Una llamada al celular de Emily fue suficiente para hacer que Maxwell retomara sus labores de ama de casa. La joven expresaba sorpresa en cada una de sus palabras, cosa que llamaba la atención de Maxwell y una vez más, dejó al lado sus labores para acercarse a escuchar lo que Emily tenía por decir.
—¡¿De verdad pasó eso?! —decía asombrada.
—¿Qué cosa? —preguntó Maxwell en un susurro mientras se sentaba al lado de su esposa, la cual lo ignoraba por completo, pues su atención estaba centrada en el tema que se desarrollaba al otro lado de la línea.
—No llegué a creer que desearías hacer algo así, mucho menos que él lo hubiera estipulado de esa manera. Maya… ¡Esto es una maravillosa locura! —decía casi saltando en su cama.
La atención de Maxwell estaba sobre ella, intentaba descubrir cuál era el tema central de su conversación, qué era lo bueno que le sucedió a Maya como para que estuvieran tan emocionadas.
Era extraño, la curiosidad de Maxwell era cada vez más grande, de todas maneras, su amada esposa no se atrevía a dejarle escuchar la conversación, ¡ni siquiera le decía qué pasaba!
Esa pequeña charla se extendió por más de treinta minutos en los que Maxwell terminó cediendo y regresando a sus labores. La ropa de Emily estaba en su lugar, además de eso, había traído una gran porción de fresas para ella.
Extrañamente, sus deseos de fresas rojas y jugosas habían regresado, pero ninguna clase de comida le pasaba en lo absoluto. Eso hizo que Maxwell tuviera una conversación bastante seria con su secretario asistente, por lo que, encontraron una solución para Emily.
—¿Me dirás qué es lo maravilloso que sucedió? —preguntó Maxwell al ver que la pelinegra daba por terminada esa llamada.
—Maya quiere ver a Elisa, me pidió que la acompañara —dijo de una sola, haciendo que Maxwell se atragantara con su propia saliva. —¿Te encuentras bien? —preguntó mientras acariciaba la espalda de su esposo.
—¿Quiere verla?, y… ¿Llevarte contigo? —suspiró pesadamente. Sabía que esa pequeña reunión solo podría terminar en problemas. —¿Piensas ir? —Emily asintió con seguridad.
Un pequeño silencio se abrió paso en el ambiente, estaban reflexionando acerca de lo que traería el día siguiente. La idea no le agradaba del todo a Maxwell, pues sería ir directo a la boca del lobo, además de que su esposa estaba embarazada y Maya tenía a su pequeño Ezra.
—No creo que sea bueno que Ezra vaya.
—Lo sé, pero es algo que depende enteramente de Maya. En mi caso, no puedo dejarte mi estómago para que lo cuidaras —soltó una carcajada —si pudiera hacerlo, te lo dejaría unos meses más.
Los ojos de Maxwell se entrecerraron por un par de segundos, sabía que su esposa sería capaz de hacerlo. Cuando él le consultó a Maya y a un par de médicos más cuáles eran los síntomas y posibles complicaciones de un embarazo, le dejaron muy en claro que era una etapa bella pero llena de incomodidades y dolor.
Estaba seguro de que Emily querría saltarse todo eso, y él… bueno, si eso fuera posible no podría mostrar resistencia.
—Por favor, no te vayas a meter en problemas. Si llega a pasar algo, solo llámame e iré de inmediato. Además, es fin de semana, se supone que era un día en familia.
Dijo él intentando convencer a su esposa de que no fuera, deseaba protegerla a ella y a su bebé a toda costa. No era un secreto a ninguno, que cada encuentro con Elisa acababa mal; incluso aquel en que regresó a casa completamente ebria.
—Llegaremos pronto. Maya también es familia y necesita mi apoyo —sonrió la joven con inocencia. —De todas maneras ella va a estar detrás de una reja, no será mucho lo que podría hacerle… ¡Digo! Hacerme, no hay mucho que Elisa pueda llegar a hacerme desde ese lugar —sonrió de manera falsa intentando esconder su nerviosismo.
—Si eso quieres, eso tendrás… pero tendrás que darme algo a cambio —se acercó a su esposa viendo fijamente sus labios.
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—Estoy nerviosa —dijo Maya aferrándose a la mano de Emily.
La menor la miró con detenimiento, no pensó que ver a la amante de su exesposo fuera algo para estar tan nerviosa. Aún así, Emily comprendía que era una situación diferente a la que ella se había enfrentado antes.
Ahora, estaba a punto de ver tras las rejas a la exnovia de su esposo, la cual lo cambió por dinero y a causa de su avaricia terminó dándole muerte al padre de su queridísimo Ezra.
Las emociones eran confusas.
—Respira Maya, ella está detrás de una reja… No hay nada que pueda hacernos.
—No lo entiendes, Emily —suspiró —no estoy nerviosa por ver a esa mala mujer, estoy nerviosa porque mi hijo quedó al cuidado de dos hombres que jamás han estado con un niño bajo su supervisión.
Una risita nerviosa escapó por los labios de Emily.
Llevar al niño a la prisión no era nada lindo, por lo que decidieron dejarlo en casa, Erick cuidaría de él, pero terminó arrastrando a Maxwell porque «tenía que practicar su rol de papá» desde antes.
Ahora tenemos a dos mujeres nerviosas que esperaban regresar a casa y que su Ezra estuviera entero y en buenas condiciones.