, ahora podría ser destruido.

El silencio inundó la sala, ellos estaban pensando en cómo proteger a un país entero del poder destructivo de ese par de gemelos sin una gota de sangre en común. Si Max lo hubiera pensado con mayor detenimiento hubiera hecho que alguien más los acompañara, alguien que pudiera tomar el papel de la voz de la razón.

Pero no era demasiado tarde para eso.

—¿No se te antoja un pequeño viaje a Italia? Es tu país favorito, no quieres que termine sumido en las llamas, ¿No es así? 

—¿Piensas que voy a tomarme unas vacaciones obligatorias para ir a Italia y servir como niñera de ese par de  revoltosos? Estoy convencido de que regresaría canoso, ¡Ellos me quitarán años de vida! No sé ni siquiera cómo se te pudo ocurrir la idea de dejarlos ir solos.

—¡Lo sé! Se me fueron las luces, ¿Bien? Si no hubiera estado preocupado por no elegir a la Emily equivocada, por aclararle a mi esposa todo este embrollo y saber que soy papá, lo habría pensado mejor.

—Cierto, ¿qué se siente saber que un pequeño Emiliano va a estar corriendo por toda la casa y que puede salir como Tom? —una sonrisa traviesa apareció en los labios del director ejecutivo. 

—Estamos desviando la atención del problema internacional que tenemos. 

Erick asintió, si deseaba seguir disfrutando de las vacaciones en ese país por un largo periodo de tiempo más, debía hacer algo al respecto.

—Está bien, iré a cuidar a ese par de revoltosos. No quiero que mi sobrino nazca en prisión.

•          •          •

Los pies de ese par de desastrosos amigos tocaron por fin el suelo italiano, Emily sonreía satisfecha, pues podría ser útil para su querido Tomy, además de poder cobrar la venganza que tanto deseaba. 

Tom llevaba ambas maletas en sus brazos, no iba a permitir que Emily cargara ni siquiera una sola bolsa mientras tuviera en su vientre a su querido Maxito Junior. Estaba decidido a ser el mejor tío que el mundo hubiera llegado a ver, además de que no podía ignorar la amenaza que Maxwell le hizo antes de que abordaran el avión: 

«Si les llega a pasar algo, te despellejaré vivo».

Sabía que Max no se atrevería a hacer daño de ninguna manera al mejor amigo asistente que él jamás había llegado a tener en toda su existencia, además no podría conseguir a otro igual o mejor que él. De todas maneras, él no se arriesgaría a dejar que tal posibilidad aconteciera.

—¡Vamos Emy, hoy tendremos un agradable paseo! —tomó la mano de su amiga y la guió al vehículo que esperaba por ellos. 

Toda esa tarde se encargaron de recorrer cada una de las calles, era la primera vez que podían salir juntos sin tener que rendirle la cuenta a su superior (Maxwell); eso sin contar de que estaban buscando la oportunidad perfecta para vengarse de Guiliana, ella no se salvaría de conocer la mano fuerte de Emily.

Ella pensó en medio del viaje las maneras posibles en las que podría hacerle una pequeña broma a esa mujer. Ahora era diferente, Maxwell estaba casado y no con la mujer más serena del planeta tierra.




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