Capítulo # 5
En Italia.
En el hogar De Simone Basile.
Rachele se le quedó mirando, sí, es verdad, ella no había pensado, en un futuro, solo en el bienestar de Saraí. No se imaginó nada más.
—El típico caso de colapso mental. —dijo Renzo mirándolos. —El dolor, no hizo ver lo que estaban haciendo, la desesperación y el anhelo de darle un bienestar a la pequeña, hizo hacerlo sin pensar en ninguna razón.
—Exacto. —apoyo su esposa. —¿Qué piensan hacer? —les preguntó mirándolos.
—Mamá y papá. —dijo ella seria. —Podrían cuidar Saraí. Necesito hablar con mi esposo. —le pidió quitándole la niña a Oliver y regalándole una sonrisa.
Oliver sonrió esperanzado.
—Claro. —dijo su padre tomando a la niña en sus brazos.
—Oliver, sígueme. —le pidió ella, Oliver la siguió, ella caminó hasta la habitación de ella y cerró la puerta. —¿Quieres, seguir casado conmigo o no?
—No lo sé. —dijo él con sinceridad. —Saraí es mi motivación.
—No pensemos en Saraí. —dijo ella seria y cruzando los brazos. —Tengo sueños Oliver. Enamorarme, tener hijos, ser feliz, tener una familia de verdad.
—Yo también. —dijo él sentándose al lado de ella. —Ellos confiaron en nosotros.
—Sí, dios, esto es muy difícil. —confesó Rachele. —¿Qué debemos hacer? —le preguntó mirándolo.
—Inténtalo. —contestó mirándola. —Eres una mujer hermosa y yo no te soy indiferente. —le dijo sonriendo y notando cómo se ruborizaba. —Salgamos, comencemos cómo novios.
—Mejor salimos como amigos. —dijo ella apenada.
—¿Estás enamorada de alguien? —le preguntó con suavidad, necesita saber si puede tener una oportunidad o no con ella en el futuro.
—No. —contestó sincera. —Alguien que me hizo sufrir mucho. Me cuesta un poco creer en el amor, quiero las cosas con calma, podemos comenzar una relación, será con calma.
—Una vez, ame una mujer. —le confesó él con seriedad.
—¿Y cómo se llamaba? —le preguntó curiosa.
—Era mi madre. —le sonríe.
—Vamos, hablar con mis padres. —dijo ella levantándose.
—¿Y la boda? —le preguntó incrédulo.
—No, nos casaremos. Hasta que nos amemos de verdad. —dijo ella cruzando los brazos. —Por cierto, olvídate que tendrás intimidad conmigo. —le dijo saliendo de la habitación.
Oliver quedó ido.
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En la sala.
Renzo está entretenido con la pequeña Saraí, Karine está realmente seria, no quiere que su hija vuelva a sufrir de nuevo, no lo soportaría.
—¿Qué habrán decidido? —le preguntó ella.
—No lo sé, amor. —dijo su esposo. —Apoyaré a mi hija en todo.
—Gracias, papá. —dijo ella acercándose a ellos, aliviada en saber que su padre si está con ella. —Oliver y yo. Hemos decidido, comenzar una relación. —anuncia notando los ojos brillosos de su madre. —No, nos casaremos cuando exista amor de nuestra parte.
—Mil años. —dijo Karine furiosa. —Mi única hija. No se casará jamás por la iglesia. —comenta toda dramática.
—Suegra. —dijo Oliver con sinceridad. —Usted es muy dramática.
—¡Qué dijiste! ¡Grosero! —exclama ella airada.
—Por favor. —habló Renzo serio. —Dejen de comportarse cómo niños, hija, te apoyaré en todo. Lo que decidas.
—Gracias papá. —dijo abrazándolo con cuidado, porque tiene a Saraí. —Te amo.
—Yo también, pequeña. —dijo él abrazándola con amor.
—Abuelos por obligación. —comenta Karine sonriendo. —Al menos, está hermosa.
—Eso sí. —dijo Oliver sonriéndole a su sobrina, Saraí quería que la cargara, él se acercó a Renzo y se la quitó. —Vamos mi hermosa, vamos a te tomes tu merienda. —sonríe, alejándose con ella.
—No puedo negar que está guapísimo. —comenta Karine mirando a su hija. —Tendré nietos lindos.
—¡Mamá! —exclamó Rachele incrédula, antes dio el grito al cielo, ahora lo acepta sin ninguna resistencia.
—Te puedes imaginar. Cómo me casé con ella. —dijo su padre divertido y soltándola. —Cariño, sé que ese joven es buen muchacho, se le ve en los ojos. —le comenta con seriedad. —Hija, no te preocupes por las apariencias, estás casada con él y puedes hacer. —avergonzado. —Una esposa debe cumplir con su esposo.
Rachele sonrojada y Karine perpleja.
—¡Qué clase de padre eres! —exclamó sin poderlo creer.
—Estamos en una época, qué todo es normal. —dijo él bromeándole a su mujer. —Camina, es hora que nos vayamos para la conferencia. —le recuerda agarrándola del brazo.
—Suerte a los dos. —dijo su hija sonriéndoles, ella los acompaño hasta la puerta, para después cerrarla. Unos minutos después se unió con Oliver, quién está entretenido dándole gelatina de fresa a Saraí.
—¿Está buena, princesa? —le preguntó él sonriéndole, Saraí sonrió.
—Claro que le gusta. —dijo ella acercándose a la nevera y sacando una para ella de sabor a uva. —Siempre le ha gustado. Todo lo que le hace la tía Rachele.
—Rachele. —dijo él limpiándole la boquita a la niña con una servilleta y cargándola. —En unos días tengo que viajar a Milán, para unas fotos de una publicidad muy reconocida allá. Y quiero que vengas conmigo y con Saraí, ustedes son mi familia y no puedo dejarlas solas.
Rachele le late el corazón con fuerza, sentía mariposas en el estómago. Sé, imagino que sería por la sorpresa de invitarla y sonrió.
—Claro que sí.
—Todo listo. —dijo él alzando a la niña y sonriéndole. —Es hora, que tía Rachele te cuide un rato. —entregándosela.
—Vamos a jugar un poco. —comenta risueña a la pequeña.
—Yo, me encargaré, de hacer un par de llamadas. —le anuncia alejándose de ellas dos.
Rachele se encargaba de cuidar Saraí, Oliver está organizando todo para su viaje, quería toda la comodidad de su sobrina y esposa.
Ese día fue el comienzo de una pequeña relación, cuando llegó el momento de dormir, Rachele eligió un pijama nada sexi para que Oliver no sintiera ninguna atracción física.