Esquivando al Amor

Capítulo 1. El choque

Primer día de clases. Aunque nunca esté especialmente emocionada por entrar por las puertas del establecimiento que todos llamamos escuela, pero en mis pensamientos me refiero a ella como “prisión disfrazada”, admito que el primer día de clases siempre me hace estar un poquito inquieta, un poquito ansiosa, un poquito curiosa.

Ayer por la noche no me costó alcanzar el sueño, pero esta mañana me levanté de un brinco apenas sonó el despertador y, desde entonces, no paré de hacerme ilusiones y preguntas acerca de los nuevos profesores, de las materias, de mis compañeros. Más que nada pienso en esto último, en realidad.

Hace pocos meses, durante las vacaciones, una escuela que tenía un convenio con la nuestra fue clausurada. Nadie sabe bien los detalles, pero estoy bastante segura de que no ha vuelto a abrir aún. Y de lo que también estoy bastante segura es de que todos los estudiantes que estaban allí deben ir a parar a algún lado. Lo que significa que tendremos una oleada de caras nuevas en nuestro colegio este año.

Mentiría si no les digo que me muero de curiosidad.

Entro al colegio con la mochila al hombro y comienzo a correr cuando veo a Julie y a Yannick, mis dos mejores amigas, tomándose una foto.

—¡Yo quiero aparecer!¡Yo quiero aparecer! —chillo mientras me hago un espacio entre ellas dos y ensancho la sonrisa cuando Julie está por tocar el botón para tomar la selfie.

Mientras ella revisa cómo salimos, haciéndole zoom a nuestras caras, las saludo con un beso en la mejilla a cada una.

—¡Llegaste justo para la foto, Aliisa! —habla Yannick, para luego preguntar— ¿Viste a alguien nuevo? Te juro que estoy levantando la cabeza cada vez que alguien cruza por la puerta, pero todavía nada.

No me mira a los ojos mientras habla, sino que continúa buscando con la mirada alguna cara nueva. Siempre fue una chismosa. Aprovecho para echarle una mirada a su rostro. Aunque el tono de piel de Yannick ya es oscuro, puedo notar que, aunque la vi la semana pasada, está un poco más bronceada.

—No vi a nadie tampoco, ¿estuviste tomando sol?

—Sí —Me sonríe—, quise aprovechar los últimos días de calor del verano y fui a pasar la semana a la casa de mis abuelos, tienen piscina. 

—¿Piscina?¿Con el frío que hizo esta semana? Yo ya estoy durmiendo con los acolchados.

—En realidad no pude usar la piscina, pero en el sol no hacía tanto frío, así que me dediqué a acostarme en el pasto con la bikini puesta a leer libros.

—Suenan como unos últimos días de vacaciones súper entretenidos —El sarcasmo no pasa desapercibido en la voz de Julie y me resisto a soltar una carcajada—. Por mi parte, fui a una fiesta ayer

—Una fiesta no te deja este bronceado.

—¡Déjame terminar! Y conocí a Sean, que es súper lindo, e iba a ese instituto que cerró. Parece que el dueño murió y sus hijos están en el exterior. Al parecer los hijos no quieren saber nada con tener una escuela entre sus posesiones y estuvieron buscando un comprador durante las vacaciones, pero parece que los compradores de institutos antiguos escasean, así que prefirieron tomarse la molestia de reubicar a los alumnos en las distintas escuelas con las que tenían convenios.

—Nuestra escuela tenía un convenio con esa —Pienso en voz alta.

—¡Sí! Y Sean va a venir a esta escuela ¿no es genial? Ya les advierto que es mío, ni lo miren.

Ayyy, Julie está enamorada —bromea Yannick con voz chillona.

—¿Y Sean no tiene amigos para presentarnos?

—Esa es una excelente pregunta ¿Algún morochito para tu amiga del alma?

—No tengo idea, lo perdí entre la gente rápido, no pudimos hablar mucho. Pero estaría genial que tenga un amigo morochito para ti, Yannick, y otro amigo para Aliisa, ¡podríamos hacer citas triples! 

En eso suena la campana y reina el silencio en el patio. Giro la cabeza en todas direcciones y me extraño al no ver ninguna cara desconocida, teniendo en cuenta de que debería haber tantos alumnos nuevos.

Pronto la directora entra en nuestro campo de visión y, apenas unos segundos después, comienza a hablar:

—Buenos días. Espero que hayan pasado unas vacaciones relajantes y que hayan recargado las baterías para empezar este año con todas las energías posibles —Hace una pausa y le sonrío en agradecimiento, aunque no me esté viendo—. Seguramente se enteraron que el Instituto Mayra ha cerrado hace unos meses. Sus directivos han estado tratando de reubicar a los alumnos y nosotros tenemos la alegría de comentarles que 237 estudiantes nuevos se han sumado a nuestra comunidad.

Uno de los profesores comienza a aplaudir y no tardamos todos en unirnos. A veces pienso en la extrañeza del aplaudir, en que dentro de un acto tan simple haya un símbolo de felicitación y que, además, sea un acto tan contagioso.

—Ellos han venido varias veces a lo largo de las vacaciones para conocer el instituto. Pero confío en que si se pierden o si necesitan algo, ustedes los ayudarán. Habiendo dicho todo esto, podemos darles la bienvenida.

Pocos segundos después, los nuevos estudiantes comienzan a bajar de la escalera y el patio en el que estábamos no tarda en llenarse. Los murmullos explotan y no tardo en preguntarle a Julie cuál de todos es Sean.

—No lo veo —responde mientras mueve la cabeza para todos lados en su búsqueda—. Espero que quede en nuestro curso, me mato si está en el otro quinto.

—Qué exagerada eres —Rueda los ojos Yannick.

La directora hace sonar la campana nuevamente, buscando que hagamos silencio.

—Voy a decir las listas de cómo quedarán todos los cursos. Empezaré por los cursos  de los más pequeños. Por favor, silencio. No quiero que nadie se confunda.

—Estoy un poquito nerviosa, a decir verdad —susurra Julie, a sabiendas de que, estando en nuestro anteúltimo año de escolarización, nuestro curso será nombrado entre los últimos.




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