Jasha estaba usando un vestido negro ese día. Uno tan hermoso que parecía ser la viuda de negro. El día anterior había visto lo inevitable, y tenía ciertas dudas acerca de Yara, por lo que tenía que hablar con su hermano Jadiel. Hasta vergüenza le daba, puesto que en el pasado lo dejaba de lado, y él la cuidaba de esos niños que la molestaban cuando su madre estaba fuera del país.
Tomó asiento en su cómoda, temblando al recordar esos años en los que su madre era temblorosa, la manera en la que su padre y ella se alejaron de los Estados Unidos y de Rusia por culpa de esas personas.
— ¿Tomaste tus pastillas? —Laisha se paró delante de ella con un frasco de pastillas y una botella de agua—. ¿Kadir no vio tus cicatrices por las cirugías?
— Estaba un poco oscuro, pero no lo notó o eso creo —se metió dos pastillas a la boca y las tragó con la ayuda del agua—. ¿Ya está la habitación de Zeus?
— Sí, nuestras abuelas ya han solucionado eso —su prima suspiró un tanto cansada—. Esta casa se llenará de personas. Tu hermano vivirá aquí, Yara igual y tú… —ella dejó escapar una carcajada—. Tres personas amantes del dinero. Lo más seguro es que entre ustedes por la fortuna de los abuelos.
— Hm, Zeus está en la universidad estudiando… me dijo que será odontólogo… —se encogió de hombros—. Es hora de ir a una boda, señorita.
— Me siento fatal —Jasha se levantó de la cómoda—. Mis piernas están débiles.
— Débiles estarán cuando Kadir te dé como cajón que no cierra —se burló Laisha—. Ya el informe lo tiene la policía, posiblemente estén llegando antes de finalizar la boda. Tienes que controlarte lo más que puedas.
— Soy una persona que se controla lo suficiente, pero es que Kadir saca lo peor de mí —tomó el regalo de bodas—. ¿Es que no lo has visto?
— Sí, menos de esos veintisiete centímetros… ¿En verdad le mide todo eso?
— Sí, y el desgraciado lo dice con orgullo —levantó las manos—. Nunca había conocido a alguien que le midiera tanto. Es decir, he estado con dos hombres en toda mi vida, la tienen enorme, pero eso de que le mida tanto jamás.
— Hablas como si tu vida sexual fuera…
— Con el segundo fue excelente y los dos teníamos los puntos claros de nuestra relación —dejó escapar el aire que tenía en los pulmones—. Me ayudó a salir del hoyo en el cual me encontraba luego de lo ocurrido en Australia…
— ¿Sigues en contacto con él?
— Sí, todos los días nos enviamos mensajes y cuando uno de los dos no lo hace luego de la medianoche… la llamada está presente de inmediato —recordó con una enorme sonrisa a su amigo—. Fue bueno mientras duró.
— ¿La tiene grande…?
— Sí, la tiene grande y es muy cuidadoso —le dio un golpe a su prima en el brazo—. Santo cielo, estás más perdida que una aguja en el pajar.
— Rompes mi corazón frágil con tus palabras hirientes.
Laisha era demasiado buena para su propio bien, tenía eso de su madre, aun así, ambas se apoyaban en muchas cosas y querían seguir de ese modo por muchos años más de ser necesario.
El chofer ya las esperaba a la salida de su hogar, solo era cuestión de horas para que su padre de igual manera supiera todo lo que ella había estado haciendo con la empresa y tomara el primer vuelo para decirle que la mataría por ser una irresponsable y jugar de ese modo con el dinero de la familia.
Entrelazó sus dedos, mirando por la ventana el mar que estaba a unos cuantos metros de ella. Le gustaba escuchar cómo las olas chocaban contra las rocas de altura. La sensación de que todo estaba yendo de maravilla era extraña, tanto que se cuestionó si estaba en lo correcto, pero ya ese hombre era suyo y nadie se lo iba a quitar por nada del mundo.
Llegaron al enorme salón en dónde se realizaría la ceremonia y los invitados ya estaban ahí, esperando por la llegada de los novios.
— ¡Mami! —Yara se les escapó a los que parecían ser los padres de Kadir—. Estamos iguales.
— Harás que nos metan en un lío si me sigues diciendo de ese modo —se agachó a su altura—. Sí, nos parecemos mucho hoy —le arregló el cabello—. Recuerda lo que hemos hablado, no hagas nada hasta que te lo diga y te irás conmigo.
— Sí —ella asintió obedientemente—. Mi papá está esperando a Anne, se está tardando mucho.
— Eso es normal en las bodas, verás cómo ella llegará antes de lo que imaginas —se levantó—. ¿Sabes en dónde se dejan los regalos?
— Yo los llevaré —Laisha se metió—. Ve a saludar a los padres del novio.
Jasha asintió un poco nerviosa, puesto que no estaba del todo lista para saludar a los padres de Kadir. Nunca los había conocido, y luego de que se marchó del país, únicamente era por llamada.
— Buenos días —ella apretó levemente la mano de Yara—. Mucho gusto, soy…
— Eres Jasha… —Gabriela tomó su mano libre, y la apretó con suavidad—. Eres realmente hermosa, mi hijo sin duda alguna debe estar buscando la manera de matarse… —ella bromeó—… Yara es idéntica a ti.
— Yo…
— Cariño, estás espantando a la jefa de nuestro hijo —Manu hizo a un lado a su esposa—. Yara habla mucho de ti, siempre dice que eres su madre y que hoy es la boda de Kadir y tuya —tomó la mano de Jasha—. Estás nerviosa… —miró a ambas mujeres—. Están vestidas iguales…
— Sí, nadie me dijo de qué color debía venir a la boda —sonrió tensa—. Lamento haber venido así como así. Ustedes me conocen más que yo…
— Claro que te conocemos —se metió uno de los hermanos de Kadir—. Desde que te fuiste a Londres, llamabas todos los días a la misma hora para hablar con mi hermano.
— Eso es…
— Cierto —se metió la hermana—. Mi hermano decía que pusiéramos el teléfono en voz alta mientras estudiaba, solo para escucharte hablar con mamá. Era divertido verlo sonreír cuando le decías que se iban a casar cuando cumplieras dieciocho.
— Él me ignoraba cada vez que venía al país y mis llamadas se volvieron casi nulas con el paso del tiempo —dio un paso hacia atrás, disimulando un poco—. Fue bueno aterrizar en esta vida —suspiró—. La universidad, el tener que trabajar de manera ilegal en una cafetería desde los dieciséis, fue difícil.