Esposo comprado

Final

Meció a su hija Gabriela en sus brazos con mucho cuidado, mirando desde ahí la ciudad. Se asustó después de esperar por tantos años esas palabras que literalmente ella lo obligó a decirlas. No había regresado a su casa, mucho menos a la empresa. De todos modos, firmó unos documentos en dónde su madre podía tomar las decisiones como si fuera la dueña de todo durante el tiempo que ella quisiera.

— Lo siento, bebé —movió un poco a su hija—. Es que tu mamá se asustó. Sé que le dije que quería oírlo, pero todo fue tan extraño.

— Extraño es que dejes a tu esposo a la deriva —Dasha entró a la casa con unas bolsas que ella no pudo ver bien—. Ya ha pasado suficiente tiempo para que te animes a regresar…

— Hoy es el último día de nuestro contrato —murmuró, haciendo un puchero—. No puedo siquiera pensar en otra cosa que no sea escaparme de él. Sé que hice mal…

— Kadir jamás debió haberte dicho esas palabras en el trabajo en dónde aún sigues pasado por un momento difícil luego del parto —su madre miró a Karla, la cual tenía el dedito en la boca—. Él sabe que estás viviendo en este lugar.

— Al menos el abuelo Damon siguió con este sitio después de todo —caminó a la habitación—. ¿Qué es todo esto?

— Es ropa para ti, no debes tener mucha aquí que te sirva —su madre se dio la vuelta, con la pequeña Karla en brazos—. Supongo que debes estar cansada.

— No, estoy bien —respondió siguiéndola a la cocina—. ¿Y papá?

— Lo dejé hablando con uno de los hijos de Grace —respondió Dasha, besando la mejilla de su nieta—. Debes tener hambre.

Ni cuenta se había dado de las palabras en doble sentido de su madre.

— Hice algo de comer, ahora solo quiero un poco de café —se sentó en la encimera con Gabriela—. Me siento tan mal y me duelen los senos.

— Es que solo has estado aquí desde que decidiste escaparte, olvidándote de tu esposo —puso a la bebé en el pequeño cunero de la sala—. Este sitio debe tener un alto historial de sexo. Mi madre lo decoró a su uso y antojo.

— Supe que la abuela Carmen tuvo una recaída cuando supo de quién había sido la propiedad antes —Jasha se mordió el labio por unos segundos—. No tenía idea que Darren también la tuvo ahí.

— Sí, la tuvo ahí por un corto tiempo mientras estuvo embarazada —Dasha apretó un poco los labios—. Esa propiedad está maldita. Se supone que ayudé a mi hermano con todo lo que puso ahí, pero jamás investigué las cosas, menos que…

— Es algo que pasó hace años.

— Lo es.

Vio a su madre hacerle el dichoso café mientras hablaban de cualquier cosa que no fuera Kadir. Las cosas que había estado haciendo en esos días la tenían en duda al grado de que no sabía nada. Miró el anillo en su dedo, lo costoso que fue comprarlo para él solo por una broma que le hizo de que quería cosas caras.

Dasha puso el café frente a ella, quitándole a la pequeña cosita de sus brazos, antes de llevarla a la habitación. Sabía muy bien el café y además se le echó crema para alivianar el sabor del café.

— Mami —llamó a su madre—. Me siento mareada. Creo que quedé con un bebé adentro.

— ¿Mareada? —Dasha salió de la habitación y la agarró del brazo—. ¿Está todo bien?

— Tengo sueño —bostezó—. Me dejaron un bebé adentro.

— Eso es imposible —su madre rio—. Ven a dormir. A lo mejor porque no has salido de aquí, pero ya lo harás, cariño —ella le acarició la mejilla—. Hoy es un buen día para casarse.

— ¿Uh?

Dasha vio cómo su hija se dejaba caer en la cama con su cuidado, justamente cuando el timbre de ese lugar era tocado con insistencia. Fue a abrir la puerta, encontrándose con su madre, su tía Nicole, su tía Nina, Asya y Hope.

— Hola, Hope —abrazó a su prima—. Mamá, tías —saludó a las otras—. Tengo todo lo de mi hija. Lo que le di solo dura un par de horas, pero es suficiente para que nos dé tiempo de prepararla.

— Se va a morir cuando sepa lo que estamos haciendo —Nicole se mordió el labio—. Ella está triste…

— Pues se le quitará cuando sepa lo que hicimos.

Jasha se había dado un baño después de todo, así que sería fácil colocarle el vestido de novia que Nicole había estado haciendo en secreto con todas medidas que tenía de Jasha. Por qué sí, Kadir desde hace meses preparó todo solito, incluso apartó esa fecha en particular para la boda, el día que se terminara el contrato.

Las cuatro mujeres vistieron a Jasha con cuidado, colocándole el maquillaje para que no se fuera cuando se diera cuenta de todo. Se turnaron para cargar a las niñas, las cuales estaban listas también para la boda de sus padres.

En cuanto se enviaron las invitaciones para la boda, aunque no lo creyeran, TODA una familia se unió para asistir. Sí, era increíble como la poca fe que le tenían a Jasha había logrado reunirlos a todos. No creían siquiera que un buen hombre se haya tomado el privilegio de casarse con la cosita impertinente de los Richter.

— Estoy aquí —Jadiel entró al apartamento, viendo a su hermana más dormida que nunca—. Se va a morir.

— Pues ponte el pasamontañas y tapate esos tatuajes del demonio —Dasha golpeó a su hijo—. Esas porquerías…

— Pero si tu hija tiene como veinte en su cuerpo, no veo nada de malo con que yo también los tenga —Jadiel se justificó—. Me golpeas…

— Solo llévate a tu hermana.

— La dejaré con otras personas, se dará cuenta de que soy yo en cuanto me escuche hablar o a Zeus —le aclaró a su madre—. Nos vemos en la dichosa iglesia.

Al estar entre turnos, les dio tiempo de ponerse la ropa para la boda. Se haría en una iglesia, una bendita iglesia. Kadir era un hombre religioso, la familia de él lo era, así que no había mucho que decir, su familia entraría a una iglesia sí o sí. Era la primera boda que se llevaba a cabo ahí, siempre en un jardín.

Una hora más tarde, Jasha apenas abría los ojos, lo primero que vio era que estaba en una camioneta, luego a dos hombres delante de ella y para rematar el paquete estaba esposada.




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