Jasha quiso reírse en ese momento al ver la cara de Kadir con eso que ella le decía. Era más que obvio que él no estaba de acuerdo en nada de lo que ella proponía, mucho menos podía decir algo en contra, puesto que desde el primer día, dejó las cosas en claro. La chica que estaba siendo como su secretaria en verdad se esforzaba mucho, se preguntó las verdaderas razones por las cuales estaba en ese puesto tan mediocre como lo era el ser una recepcionista.
— Entra y hablemos —apuntó hacia su oficina—. A menos que quieras que todos se enteren de la incompetencia que has tenido durante estos años teniendo el mando de la empresa.
— Me temo que ahora no…
— No fue una pregunta, fue una orden la que te di —se dio la vuelta—. Los cambios que he estado haciendo han sido por algo, tú no te quedas atrás.
— No puedes llegar de la noche a la mañana a disponer de algo que no te has ganado, porque esta empresa es mía…
— No es tuya —Jasha cerró la puerta de golpe—. Solo fue un préstamo para ver que tal te iba, pero en los años que has tenido, al menos solo han sido fracasos andantes.
— Nunca…
— Por amor de Dios, Kadir —levantó las manos al aire—. Desde que llegué lo único que he podido ver son bajas en todos los empleados. Te ven como una burla, no sé en dónde diablos es que tienes la cabeza.
— La única que lo ve de ese modo eres tú, porque tu único y patético argumento, es que yo no doy la talla…
— Es que no das la talla, solo lástima —se burló de él—. Las cosas como son, los dos sabemos de antemano que tu argumento nada más se basan en cosas que ni al caso —le apuntó—. La empresa ha tenido bajas en un 70 %, no se dé dónde es que dices que eres indispensable.
— Soy más que tú, una niña mimada no puede venir a decirme lo que está bien o mal solo por gusto —él se veía realmente enojado con ella—. Vienes después de tantos años a querer hacer cambios.
— ¡Cambios que podías hacer tú! —gritó enojada—. La empresa estaba en tus manos, todo el trabajo de mi familia por décadas lo pusieron en ti, porque se los pedí.
— Mientes…
— ¡Pues no! —volvió a gritar—. Pregúntale a quién quieras. Te lo dije antes. No tengo por qué andarme con rodeos. No soy la misma niña que durante años quiso tener algo contigo, mis pies están sobre la tierra. Pisando el legado de mi familia y arreglar la mierda que has estado haciendo a espaldas de ellos, porque no sirves ni para dirigir tu vida.
— Estás pasando los límites, no eres nadie…
— ¡Soy más que tú! ¡Maldito idiota! —se dio la vuelta para lanzarle los expedientes que revisó—. Desde la publicidad, hasta recursos humanos te han estado viendo la cara de idiota. Y eso, que todavía no reviso las otras áreas.
Kadir frunció el ceño, tomando las hojas que ella le lanzó. Por lo poco que leyó, las cifras en ambos lados eran muy distintas, las personas de contabilidad de la empresa eran los que llevaban las finanzas, tal y como Jedward lo dejó antes en el pasado. Jasha caminó hacia su silla con mucha más calma que antes, tenía que verlo de ese modo, tan poco pasable, al punto de que él iba a regresar a sus manos de una vez por todas.
Estaba siguiendo sus propios consejos, no iba a demostrarle que él tenía poder sobre ella, puesto que su amor enfermizo del pasado seguía latente… lo quería suplicando por su ayuda. Tenía que buscar la manera de hacerlo caer, un punto débil… sí, eso era lo correcto. Por más años que pasaran, ella quería estar con Kadir, tenía cinco años cuando lo vio trabajando en una de las construcciones de su tío Kiral, puesto que su tío era dueño de una cadena inmensa de hoteles, aparte de los negocios sucios.
El hombre delante de ella, tuvo que sentarse, respirar varias veces para darse cuenta de lo que estaba viendo era verídico.
— Como ves, es la poca información que tengo de los últimos años —ella entrelazó sus dedos sobre el escritorio—. Apenas llegué al país, y tú no estás mostrándote como un verdadero hombre ante los problemas.
— Nadie me dijo sobre esto, no tenía la más remota idea de que faltaba dinero —levantó la mirada hacia ella—. ¿Los de finanzas saben sobre esto?
— Los de finanzas solo saben lo que los contadores de los pisos de abajo le llevan —se echó un poco hacia atrás—. Mi padre me pidió esos informes, en un mes debo darle un buen avance de la empresa, puesto que mi abuelo también me heredó esto…
— ¿Qué harás? ¿Les vas a decir que nos han robado dinero en mis narices por tantos años?
— No, hay un proyecto que no les he comentado a nadie todavía —le pasó su iPad—. Estoy pensando en tomar algo personal, para remediar la porquería que has hecho.
— ¿Eh?
— Mi padre hace veinte años inició haciendo una maqueta que le faltaba algo —ella miró hacia la ventana—. Hice lo mismo que él mi trabajo de tesis… así que vamos a construir un complejo de viviendas para personas que en realidad lo necesiten.
— ¿Cómo dices? ¿Tienes el dinero para eso…?
— Tengo a las personas que darán su dinero para este proyecto —fijó su vista en él—. Sin embargo, es mucho dinero el cual se iba a invertir ahí. Así que busca la manera de no cometer tantos errores, no llegues tarde y arregla esa mierda que has hecho con tus empleados —sentenció—. Ya no más errores.
Él asintió, poniéndose de pie y dejando los documentos sobre el escritorio antes de salir. Tuvo que llevarse ambas manos a la cabeza cuando vio que todo su plan resultó ser mejor de lo que imaginó. No iba a perder el tiempo, lo iba a amarrar de por vida, aunque sea lo último que hiciera en su jodida vida.
— Te ves como si hubieras cometido tu primer fraude empresarial —masculló Laisha, entrando a su oficina—. ¿Estás muriendo?
— No, solo ando pensando en que cosas haré cuando Kadir se dé cuenta de que alteré las cuentas de los últimos años —echó su cabeza hacia atrás—. ¿Por qué me tuvo que gustar él de entre tantos hombres? —gimoteó—. Quiero morirme por ser una idiota enamorada.