Esquivando al Amor

Capítulo 5. ¡A emborracharse se ha dicho!

Al final hice la página 12, la 13, 14, 15 y así hasta la 34 del libro de actividades que McAburrimiento nos mandó a hacer. También leí un poco del libro de geografía e hice unos ejercicios de matemática. Y solo frené porque cuando levanté la mirada ya eran las ocho de la noche y todos llegarían en menos de dos horas. Me aburro mucho en casa.

Revolví entre la ropa buscando qué ponerme. Recién estaba comenzando el otoño y es extraño lo tan marcadas que están las estaciones del año aquí en Fleur Ville. Ya habían comenzado las primeras brisas frías que se potenciaban a la noche, cuando el frío siempre es más intenso.

Es por esto que decidí ponerme un jean, aunque sí me arriesgué a una musculosa, a pesar de que sabía de que luego me quejaría del frío hasta que entremos en el bar. Podría llevarme una chaqueta abrigada…

Con ese pensamiento en mente, y decidida a continuar meditándolo en la ducha, me dirigí al baño. Le di play a la última playlist que había estado escuchando sin molestarme en fijarme cuál era y abrí el agua caliente.

Sonrío mientras las gotas de agua se resbalan por mi cara y reconozco a la canción que suena como Hola Mi Vida de Tan Biónica. La canto a todo pulmón, irremediablemente.

Para cuando salgo de la ducha, luego de escuchar también Ciudad Mágica y Un Poco Perdido, ya tengo decidido que sí llevaré un abrigo, aunque luego tenga que pagar el servicio de guardarropas si no quiero cargarlo, y que cenaré las sobras que están en la heladera porque no tengo ganas de cocinar.

Me repito varias veces que antes de salir tengo que sacar la basura, el camión que la recoge pasa a las 22 horas, aunque finalmente, por temor a olvidarme, agarro un papel cualquiera donde escribo SACAR LA BASURA!!!!! y lo sostengo en la heladera con un imán. Espero verlo antes de salir. Si no, al menos nadie podrá negar que tuve la intención.

Pongo las sobras a calentar en el microondas 10 minutos mientras me maquillo. Nada demasiado llamativo, solo un poco de rímel y una sombra dorada con brillos para los ojos. Agarro el labial y lo dejo al lado de mi celular para no olvidarme de ponerme un poco luego.

Escucho a lo lejos el pitido del microondas que me indica que mi comida ya está caliente y veo el reloj para darme cuenta de que son las 20.46. 

Mientras ceno, leo los mensajes que entraron a mi celular en las últimas horas.

 

Número desconocido: Creo que no nos dijiste la dirección de tu casa

Yo: Y cómo tienes mi número tú?

Número desconocido: Tengo contactos

Yo: Tú y tus contactos…

 

Agendo a número desconocido como Dexter mientras tecleo la dirección de mi casa. Luego de mandarla, hago zoom en su foto de perfil. Está él solo, pero no mira a la cámara, sino hacia su costado, permitiéndome solo ver una parte de su rostro.

¿Por qué los hombres tienen esa obsesión de mostrar solo su perfil en las fotos?

Le mando un mensaje a mi padre. Él llama a casa todas las noches y no quiero preocuparlo cuando no reciba respuesta.

Yo: No estaré en casa esta noche

Espero unos segundos en su chat, pero al ver que no se pone en línea solo suelto un suspiro triste. Me siento estúpida por esperar que me responda enseguida. Seguro que está haciendo cosas. Las personas suelen hacer cosas a estas horas. Cenar, por ejemplo.

Salgo de su chat para entrar en el grupo en el que estamos Julie, Yannick y yo. Veo que hay 47 mensajes, pero los leo muy por encima cuando veo que solo hablan de ropa.

Yo: Llevo una chaqueta por el frío yo

Yannick: No quiero tenerla encima cuando entremos en el bar

Yo: Hace siete grados afuera

Julie: Cuando el outfit está bueno, el frío es psicológico

Yo: Hagan lo que quierannn, solo van a temblar un poquito como mucho

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a entrar en el chat de papá. Aún no responde.

Lavo mi plato al terminar de cenar y pinto mis labios de color mate. Al volver a la cocina y ver la notita de la heladera, recuerdo que debería sacar la basura antes de que llegue el resto, que será seguramente en cualquier minuto.

Recojo las llaves del pequeño mueble con la foto de mamá, donde siempre las dejo, y me pongo la chaqueta antes de abrir la puerta con la bolsa de basura en la mano. El viento rápidamente me azota cuando pongo un pie en la intemperie y tengo que recolocarme, con la mano que tengo libre, el cabello detrás de mi oreja.

—¡Pequeña Liis! —Escucho a lo lejos y busco con la mirada la procedencia de la voz.

—¿Logan? —No entiendo nada. Está en la cuadra de enfrente y mira a ambos lados antes de cruzar la calle.

—El mismísimo —Se acerca—¿Qué haces aquí?

Estoy tan ensimismada que me cuesta entender lo que me pregunta. Bien podría preguntarle lo mismo ¿Logan Anderson?¿El chico por el cual todas babearían?¿En mi puerta?

Eee... Sacaba la basura —Señalo la bolsa, esforzándome por no tartamudear por la sorpresa— ¿Tú? —Por un momento él parece algo desconcertado también.

—¿Yo? Vivo en la cuadra de al lado, en la casa con rejas negras. No me digas que tú vives aquí. Es imposible que nunca nos hayamos cruzado.

—¿En la cuadra de al lado? No lo puedo creer. 

—¡Al parecer somos vecinos!

—¡Sííííí! —exagero mi felicidad moviendo las manos en señal de festejo. Él rueda los ojos pero ríe.

—No seas tonta, Pequeña, lo digo en serio, nunca te he visto en algún lugar que no sea el colegio —Me da un suave golpecito en el hombro.

Tengo una explicación para eso y es tan simple como: no salgo mucho de casa. Pero por algún motivo no quise que lo sepa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.