Esposa sustituta

• La novia de Maxwell •

Maxwell regresó a casa, a pesar de que una vez más la casa se sintiera vacía, sin Emily ahí, se encontraba completamente tranquilo al saber en dónde estaba causando una revolución. Debía admitir que le preocupaba un poco lo que pudiera llegar a suceder con Giuliana.

Su esposa no era la mujer más tranquila del planeta tierra, de hecho, ella debería estar en ocasiones atada a un poste para evitar que ocasionara más problemas. Disfrutaría un poco la tranquilidad que se le regalaba para ver las noticias, al final de cuentas ¿Qué más podía hacer? 

—Todo esto es aburrido sin Emily —se dijo a sí mismo y sus ojos fueron llevados a la cocina. —¿Debería? 

Sacudió su cabeza de un lado a otro recordando las veces que intentó cocinar. Era definitivo, la cocina no era para Maxwell, por más que lo intentara, debería dejar eso en manos de expertos. 

—¿Hola? ¿Abuela? 

•          •          •

—¡Es una injusticia! ¡Voy a renunciar ahora mismo! —se quejaba Tom dando un portazo en su habitación de hotel. —«Ve tranquilo, Tomy. Solo pasaré la noche con Francesca, necesito ponerme al día con ella» ¡traicionera! — se quejó lanzando lejos sus zapatos.

Esa era la primera vez en la que se llegaba a sentir como un extraño en la vida de su amiga. Pensó por un momento que ellos tendrían una agradable visita a Italia, ¡Pero no! ¡Ella se había ido con una chica que ni siquiera conocía bien! ¡Lo había abandonado! 

—Contrólate, Tom. Es la esposa de tu amigo jefe, es tu alma gemela , es la madre de tu sobrino… ¡Solo la perdonaré por mi pequeño Maxito! 

Se bebió una taza gigante de café mientras veía una de sus comedias románticas favoritas, por lo menos, esas series no le dejaban sentirse más solo de lo que creyó.

Su celular sonó y la voz alarmada de Maxwell resonó al otro lado de la bocina.

 

«¡Tom! ¡¿Emily está contigo?! No me contesta los mensajes, ni llamadas. No hay señal de ella».

«No, pero está con “Francesca”».

Dijo el nombre de la chica con resentimiento.

«Es un alivio. Tenemos problemas».

Fue lo primero que soltó. 

 

Maxwell no era la clase de persona que perdía la compostura tan rápidamente, lo que le hacía una excelente pareja para Emily que a cada rato se metía en problemas. Ahora, lo que Maxwell tenía que decir llenaba de curiosidad y preocupación a su asistente, pues, claramente había pasado algo malo.

No sabía de qué manera comenzar a hablar, así que decidió soltar todo tan crudamente como él lo consideraba, se limitaría a dar la noticia.

 

«Pierre apareció muerto en su departamento. Elisa está presentando su testimonio en la comisaría».

«¡Esa bruja! ¡De seguro lo mató para quedarse con su dinero! ¡Eso era lo que ella quería!, así que, muy probablemente, regresará por ti o por Emily».

«Por eso quiero que la mantengas allá hasta que todo esto se calme».

 

Las manos de Tom estaban temblando, sabía que Elisa era la clase de mujer que no le importaba qué hacer para lograr lo que necesitaba o quería, además con los mechones que Emily le arrancó, muy seguramente buscará venganza.

Esa mujer no conocía los límites. 

 

«¿Tom? ¿Sigues ahí?».

«Tu esposa me traicionó, me dejó abandonado, y… ¿Ahora yo debo ser su niñero?».

«Confío en ti. Es más, no solo es Emily, sino también el pequeño Emiliano, como le dice Erick».

 

La llamada se dio por terminada justo después de que Tom diera un discurso emotivo de cómo protegería a su «alma gemela» y a su pequeño sobrino de las garras de la bruja malvada. 

El lado positivo que el joven encontraba era que Elisa estaba siendo vigilada, pues, al final de cuentas, ella era la principal sospechosa. ¿Podría terminar detrás de la reja? 

La noche pasó con lentitud, el sueño de Tom casi escapaba de sus párpados. Esperaba con ansiedad a que pudiera verse con su traicionera amiga para contarle todo lo que sucedía en su país natal. 

Tom estaba vestido con su traje favorito, era un día especial, por fin ese trato sería firmado y no tendría que pisar ese país hasta unos dos o tres años después. 

—¡Tomy! —exclamó la traidora mientras corría a su dirección y lo estrechaba en un cálido y apretujado abrazo.

—No me comprarás con una mísera muestra de cariño. Me convencerás con un millón de euros para hacer algunas compras. 

—Olvidas que el millonario de aquí eres tú.

—¿Eso dice la señora Jones?, ¿la esposa de uno de los hombres más adinerados de toda la nación? —Elevó una de sus cejas mientras señalaba a la cartera de su amiga. —¿La misma que tiene una tarjeta negra a su nombre? 

Emily comenzó a toser sin control, ella no estaba acostumbrada a tener esa cantidad de dinero en la bolsa.

—Nos estamos desviando del tema principal, cariño. Tenemos una reunión a la cual asistir. 




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