Esposo comprado

Capítulo 21

Durante el viaje en su avión privado, ella se mantuvo dándole su espacio. Kadir no la quería cerca por el momento, y ella tampoco iba a forzarlo a que estuvieran juntos en ese momento. Ella revisaba las cosas de la empresa, también se dio cuenta de que la prensa casi no decía cosas hirientes de su familia. Muchas personas comenzaron a salir para ponerle un alto a todos esos locos que usaban el nombre Dios para sus malos fines. Los odiaba, sí, ellos se merecía algo más que pasar unos cuantos años en prisión, pero ya su familia se iba a encargar de eso.

Miró a la distancia se podía ver el glorioso mar, las olas calmadas y el atardecer de su isla se asomaba. No irían directamente a aterrizar, un pequeño yate los esperaba para llevarlos a la isla. Le faltaba poco a su isla para tener su aeropuerto, ya que había hecho los planos para construir el mismo luego de que su padre le diera la idea.

Él estaba hablando con alguien por celular, así que no prestó mucha atención durante el camino hacia la isla, hasta que se dio cuenta de que quedaba literalmente en medio de la nada.

— ¿Me trajiste para matarme? —preguntó Kadir, luego de colgar—. Esto…

— Es el camino hasta la isla —ella se sentó, colocándose los lentes—. No te creas la gran cosa, me temo que queda un poco lejos, así que ya sabes —subió un poco sus lentes—. Debes de dejar de estar estresado, nunca has tomado unas vacaciones desde que comenzaste a hacerte cargo de la empresa —Jasha cruzó las piernas—. Te recuerdo, solo trato de ayudarte. Un año es el tiempo que necesitas para que no te quiten a Yara.

— Nadie me quitará a mi hija —él se sentó a su lado—. Es todo lo que tengo y me lo quitaste como si no valiera nada. Te odio.

— Sí, sí, lo que digas eso es —ella estaba irritada de tanto escuchar como le echaba la culpa de todo—. Solo te digo que no hay nada más en este mundo que quiera… y es que me ames como lo hago.

— No me amas, maldita loca…

— Kadir, es la segunda vez en menos de veinticuatro horas que me dices eso y vuelvo a repetirte que Y ara es el claro ejemplo de que me amas, aunque digas lo contrario —lo encaró—. Descuida, aquí puedes seguir fingiendo tanto como quieras.

— No finjo cuando digo que no te amo, no te amaré jamás.

— Ajá —ella levantó la mano, espantando sus palabras—. Te sorprenderías todo lo que puede pasar en un año entre dos personas.

El conductor del yate les informó que estaban llegando a su destino, por lo que ella terminó la conversación ahí. Por el rostro que él le mostró, supo que tocó ese punto débil. Cuando él viera su tatuaje, se mataría del último piso del hotel.

El hombre le ayudó a bajar del yate, a lo que ella, para ver la reacción de Kadir, le sonrió de manera coqueta y él gruñó. Otros empleados del hotel fueron de inmediato a su encuentro, para recoger sus maletas y llevarlas a la habitación en dónde iban a pasar su luna de miel. 

— Es un lugar armónico —Kadir examinó todo a su alrededor—. Tiene tu estilo para el diseño…

— Sí, lo hice a mi gusto y es por eso que gano millones de euros al año por este sitio —ella sonaba orgullosa—. Lo más seguro es que veamos a varias parejas en este sitio.

— Espero no ver nunca a ninguno de tus amantes, porque eso sería penoso —él estaba deseando poder escapar de ahí—. Ya sabes, con eso, de que ahora andas de promiscua con cualquier persona…

— Descuida, no serás quien me quite la virginidad, hijo de puta.

Jasha echó su cabello hacia atrás, y caminó con elegancia hacia dónde se encontraba un auto esperando por ellos. Subió primero que Kadir, y en cuanto el hombre vio que ambos estaban en sus respectivos lugares, les dijo que ya iban de camino al hotel.

Todo el lugar tenía su nombre, literalmente ella cambió esa isla por algo bueno a pesar de que el dinero que cobraba anualmente ella apenas lo tocaba, puesto que el porcentaje mayor iba hacia otro lado. Él no le dirigió la mirada, tampoco le habló. Iba a lograr que él le pusiera hasta la mínima atención ese día, aunque muriera en el intento. Le costó veinte años tener a ese hombre, nadie se lo iba a quitar. Eso jamás, maldita sea.

— Bienvenidos —dijo el encargado del hotel—. Me alegro de tenerlos aquí…

— Te presento a mi esposo —ella se giró hacia Kadir—. Él también es el dueño de este sitio, o al menos que quiera divorciarse antes.

— Entiendo —el hombre extendió su mano hacia Kadir—. Al fin lo conozco, señor Davies.

— ¿Eh? —él correspondió el saludo más extrañado que antes—. ¿Ya nos conocíamos?

— Ya les había dicho durante el camino que iba con mi esposo —Jasha habló antes que todos—. Ahora bien. Creo que es mejor ir arriba. Quiero darme otro baño y hablar un poco contigo acerca de las cosas del hotel.

— Sí, señora…  

— Aun así, es mejor hacerlo mañana —ella besó la mejilla del hombre—. Ve a casa, debes estar cansado por estar aquí un día como hoy.

— Cómo ordene, mi señora —el hombre hizo una reverencia y se marchó.

Kadir observó con más detenimiento todo lo que ocurría, y se dijo que podía con eso, ya que no cabía dudas de que Jasha era muy querida en esa isla. Había pequeñas casas, negocios frente a estas y una que otra tienda de comida, ropa, etc. El lugar estaba decorado estilo otomano, y cómo las cosas turcas estaban en su punto más alto, era obvio que iban a ir a ese sitio.

El hotel era mucho mejor de lo que se imaginó, sobresalía de entre todas las cosas de la isla por tener tantos pisos de construcción y a lo lejos vio que estaba en medio del mar una pista de aterrizaje. Jasha sin duda sabía cómo administrar el dinero.

— Señora Richter —una mujer salió de las puertas—. Nos alegra tanto tenerlos aquí —la recepcionista sonrió encantada—. Su habitación la espera. Aunque tengo que decirle que hubo algunos contratiempos…

— ¿Contratiempos? —ella frunció el ceño—. ¿Alguien la quería?




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