Esposo comprado

Capítulo 38

Caminó por el pasillo de la casa con una bandeja llena de comida, té y medicamentos para un enfermo. Kadir ese día se había despertado peor que nunca por algún virus que tomó de camino a UTAH.

Le dio un pequeño empujón a la puerta con el pie, antes de entrar a la habitación y dejar que su hija entrara también con el uniforme de la escuela puesto. Yara la encontró en la cocina haciendo un poco de comida y como no irían a trabajar directamente, pues era bueno.

— Ahora si mi papá se va a morir —Yara hizo un puchero—. Gracias a la abuela por permitir que me trajeran anoche —subió a la cama—. Papi…

— Hm —Kadir abrió un ojo, quitándose la sábana—. ¿Qué sucede?

— ¿Me pusiste como tu heredera universal? —le puso una mano en la frente, y después miró a Jasha—. No creo que llegue al juicio de esa mujer malvada, mamá.

— Tiene que ir —puso la bandeja en la cómoda—. Debiste tomarte la pastilla anoche. Eres una persona irresponsable.

— No me sentía así de mal anoche —masculló irritado, sentándose en la cama—. ¿A qué hora es el juicio?

— Al mediodía —tomó la bandeja para colocársela en las piernas—. Supongo que te vas a quedar en la casa, a dormir…

— No me quedaré a dormir —él vio toda la comida—. Es mucha…

— ¿Es que la fiebre no te deja pensar? —Yara se sentó a su lado—. Vamos a comer en la cama contigo.

— Cada día te pareces más a Jasha…

Jasha rio negando con la cabeza, antes de hervir la comida para que comieran ambos. Yara se marchó una hora después a la escuela, iba un poco tarde. Ella buscó la ropa que se iba a colocar Kadir ese día y le envió un mensaje a Aixa de que iban a llegar después del almuerzo. Cualquier reunión que la aplazara.

— Vianny irá al juicio de igual manera, después a la empresa a trabajar. Le informé que está enfermo —Jasha tomó el plato de comida—. Es un día de locos.

— Tanto que confundimos los meses en algunas ocasiones —Kadir volvió a acostarse en la cama—. Ahora me enfermo de un momento a otro. No sé qué me pasa en estos días.

— Quizás se deba a las cosas que han sucedido estos días —Jasha le dio la pastilla—. Tómate esto del té.

Kadir le dedicó una mirada aburrida, pero se tomó el té sin perder más tiempo. Jasha le buscó la ropa que usaría ese día, hasta un abrigo le buscó. El frío que a lo mejor iba a sentir en el juzgado sería épico. 

Cuando casi se acercaba la hora de la riña, ella prosiguió a ayudarlo con el baño, puesto que no tenía ni fuerzas para eso y como el clima de UTAH no ayudaba mucho, pues le resultó peor de lo que imaginó todo.

La prensa no sabía el día exacto del juicio, pensaban que sería luego de las fiestas del cuatro de julio, pero estaban muy lejos de la realidad. Desde que ingresó a esa familia, todo le parecía ser de mafiosos, tanto que era una caravana de autos los que iban saliendo de la propiedad de los Richter.

— ¿Sigues sintiéndote mal? —Jasha le puso una mano en la frente—. Sin duda alguna, esa mala mujer te pegó un virus.

— No recuerdo la última vez que me enfermé de este modo en el pasado —masculló irritado—. Me siento fatal. Desde que me casé contigo, me pasan cosas extrañas —Kadir cerró los ojos un momento—. ¿Me das un besito?

— Deja de decir eso —gimoteó—. Me das miedo.

— Pero si me lo dices siempre —él se quitó el cinturón de seguridad—. Un día tan importante y me siento como si fuera a morirme —se recostó lo mejor que pudo en las piernas de su esposa—. ¿No le quieres dar un besito a tu esposo?

— Ya —gimoteó, apretándole la boca con sus dedos—. Harás que te mate antes de llegar al juzgado.

— Al menos lo intenté —se acomodó un poco más en las piernas de su esposa—. Ya he tomado casi una farmacia de medicamentos.

— Es por la fiebre —ella delineó su mentón y la barba apenas cuidada—. Es extraño, siempre eres tú quien me cuida. Ahora nos toca a todos cuidar a un grandote de dos metros con veintisiete centímetros de sobra. ¿Seguro que solo son veintisiete?

— Tal vez sean con un punto cinco —cerró los ojos, volviendo a acomodarse más en el asiento y las piernas de su esposa—. Nunca se sabe.

— Ya no quiero más centímetros en mi vagina —le pellizcó el labio inferior—. Siempre termino adolorida, las pastillas no siempre funcionan y no sé cuándo fue la última vez que mi cuerpo estuvo liso sin marcas.

— Mi espalda, hombros, brazos, cuello y cerca de mi pene tampoco se quedan sin marcas —él se mantenía con los ojos cerrados—. Tengo que marcar mi territorio como lo haces. El anillo no siempre funciona con las personas.

— Al menos tengo que agradecer que estás llevándote bien con Joshua…

— Me sigue cayendo mal, ya debe irse a su casa —Kadir hizo una mueca con los labios—. No tiene ninguna razón para quedarse ahí.

— Sabes que solo está aquí para su revisión y de paso se irá pronto —Jasha le dio un beso en la mejilla—. Joshua es solo un amigo que le gusta hacerte enojar.

— Que se mude, ya siento la casa más pequeña desde que está ahí —masculló irritado, cruzando los brazos en su pecho—. No sé por qué la gente no puede pagarse una casa lejos de la otra.

— Y aquí es donde sacas la vena tacaña de Yara —presionó el dedo en su mejilla—. No seas codicioso. Fue quien me ayudó en mis momentos de crisis, al igual que mi padre.

— No me interesa.

Jasha puso los ojos en blanco y lo dejó dormir todo el camino al juzgado. Entraron todos los vehículos al estacionamiento de este lugar, el cual estaba despejado. Cualquier persona diría que compraron al juez, pero eso es lo más legal que hacían en ese sitio.

Kadir se encontraba literalmente moqueando, ella le comentó que podía irse a casa, que no era necesario irse a casa, porque aguantaría todo lo que pasaría en ese juicio. Le dio un termo lleno de té que había hecho en la casa antes de salir.

— Cariño —su abuela Carmen la abrazó—. Tu esposo se ve deplorable…




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