Jasha dejó caer el vaso vacío de café sobre la mesa, dándose cuenta de que Kadir estaba tratando de contenerse para no darle un buen golpe por haberlo engañado. Ella enarcó una ceja, tomando asiento nuevamente delante él y haciéndole una seña al policía para que saliera y les diera privacidad.
— Me mentiste durante todo este tiempo —él se mantuvo en calma—. Para ti solo fui un jodido juego, nada de lo que me dijiste era real. Nunca pagaste esa deuda…
— La pagué, Kadir, pero alguien debía hacerse responsable por los daños —se encogió de hombros—. Tu hija está bien, descuida, así como escuchaste, también tenía mis dudas acerca de nuestro parentesco. Te sorprenderías todas las cosas que he estado escuchando a lo largo de los años acerca de los parecidos que hay entre las personas hoy en día.
— Lo dices como si fuera la cosa más fácil de todas —él tensó la mandíbula—. Me metiste en prisión, durante todo este tiempo fue un juego. No tienes idea de lo mucho que te odio en este…
— Hay solución para todo —ella apuntó el documento que estaba frente a él—. Léelo, fírmalo y nos vamos.
— Lo más seguro es que esto también sea una vil trampa, nada de ti me conviene…
— No es mi culpa que tus trabajadores se hayan robado el dinero de los materiales, que los que usaron para la remodelación del jardín de mi tío sean imitaciones y que en los documentos del fraude a la empresa de mi padre, esté tu firma —echó su cabello hacia atrás—. Todo está bajo tu ala, querido.
— ¿Qué es lo que realmente quieres de mí? ¿Por qué tanto drama por algo que…?
— Lo único que deseo de ti es que firmes esos documentos, pero antes léelos —le indicó—. No quiero que después pienses que te estoy cometiendo un fraude porque no los leíste.
— Todo contigo es de ese modo, nada me sorprende realmente —Kadir tensó la mandíbula—. Es una pena, realmente seas una niña con tanta porquería en la cabeza…
— Se supone que debo ponerme a llorar por tus palabras de hombre herido, pero te aseguro de que nada hará que cambie de opinión acerca de ti —Jasha levantó el mentón—. Firma los documentos, no pierdes nada en este momento con hacerlo, pero te advierto de que si los formas, todo lo que siempre has tenido, pasará a mis manos. Tu familia se quedará sin nada, porque le quitarán hasta la casa donde viven debido a que no pudiste cumplir tu palabra.
— ¿Qué…?
— La casa de tus padres quedará embargada, al igual que las propiedades de tus hermanos, ya que todo está a tu nombre —sonrió con altanería—. Lee.
En lo que Kadir leía los documentos, ella le envió un mensaje a su prima para saber cómo iba todo con las personas implicadas en el caso. Hasta los involucrados en las finanzas estaban ahí, por el hecho de que ellos son los que debían darse cuenta de que algo no iba bien con las cuentas que le llegaban con los de finanzas. Se miró en el reflejo del espejo, y se dio cuenta de que el hombre detrás de ella se puso pálido al seguir leyendo lo que decían esos documentos…
— No, no haré esto…
— Cásate conmigo, Kadir —se dio vuelta, caminando hacia él—. Es la única solución que hay visible para poder salir del lío en el cual te metiste solo por no saber cuidarte —sonrió con altanería—. Piénsalo bien —se apoyó de la mesa de interrogatorios—. Es una salida fácil, ya ves que solo estás implicado en un pequeño robo…
— Lo que me pides es algo inhumano…
— Inhumano fue lo que le hicieron a Yara en tus narices y nunca te diste cuenta —le recordó. Ella te dijo en muchas ocasiones que Anne le decía que ella es la culpable de que su madre había muerto, pero no le hiciste caso. Te hiciste de la vista gorda con tu propia hija hasta que llegué yo.
— No metas a Yara en esto…
— Sí, es lo que haré para que aterrices de una vez por todas —masculló enojada—. Te la das de hombre inteligente, pero jamás viste que era un patrón de mujeres que estaban contigo —tensó los puños—. Firma los documentos, salgamos de esto.
—¿Tanto es tu obsesión conmigo?
— Sí, estoy enamorada de ti, siempre lo has sabido —respondió con sinceridad—. Desde que te vi trabajando en la propiedad de mi tío, supe que tenías que ser mío.
— Yo no te amo…
— Yara es la muestra clara de que en verdad me amas, no lo niegues —ladeó un momento la cabeza, mirándolo—. Firmas esos documentos o te quedas sin nada…
— Mi familia…
— A veces el dinero es un mal para los pobres —cruzó los brazos en su pecho, fijando la vista en la pared—. Debiste darte cuenta de mi plan desde el momento que te lo dije… Siempre te lo decía, nunca te diste cuenta.
— ¿Qué?
— Kadir, es obvio que los de finanzas estaban siendo parte del robo —le guiñó el ojo—. Por más que trates de tapar el sol con un dedo, la verdad siempre sale a la luz.
— No entiendo…
— Cuando pasó lo del descubrimiento del robo, ellos, o al menos quién estaba a cargo de enviarte los informes para que los firmaras, son los responsables.
Vio que volvía a leer los documentos delante de él. Su prima le había dicho que el matrimonio podía romperse en seis meses, pero ella le pidió uno de un año. Lo quería para lo que tenía planeado en sí. Él quería demasiado a Yara, a pesar de que no tenía idea todavía de que su hija lo ayudó en eso, que también estaba al tanto de lo que quería.
Caminó con elegancia hasta colocarse detrás de él, y quitarle el saco blanco de la boda que traía puesto, algo horrible, porque no parecía algo que él quisiera usar.
— Un año casado conmigo —le dio un masaje en los hombros de manera lenta—. Luego de eso, cada quien seguirá su camino —acercó sus labios al oído—. Imagínate que vengan los de servicio social, tú en prisión… tu hija en el sistema —le dio un leve apretón—. En cambio, si firmas para ser mi esposo, ella estará contigo, seguirá siendo el vicepresidente y cuando termine el año, te cederé la presidencia…