Jasha estaba masticando la comida con poco ánimo, no era que supiera mal, sino que quería en ese momento matar a esa niña iracunda. Se estaba llevando toda la atención de sus abuelos, sus tíos y hasta de personas que en su momento dijeron que ella era la favorita de todos.
— Tan solo tienes que ver tu cara en estos momentos —Laisha le tocó el brazo—. Los abuelos la aman, luego de que casi le provocan un infarto.
— Decido seguir mis propias reglas de no tener hijos en la adolescencia y esta niña parece de la nada —masticó la comida a regañadientes—. Yo soy la que tiene la sangre Richter Fusco, no esa impostora.
— Esa impostora tiene todo de ti —susurró su prima—. Imagínate que sepa que tienes una de las islas más importantes del mundo, que te da dinero mensualmente por el turismo… de seguro hace que la pongas a su nombre.
— Eso no pasará jamás, me costó mucho lograr que mi padre me diera ese regalo…
— Tu padre no te dio nada porque quiso —ella le dio unos golpecitos en la frente—. Todo fue porque le diste información que él necesitaba y eso fue todo.
— Pareces más familia de esa niña que de mí —miró por encima del hombro de su prima, viendo cómo estaba Kaleb mirándolas desde dos asientos—. Ese chico te ama. Aunque se dará cuenta después cuando sea muy tarde.
— Que se dé cuenta cuando se le pase lo idiota —Laisha movió la comida sin muchos ánimos—. Todo parece ser que tenemos que pasar toda nuestra vida enamorada de hombres que nos quieren.
— Algo así —bajó la mirada hasta su plato—. Es mi última oportunidad, si no consigo que sea mío, lo dejaré pasar todo —mordió su labio inferior—. Son más de veinte años los cuales he tratado de amarrarlo a mí.
— Descuida, tu padre esperó treinta años para casarse con tu madre, por lo que no pasará nada si haces lo mismo.
La mirada que le dedicó a su prima fue tan severa que sin duda buscaría la manera de matarla. Laisha a pesar de haber tenido una infancia difícil por culpa de sus padres, era muy inteligente y su único problema era el sujeto que estaba a unos asientos de ellas.
Fijó su vista en la cosa andante que andaba robando la atención que tenía que ser puesta en ella.
— ¿Ella es la niña que tu padre vio? —cuestionó Volkan, mirando a Jasha—. Digo, con la que te quedaste en el elevador.
— Sí, por esa niña hace unos dos días tuve que hacerme unos análisis toxicológicos —murmuró irritada—. Descuida, no consumo drogas.
— Es tan bonita —su abuelo le dio de cenar en la boca—. Imaginé que no tendría en vida a mis bisnietos…
— Jadiel es posible…
— No, esos son de Natacha —lo interrumpió Damon—. Se parece a ti a esa edad —le dio un poco de jugo—. Me gustaría que durmiera conmigo.
— No, ella dormirá con nosotros…
— No dormiré con ninguno —Yara negó con la cabeza—. Dormiré con mi mamá —dijo con seguridad—. Ustedes me dan miedo, pero recuerdo que tienen mucho dinero y se me pasa.
Jasha tuvo que darse la vuelta para que no vieran que se estaba riendo de ellos en ese momento, pero no pudo ocultarlo cuando sus abuelas rieron y también el resto de su familia. La cena continuó con sus abuelos tratando de llevarse bien con la niña, esta sin duda alguna iba a ser un terremoto andante.
Ayudó a su abuela Nicole a recoger los platos, y su abuela Carmen se les unió en un momento de la noche para lavarlos.
— ¿Segura que no es tu hija? —Carmen limpió los platos un poco, antes de meterlos en el fregadero—. Es idéntica a ti. Interesada en el dinero, hablan igual, caminan igual…
— No es mi hija —bufó negando con la cabeza—. Yo no dejé nada mío por el mundo —les recordó—. Ella es hija de Kadir —observó un momento a su abuela materna—. ¿No era que en República Dominicana decían que mientras más odies a una persona más se parece?
— Sí, todavía sigue vigente esa creencia —Carmen dejó salir una carcajada—. Kadir debió de odiarte mucho por eso, ya que siempre andabas diciendo que lo ibas a comprar.
— Lo compraré —decretó segura de sí misma—. Será mi esposo y vamos a estar juntos hasta que la muerte nos separe.
— No sé cómo tu padre no se dio cuenta en ese momento de que eres su hija.
— Mamá estaba cerca, no esperaba milagros de la inteligencia de mi padre.
Ambas abuelas hicieron un sonido de afirmación. Limpiaron el desastre, y ella negó divertida al ver cómo sus abuelos estaban prestándole atención de más a esa niña. Los otros miembros de la familia, aunque estaban en sus cosas, las expectativas seguían sobre la pequeña vida intrusa que llegó a robarse la atención de todos en ese momento.
— Mami —Yara la abrazó por la pierna—. Esta gente me está dando miedo.
— Te seguirán dando más miedo si continúas diciéndome mami —masculló un poco irritada—. A tu padre no le gustará que me digas de ese modo todo el tiempo.
— A mí no me gusta que se vaya a casar con esa mujer y de todos modos lo hará —ella tomó su mano—. La vida es muy injusta.
— Ustedes dos sin duda alguna se parecen mucho cuando quieren hacer enojar a alguien solo por gusto —Nicole sonrió—. ¿Te quedarás en tu casa?
— Sí, sin embargo, se la dejaré por un tiempo a Laisha, ya que pretendo quedarme en la ciudad en lo que resuelvo algunas cosas que necesito —se encogió de hombros—. Han sido unos días horribles.
— Tengo entendido de que ese hombre que quieres se casará…
— Mi papá no se casará con nadie más que no sea mi mamá —Yara sonó enojada—. Ya me quiero ir.
— Claro, te irás a tu casa —Jasha puso los ojos en blanco—. Nos vemos luego.
Se despidió de su familia, tomando la mano de la niña y fue por las cosas de esta en la sala. El pasadizo entre las propiedades estaba disponible en ese momento, por lo que no iba a tener que dar esa enorme vuelta para llegar a su hogar.
— Quería ir por afuera —Yara hizo un puchero—. Eres una persona cruel.